—Sakura-san— saluda con formalidad. De los cuatro parece el menos afectado, pero la verdad es que el hombre se siente tan desolado como su líder. —Cada vez pierdo el control con menos frecuencia gracias a usted, incluso cuando esos dos se la pasan discutiendo.— Una sonrisa casi nostálgica permite que las comisuras de sus labios se levanten levemente. —Siento que al fin estoy llevando una vida normal y... y no sé cómo pagarle por lo que hizo por mí.— El hombre no sabe cómo llorar, pero entiende el peso que lleva cargando en su consciencia desde hace cuatro años, entiende el dolor en los ojos de sus compañeros, la soledad en la seriedad de Sasuke y la desesperación en los silencios de Sarada. —Hay días tan difíciles en los que Sarada-chan nos pregunta por usted y nunca sabemos qué contestarle, pero Sasuke-sama es miserable todos los días. A veces actúa como si no quisiera seguir viviendo...— toma un momento para contemplar sus próximas palabras, y para poner su corazón en el juramento.
—Pero en esta misión no le fallaremos. Los protegeré con mi vida; se lo juro, Sakura-san.—