Lucy
Lucy por fin había comido, dos panes tostados y un café con leche. También logró dormir un poco; justo después de haber comido se recostó un momento en su cama y cayó rendida. No durmió demasiado; eran la una y dos cuando se despertó.
—¿Eh? Me quedé dormida, idiota —balbuceó somnolienta para sí.
Buscó su teléfono en busca de saber la hora; una vez la vio, pensó «¿tenía algo que hacer?» Tardó unos segundos pensativa, hasta que cayó en cuenta.
—¡Ahhh! ¡Adam! —exclamó con fuerza.
Se levantó de golpe, con sus ojos abiertos de par en par, despertó por completo.
«Ah... Claro... No permiten visitas que no sean de su familia» pensó desanimada, se sentó en su cama, agitó su pie ansioso y comenzó a divagar. Encendió su teléfono, miró su fondo de pantalla; era Adam y ella abrazándose. Él había sido el de la idea de esa foto.
—¿No tienes frío, Lucy? —inquirió Adam frotando sus manos entre sí.
—¡Sí! ¡Mucho! Olvidé mi suéter, me caí de la cama, era tarde y con el apuro lo olvidé —confesó ella.
Adam la miraba atentamente.
—¿Y si te caliento? —inquirió Adam luego de un breve silencio.
—¿En qué sentido? —replicó con una ceja levantada.
—¿Ah, qué? Solo decía, en buen sentido, porque olvidaste tu suéter y yo...
—Adam Alexander Adamec Sanders... —exclamó Lucy entrecerrando los ojos.
—¿Sí? —inquirió él.
Lucy decía su nombre completo para regañarlo.
—Nada, me gusta tu nombre, siento que rima —dijo riendo—. Entonces ¿cómo me calentaras?
—Ah, yo... ¿Abrazándote?
—Qué tierno, ¿entonces calentarás tu cuerpo con el mío? —dijo en tono burlesco.
—Sí —respondió de inmediato.
Ella se sonrojó y apartó la mirada.
—Bueno, tomemos una foto, casi no tenemos.
—Vale, Lucía Leis Codina.
—¿Y yo que hice? —inquirió preocupada.
—Es que tu nombre también me gusta.
—Pero el mío no rima —se queja.
—Rima con el mío y el resto de la vida —expreso sonriendo.
Brotó una sonrisa de ella por el bonito recuerdo. Adam siempre era dulce con ella; se alegraba de que fuera asocial, así podían pasar todos sus ratos libres juntos, aunque bueno, ella no lo había hecho, por Adrien.
—Cierto, Adrien.
De nuevo se había olvidado de él y se sentía mal por ello
—Soy un asco de persona, desconsiderada y tonta.
Tomó su teléfono, entró al chat de Adrien y le escribió.
Lucy:
Me alegra mucho que despertarássss
Estaba muy preocupada🥺
¿Puedo ir a verte?
Eran la una y catorce; se quedó mirando la pantalla. Su mensaje fue visto pocos segundos luego de ser enviado. Pero no obtuvo respuesta. Pasaron uno, dos, tres minutos y ni una palabra. Normalmente respondía enseguida ¿por qué ahora no?
Lucy:
¿Estás ahí?
Si estás dormido, di no
De nuevo sus mensajes fueron vistos, pero una vez más no hubo respuesta. Pasaron uno, dos, tres minutos; no era algo usual.
Lucy:
¿Hice algo malo?
Seguramente sí y no lo recuerdo
Si fue así, perdón
Parpadeó y ya habían sido vistos, pero de nuevo nada, se estaba impacientando, no había nadie en su casa; podría estampar su teléfono contra el suelo y decir que había sido un mapache o algo, pero se contenía de hacerlo, al menos por ahora.
Miró al techo aún esperando respuesta y llegó a sí la idea de llamarlo. No era algo que le gustara demasiado, sentía que hablar con el teléfono cerca era como si le susurraran al oído y eso la ponía muy nerviosa y hablar con el altavoz encendido no le gustaba; sentía que podrían escuchar sus tonterías y burlarse, pero aún así, llamó.
El teléfono emitió ese molesto pitido, mientras en la pantalla decía "llamando...". Lucy remedaba el exasperante sonido. Sonó uno, dos, tres y por desgracia para la paciencia de Lucy siguió sonando; unos doce pitidos después finalmente cesó. Había cancelado la llamada.
—¡Te va a llamar tu abuela, estúpido! —gritó al teléfono.
Lo aventó a la cama y se fue por un vaso de agua; sin embargo, no alcanzó a salir de la habitación cuando el mismo al que le había gritado y tirado, comenzó a sonar "pipupipi pipupipi" se escuchaba emitir.
Lucy lo vio, lo ignoró, siguió en dirección a su cocina, se sirvió un vaso de agua, lo tomó, suspiró y sin apresurar su paso volvió a su habitación para contestar el teléfono. Seguía sonando y esta vez ella sí aceptó la llamada.
Hubo un silencio absoluto; él no pronunció ni una palabra y ella tampoco; esperaba a que él lo hiciera, pero no pasaba. Lucy era muy orgullosa, pero también era poco paciente, por lo que al cabo de un minuto de silencio se resignó a hablar.
—¿Por qué guardamos luto? —inquirió ella.
—Que feo... Digas eso luego de... Muerte —dijo Adrien.
Aunque sonó entre cortado, luego colgó la llamada.
Lucy se quedó en shock, de nuevo habló sin pensar; ella lo había dicho por el minuto de silencio, pero ciertamente fue un comentario desconsiderado. Aunque Adam no estaba muerto, que llegará a estarlo era una posibilidad latente, por desgracia. Volvía a sonar el tono de llamada; atendió de inmediato.
—Perdón —dijo Lucy.
—Quería decirte lo mismo —dijo él con voz calmada y siguió más apresurado—. No sé bien lo que dije, perdón, no entendí que había sido por el minuto sin hablar.
—No, tienes razón, no debería hacer bromas de ese tipo con mi mejor amigo pasándola mal —dijo con voz quebrada.
—No llores, Lu, Adam se pondría triste.
Ella no pudo evitar derramar una lágrima al escuchar ese apodo. Adam solía llamarla de muchas formas y esa era una de ellas. Vino a su mente una conversación con Adam a los siete años, cuando se conocieron.
Era el cuatro de septiembre del dos mil quince; la hija única de la familia Leis estaba cumpliendo años, siete. Lucía estaba muy emocionada. Sería su primera fiesta de cumpleaños.
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Editado: 20.11.2024