Lisa está en el medio de mi cama, abrazando a una almohada, en pijama, esperando a que le cuente todo acerca de Steven. También me encuentro en pijama, apoyada en el respaldo de madera de la cama.
En el medio de nosotras hay un pote de helado, frambuesa para Lisa, chocolate con nuez para mí, y vainilla para ambas.
Empiezo mi relato mientras saboreo del helado, me freno cada tanto para morderme el labio y evitar así una sonrisa tonta. Pero, al no hacerlo, mis mejillas se colorean, y la que sonríe es Lisa.
Le cuento todo lo que pasó con Steven en su cabaña, de principio a fin, como si estuviera hablando de mi serie favorita, para convencer a Lisa de que la viera.
—Me gusta, Steven —confieso, susurro, como si me diera pena. Lisa sonríe—. Bueno, no sé, si existiera algo más después de gustar, sin llegar al punto de decir que estoy enamorada... podría decir que me pasa eso.
—Y tú le gustas a Steven, es obvio ¿qué es lo que te preocupa?
—¿Sentir?
—Y es entendible luego de la relación tormentosa que has vivido. Pero no por West te vas a privar de sentir. Él era un idiota, Steven parece no serlo. Y si termina siendo un idiota, me encargaré de él.
Sonrío.
—No veo rastros de maldad en Steven, nada me hace ruido. Cuando conocí a West, muchas cosas me hicieron ruido, e ignoré todo.
—Ahí lo tienes entonces. Date una oportunidad de sentir, dale una oportunidad a Steven. Tus ojos brillaron todo el tiempo mientras me hablabas de él, ¿sabes hace cuánto no te veo así, tan bien? Y me gusta.
Mi móvil empieza a sonar en la mesa de luz. Cuando lo cojo, Lisa llega a ver que Steven me está llamando. Me mira, sonríe ante mi sonrisa, y sin decir nada, se levanta y sale de la habitación. Y claro, se lleva el helado.
—Steven Fry —digo.
—Gia Beckman —contesta, y sonrío.
—¿Ya me echas de menos?
—Sí.
—Oh.
—No esperabas tal respuesta.
—Quizá no.
—Pues lo siento, es la verdad ¿puedo confesar otra cosa?
—Claro.
Se queda en silencio, de fondo se escucha a James Bay, lo cual me lleva a sonreír como una idiota. El hecho de saber que está escuchando a mi cantante favorito me resulta tierno hasta erotizante.
—Quisiera que estés aquí conmigo —dice al fin—. Si no fuera casi de madrugada, sabiendo que mañana trabajas temprano, te pediría que vengas ¿escuchas a James Bay de fondo? Bueno, he estudiado su música, su letra y también he escuchado las canciones que me has escrito en la lista. Muchas frases me han gustado, y si no fuera tan tarde, me atrevería a pedirte que vengas, para escuchar tu estilo de música, diciendo las frases que más me han gustado.
Steven, la música que me gusta, él diciendo las frases que más le gustaron... ¿acaso acaba de describir el momento más perfecto? Pues sí, eso parece, eso siento. Y esto confirma cuán perdida estoy.
—¿He dicho algo malo? —pregunta tras mi silencio.
—No lo has hecho. Has logrado que desee lo mismo, has manipulado a mi mente con tal escena —se ríe—. Ahora necesito escucharte decir una frase, cualquiera.
Respira profundo, se aclara la voz, y dice:
—Cuando estamos juntos, haces que sienta que mi mente es libre y mis sueños son alcanzables—cierro los ojos y me recuesto en la cama. Imagino que está al lado mío, diciéndome parte de The one de Kodaline—. Nunca creí que un día vendrías y me liberarías.
—Kodaline —digo.
—Sí, me ha gustado mucho esa letra.
—El vídeo también es genial.
—Ya lo he visto —sonrío—. Y es cierto, es muy genial.
—Bueno, todos sus vídeos lo son. High hopes me hizo llorar.
—Anotado, luego lo veo.
Nos quedamos en silencio, ahora de fondo se escucha The one y simplemente deseo que me siga diciendo toda la letra.
—¿Stev?
—Dime.
—¿Puedo verte mañana?
—Me has ganado con la pregunta, así que sí.
Sonrío. Las partículas de mi cuerpo reaccionan ante su voz, ante su sí.
Si esto ya no es estar completamente hundida en su red de amor, entonces ¿qué es?
Termina mi turno en la editorial, dejo todo en orden para retomar mañana con mi lectura y el resto del trabajo. Cojo mis pertenencias, me despido de mis compañeros, de Randall, y me dirijo hacia el estacionamiento.
Una vez en el auto, enciendo el estéreo, y por supuesto, le doy play a Kodaline. Mi corazón se acelera, como si se estuviera adelantando a todas las emociones que voy a tener una vez que esté con Steven.
Le escribo diciendo que estoy en camino, me responde que me espera encantado. Sonrío y emprendo viaje.
Cuando llego a su casa, debo respirar profundo unas cuatro veces para calmarme. Si, claro, como si eso fuera posible. De todos modos lo intento, debo calmarme.
Bajo del auto, me acerco a la entrada, toco timbre y espero. Y mientras lo hago, le escribo a Lisa, le aviso donde estoy, para que se quede tranquila por mi tardanza. Me responde con muchos emojis.
Steven abre la puerta, y en cuanto sus ojos hacen contacto con los míos, mis piernas empiezan a temblar. Mi respiración se acelera ante sus ojos color miel, y cuando me regala la sonrisa más hermosa de todas, mi corazón quiere salirse de mi pecho para luego estrellarse en su rostro, y caer en sus manos.
Sin decirme nada, coloca sus manos en mi cintura y me adentra con él a su hogar. Una vez dentro, le sonrío y me da un corto beso en los labios.
Quisiera poder decirle que quiero más, que necesito más, pero eso no sería propio de mí.
—¿Qué huele tan bien? —pregunto.
—Estoy haciendo un pay de manzana, ¿te gusta?
—Me encanta el pay de manzana.
Sonríe confiado, se dirige a la cocina, así que lo sigo una vez que dejo mis pertenencias en la sala.
—¿Tienes apuro? Porque hay que esperar a que se enfríe —dice una vez que saca el pay del horno, el cual se ve delicioso, por cierto.