Estoy empezando a quererte.
Hace tres días que Steven me dijo eso, y sigue presente en mi mente como si me lo acabara de decir. Como si fuera una canción pegadiza, que te invita a bailar sin temor al ridículo, una canción que te pone de buen humor y te hace sentir que nada malo puede suceder mientras la escuches.
La tarde en que me lo dijo, quise responderle, más allá de su condición. Pero no me dejó en ningún momento. Aunque, creo yo, que mi alegría luego de eso, le dió a entender que me pasa lo mismo.
No me mostré incómoda en ningún momento, y él tampoco cambió ni su forma de ser, ni mucho menos su trato. Al contrario, aumentó aún más cada una de esas características.
Estoy empezando a quererte.
Vuelve a hablar Steven, vuelvo a estar presente en su sala, en sus brazos, viendo su sonrisa. En verdad siento que estoy allí, y no en la reunión de la editorial.
¿De qué está hablando Randall? Por favor, espero que no quiera mi opinión porque no sé cuál fue el motivo de la reunión.
Randall me mira, y asiento. No sé a que le acabo de asentir, sólo sé que él sonríe y sigue hablando de un nuevo proyecto. Intento poner atención, y pese a las cosas sueltas que voy cogiendo, finalmente entiendo que el proyecto se trata de iniciar grabaciones de audiolibros. Tal idea me parece fantástica.
—Entonces, ¿estamos de acuerdo de que es un gran avance? —pregunta Randall y todos afirmamos como respuesta.
—Bien —sonríe—. Violet, ¿puedes encargarte del anuncio para reclutar narradores?
—Por supuesto —responde la encargada de las redes sociales de la editorial.
—Si esto sale bien, podemos hablar de un proyecto visual —continúa Randall—. Hacer pequeños cortometrajes de lo que tratan algunas historias, y así captar más lectores.
Todos nos emocionamos, y estamos de acuerdo una vez más. Hablamos de la parte económica del primer proyecto, discutimos algunos aspectos, presentamos soluciones, y todo parece estar muy bien encaminado.
Salimos de la sala de reuniones y nos dirigimos a nuestras respectivas actividades. Por lo que, cojo mi notebook y sigo leyendo el manuscrito.
Estoy empezando a quererte.
Este hombre me desconcentra a niveles inexplicables.
Al llegar al departamento, me encuentro con una nota de Lisa, donde dice que fue al cine con Carl. Lo cual significa: poner la música que me gusta, y cocinar sin quitar los ingredientes que Lisa no tolera.
Así que me pongo cómoda; me descalzo, me quito el brasier, ato mi cabello, y pongo la playlist que hice hace poco. Avril Lavigne es la primera en cantar con Skater Boy, así que al ritmo de la canción, y entonando su letra, empiezo a cocinar.
Incluso llego a sentir que soy Avril Lavigne, y cuando estoy metida en el personaje, la canción termina y aparece Britney Spears con Womanizer. Ahora soy ella, y la cuchara de madera es mi novio mujeriego.
El sonido de la entrada de un mensaje suena desde los parlantes, así que me acerco al móvil y veo que Steven me acaba de escribir.
Aún me quieres ayudar con la presentación a beneficio?
Sí, por supuesto!
Es en una semana, te parece si discutimos al respecto?
Me parece bien, quieres que te llame?
No, no será necesario que lo hagas. Pero, puedes bajarle el volumen a la música?
Frunzo el ceño, observo la puerta, y vuelvo al móvil.
Eh?
Estoy afuera
Abro los ojos, mientras que mi corazón se acelera. Bajo el volumen de la música, me acerco a la puerta, pero no la abro. Observo por la mirilla y lo veo ahí, bailando al ritmo de la canción que suena despacio en mi departamento.
Cuando abro la puerta, sus ojos se ponen en mí y sonríe. Su sonrisa comienza a ser mi favorita, y eso no puede pasar, ese lugar ya lo tiene mi padre.
—Sé que puede ser invasivo que esté aquí sin previo aviso. Pero juro que mis intenciones son buenas —dice, y me hace sonreír.
¿A quién quiero engañar? No me molesta que esté aquí, y eso es una total sorpresa debido a que no me gustan las visitas sin previo aviso, me descoloca, me ponen de mal humor. Pero la visita de Steven me pone contenta.
Mi sonrisa le da a entender que no estoy molesta, y eso lo lleva a sonreír más. Se acerca a mí, deposita un beso en mi mejilla y lo dejo pasar.
—¿Qué es lo que huele tan bien? —pregunta.
—La salsa boloñesa. No cocino tan bien como tú, pero me defiendo.
Sonríe. Me hace señas hacia la cocina, como si estuviera pidiendo permiso, y se lo concedo. Coge la tapa de la olla, la levanta y prueba la salsa. La saborea como si estuviera degustando algún vino de reserva, como si fuera parte de jurado de MasterChef. Sea como sea, para mis ojos es jodidamente ardiente verlo.
—Está delicioso, Gia —dice finalmente y vuelve a tapar la olla—. Ahora bien, ¿Britney Spears?
Me río y lo empujo. Le ofrezco algo de beber, y me acepta Sprite, así que le sirvo en un vaso y me siento frente a él en la isla de la cocina.
Empezamos a hablar del show a beneficencia, de las ideas que tiene, y de cómo se están preparando sus alumnos.
—¿Will se presentará? —pregunto y Steven suspira—. Lo sé, te habrá dicho que no.
Will es vergonzoso, demasiado, al nivel de pasarla realmente mal en público. Pensábamos que era algo normal, unos nervios como cualquier otro, pero cuando asistimos a un acto escolar supimos que era algo serio.
Esa vez, Will se quedó sin aire frente a todos, se puso blanco como la nieve, salió corriendo, se encerró en el baño y cuando se animó a salir, estaba llorando, temblando, y en camino a casa vomitó.
—¿Pánico escénico? —me pregunta y asiento—. Es una pena, es realmente bueno, Gia —sonríe.