Bienvenidos a Corazón de tinta y alma de papel.
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El otro día os contaba cómo me inicié en esto de la lectura y como esto ocurrió de forma paralela con escribir y dibujar. Cómo ya habrás imaginado mis regalos de Reyes siempre estaban relacionados con pintura. Mi madre también era muy aficionada pero nunca pudo practicar más que con un lápiz. A los doce años recibí el mejor regalo que me habían hecho nunca: un maletín de óleo y un caballete.
Empecé a dejar atrás los cuentos, para dibujar sobre un tablón todo lo que mi mente imaginaba. Ese mismo año para mí cumpleaños me regaló un libro sobre pinturas famosas. En ese momento se desató mi imaginación y dejé por completo mis otras aficiones.
Pasaron unos años en los que seguí absorta por la pintura, llegué a progresar bastante. Pero llegó un punto en el que no sabía cómo mejorar y pasé unos años frustrada. Ahora nada estoy habría pasado con la actual tecnología.
Después de mucho intentarlo y no encontrar ayuda terminé dejándolo.
Pero lo que nunca había dejado es la lectura. A estas alturas yo ya estaba en la adolescencia. Un día un amigo me prestó un libro: Cementerio de animales, de Stephen King. Creo que de aquella etapa los devoré todos. Recuerdo especial es el de It. Lo empecé un viernes después de comer y no podía parar, según parece me llamaron a cenar y yo ni me enteré. Cuando acabe con lo que tenía es rito, incluidos los escritos bajo el pseudónimo de Richard Backman. No me quedo más remedio que probar con otros autores, le tocó el turno a Agatha Christie y Mary Highins Clark. En poco tiempo me volví una lectora múltiple. Igual leia a King que a Pérez Galdós hasta que me fui alejando de la literatura juvenil y me centré en autores más adultos.
El próximo día os ampliaré está parte.
Gracias por leerme.
Os espero la semana próxima.