(Narra Alina)
No tengo mucho que hacer en la casa, limpio, sacudo y juego con el perro a traer la pelota en el jardín. Después de algunas horas comienzo a sentir aburrimiento, pero prefiero estar aquí sola que el Centro de Maternidad rodeada de miradas hostiles. Tomo la caja del comedor y la subo a la recámara. La coloco al lado de la bolsa amarilla que me dieron las Nanas. Estas son todas mis pertenencias, lo cual encuentro un poco triste. Galeana dijo que después encontraríamos un lugar para que pudiera poner mis cosas, me pregunto en dónde será. Abro las puertas del armario. No me sorprende encontrar que toda la ropa del capitán es negra, ese es el color oficial de los Caimanes. Paso mi mano por las chaquetas de cuero, las camisas y los pantalones, en el suelo hay algunos pares de botas todo del mismo color. Del lado derecho hay una cajonera. Abro el primer cajón, contiene su ropa interior; el segundo, sus calcetines; el tercero, sus playeras y así hasta llegar al último que contiene ropa de mujer. Lo cierro de golpe, como si hubiera encontrado algo terrorífico. Me repongo de mi reacción inicial y vuelvo a abrirlo. Son objetos de Greta. Hay un vestido gris, un cepillo de cabello, un dije de oro en forma de la letra G, una fotografía de Greta en un páramo, vaya, sí que era bella. Al fondo hay un montón de papeles, los tomo, es un discurso que Greta dio sobre la fidelidad de la mujer al régimen, voy a devolverlos cuando una pequeña nota cae de entre los papeles.
Querida Greta: Nadie va a separarnos. Jamás pierdas la fe en nosotros, encontraremos la manera de estar juntos. Por siempre tuyo, Iván.
Exclamo de sorpresa. Releo la nota varias veces pues no doy crédito a lo que veo. ¿Iván? ¿Quién es Iván y por qué le escribió esto a Greta? Escucho que la puerta principal se abre. Devuelvo la nota junto con los papeles al cajón y lo cierro. El capitán va a enfurecerse si descubre que estuve husmeando entre sus cosas. Tengo el pulso acelerado, intento respirar para tranquilizarme, pero no funciona. Escucho los pasos de Galeana subiendo las escaleras.
—¿Qué te sucede? —me pregunta al verme agitada.
—Nada —contesto con voz chillona.
—Te tengo malas noticias, el problema con la Nana gorda se resolvió, eso significa que tendrás que seguir asistiendo al Centro de Maternidad —me informa mientras se quita su chaqueta de cuero. Lo miro confundida, ¿por qué consideraría que esas son malas noticias?—. Solo no permitas que te contagien de su optimismo falso y sus sonrisas fingidas.
¿Está hablando mal del Ministerio de la Mujer? Durante años Greta fue el rostro de ese optimismo falso y las sonrisas fingidas, ¿por qué le desagrada? ¿Será que no lo soporta porque sabe que su mujer le puso los cuernos?
El capitán chasquea sus dedos cerca de mi rostro, caigo en cuenta de que me quedé viendo al vacío mientras pensaba en Greta.
—¿Qué te sucede? —me pregunta de nuevo.
—Nada, es solo que las Nanas insisten en que siempre estemos sonrientes y felices —le respondo con nerviosismo.
—Lo sé y entiendo que tengas que seguirles la corriente mientras estés con ellas, solo te pido que no traigas nada de esa basura a casa, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —musito—. ¿Sabe si Nana Margarita está enojada conmigo?
Galeana se encoge de hombros mostrando indiferencia.
—¡Ni idea! Probablemente solo se disculpó conmigo por que la Matrona Selena la obligó —dice con una sonrisa arrogante—. Estoy seguro de que no esperaba que eso sucediera. De cualquier modo, solo no la dejes entrar a la casa jamás.
Asiento con preocupación. Puede que la Nana se haya disculpado con el famoso capitán Gregorio Galeana, pero estoy segura de que a mí me hará pagar por ello.
Galeana tira su chaqueta sobre la cama. Tal vez es mi imaginación, pero parece indeciso, cómo si se estuviera preguntando qué hacer. Chasquea la lengua con una expresión vaga en el rostro. Después da una zancada en mi dirección y por instinto doy un paso hacia atrás hasta pegar mi espalda contra la pared. Cuando nota mi abrupta reacción se detiene y regresa a dónde estaba originalmente. Me quedo en mi lugar preguntándome cuál era su intención. Ya sé que alguna de estas noches tendremos que tener relaciones, pero afortunadamente parece que no será hoy.
A la mañana siguiente, me despierto para encontrar que el capitán ya está completamente vestido y se dispone a salir.
—Puedes poner tus cosas en el armario, ya despejé algunos cajones —me dice antes de partir.
En cuanto sale voy a revisar qué cajones ha liberado. Para mi sorpresa, uno de los cajones vacíos es el que contenía las pertenencias de Greta. Busco en la habitación, en el armario, busco en su oficina y en todos los lugares que se me ocurren de la casa, pero no encuentro los objetos que ayer estaban en ese cajón. Él último lugar que reviso es el bote de basura, pero está vacío, el capitán debió sacar la basura antes de que yo despertara. Abro la puerta principal y compruebo que la calle está casi vacía, una mujer con uniforme gris camina con una niña pequeña de la mano, espero a que den vuelta en la esquina y luego salgo a los contenedores de basura que se encuentran en la esquina opuesta. Intento caminar con naturalidad, llevo un pequeño bote de basura del baño de visitas, que está vació, pero espero que eso sea suficiente para no levantar sospechas de los vecinos. Cuando llego al contenedor hago la finta de que voy a vaciar el bote y aprovecho para asomarme, el olor de la basura acumulada de los hogares de la calle es nauseabundo, pero me aguanto y fácilmente encuentro lo que busco. En una caja están los objetos del cajón más la fotografía de Greta y Gregorio que estaba en la sala, ¿por qué tiró también la fotografía? Por impulso meto la mano y saco el documento con el discurso escrito, encuentro la nota de Iván y la guardo en el interior de mi sostén. No sé porque lo estoy haciendo, tal vez quiero una prueba de que no estoy inventado esta escandalosa historia de infidelidad de la virtuosa Greta Galeana, un recordatorio de que no era tan fantástica y perfecta como todos creían y que no debo sentirme tan pequeña en comparación suya.