El camino se volvía más estrecho mientras Andrei y Azrael avanzaban por el bosque iridiscente. La luz danzaba entre las hojas brillantes, proyectando patrones hipnóticos sobre ellos. Había una calma en el aire, pero también una tensión que Andrei no podía ignorar. A cada paso, sentía que algo profundo dentro de él estaba a punto de romperse, como si el mundo nuevo que había encontrado lo estuviera empujando a confrontar no solo sus recuerdos, sino también sus propios deseos.
—Andrei, detente un momento —dijo Azrael, rompiendo el silencio. Su voz era suave, pero había una nota de intensidad en ella.
El joven se volvió hacia el demonio, sintiendo el peso de su mirada. Los ojos de Azrael, brillantes como brasas, parecían atravesarlo, desnudando todas las partes de él que intentaba ocultar, incluso de sí mismo.
—Has comenzado a comprender lo que significa la libertad —continuó Azrael, dando un paso más cerca. —Pero hay algo que aún temes aceptar.
Andrei frunció el ceño, sus ojos buscando una respuesta en el rostro perfecto de su guía. —¿A qué te refieres? Estoy intentando... cambiar.
Azrael inclinó ligeramente la cabeza, un gesto que mezclaba curiosidad y compasión. —No hablo del cambio. Hablo de la conexión. Aquí, en este mundo, no existen límites, Andrei. No hay juicios, ni condenas, solo la verdad de lo que eres y lo que deseas.
El joven sintió cómo las palabras de Azrael despertaban algo dentro de él. La atracción que había sentido desde que cruzaron el umbral del espejo, el magnetismo imposible de ignorar, ahora se hacía innegable. Trató de apartar la mirada, pero la presencia del demonio era demasiado poderosa, demasiado seductora.
—No lo entiendes… —murmuró Andrei, sintiéndose vulnerable. —No sé cómo... cómo dejarme llevar.
Azrael dio otro paso hacia él, hasta que apenas unos centímetros los separaban. Sus manos, fuertes pero delicadas, se posaron en los hombros de Andrei. La calidez de su toque envió una corriente eléctrica por todo su cuerpo.
—Te mostraré cómo. Pero solo si confías en mí.
Andrei asintió lentamente, su respiración acelerándose. En ese momento, el bosque pareció desvanecerse, dejando solo la intensidad de su conexión. Los ojos de Azrael buscaron los suyos, y entonces sucedió. El demonio lo besó, con una mezcla de firmeza y ternura que desarmó todas las barreras de Andrei. El tiempo se detuvo, y todo lo que había sido antes perdió relevancia.
La energía entre ellos se intensificó, una corriente que fluía como un río interminable, envolviéndolos en un torbellino de emociones y sensaciones. Sus cuerpos se entrelazaron bajo la luz cambiante del bosque, como si el propio Elysium celebrara su unión.
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Horas después, Andrei se encontraba recostado junto a Azrael, ambos envueltos en una calma que solo podía describirse como sagrada. No había palabras entre ellos, solo el suave sonido de la respiración y el latido rítmico de sus corazones, perfectamente sincronizados.
El joven miró al demonio, sorprendido por lo que veía en sus propios sentimientos. No era solo deseo lo que había sentido; era una conexión profunda, una que desafiaba toda lógica. Azrael, el ser que lo había guiado hasta aquí, no era solo un maestro o un guía. Era algo más, algo que Andrei apenas comenzaba a comprender.
—¿Esto también es parte de mi transformación? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio con un tono suave.
Azrael lo miró con una sonrisa que contenía siglos de sabiduría y un destello de vulnerabilidad. —Esto es parte de lo que eres, Andrei. No hay transformación sin aceptar cada faceta de ti mismo, incluso las que creías que debías ocultar.
Andrei asintió, dejando que esas palabras se asentaran en su mente. Por primera vez en su vida, no sentía que tuviera que justificar lo que era o lo que sentía. Aquí, junto a Azrael, era libre.
—¿Qué sigue ahora? —preguntó, apoyándose sobre un codo para mirarlo mejor.
Azrael alzó la mano y acarició suavemente el rostro de Andrei. —Ahora sigues caminando. Elysium tiene mucho más que ofrecer, pero cada paso que des dependerá de lo que decidas ser. Yo estaré a tu lado mientras lo descubres.
Andrei sonrió, una sonrisa que era pequeña pero sincera. Se sentía diferente, como si algo dentro de él hubiera despertado. Todavía había dudas, todavía había preguntas, pero por primera vez en mucho tiempo, también había esperanza.
El camino hacia adelante se presentaba incierto, pero Andrei sabía que no estaba solo. Junto a Azrael, se sentía preparado para enfrentarse a lo que fuera, incluso a las partes más oscuras y desconocidas de su alma. La verdadera aventura apenas comenzaba.