Corroidos

Capítulo 8: La Biblioteca de las Almas

El sendero comenzó a cambiar mientras Andrei y Azrael avanzaban. El paisaje vibrante de Elysium dio paso a un terreno más sobrio. Los árboles luminosos fueron reemplazados por columnas de mármol oscuro que se alzaban hacia un cielo cargado de nubes plateadas. Al fondo, se erigía una estructura monumental: una torre de cristal y piedra que parecía pulsar con energía propia. Su cúpula dorada emitía un resplandor cálido, como un faro en medio de la penumbra.

—¿Qué es este lugar? —preguntó Andrei, deteniéndose para contemplar la imponente construcción.

Azrael miró la torre con una mezcla de admiración y respeto. —Es la Biblioteca de las Almas. Aquí están registradas todas las historias de quienes han cruzado Elysium. Sus sueños, sus miedos, sus logros y sus caídas. Es un reflejo de lo que somos, de lo que podemos ser.

Andrei sintió un escalofrío al escuchar esas palabras. Había algo solemne en este lugar, algo que le hacía sentir tanto fascinación como reverencia.

—¿Por qué estamos aquí? —inquirió, aunque en el fondo ya intuía la respuesta.

—Porque la próxima etapa de tu camino requiere entendimiento —respondió Azrael, dirigiéndose hacia la entrada de la torre. —Elysium no solo te enfrenta a tus deseos, sino también a las historias que llevas contigo. Para avanzar, necesitas comprenderlas.

Sin esperar respuesta, Azrael empujó las enormes puertas de madera oscura, que se abrieron con un suave crujido. El interior de la biblioteca era aún más impresionante. Estanterías infinitas se alzaban hacia el cielo, llenas de libros cuyas cubiertas brillaban con luz propia. Una escalera en espiral se enroscaba hacia los niveles superiores, mientras un cálido resplandor dorado iluminaba todo el espacio.

—¿Y qué debo buscar? —preguntó Andrei, sintiéndose pequeño en medio de tanta grandeza.

Azrael lo miró por encima del hombro, su expresión enigmática. —No lo buscarás. Te encontrará a ti.

Antes de que Andrei pudiera responder, el demonio desapareció entre las estanterías, dejándolo solo. La biblioteca pareció volverse más silenciosa, como si el espacio mismo contuviera la respiración.

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Andrei comenzó a caminar lentamente, dejando que sus pasos lo guiaran. A medida que avanzaba, algunos libros se desprendían de las estanterías y flotaban frente a él, abriéndose para revelar páginas que no contenían palabras, sino imágenes en movimiento. Cada libro mostraba fragmentos de historias: vidas de personas que habían amado, perdido, luchado y triunfado.

Sin embargo, no eran solo historias ajenas. Pronto, los libros comenzaron a mostrar momentos de su propia vida. Una página reveló la primera vez que había deseado escapar de su hogar. Otra, la promesa que había roto con Alina antes de partir. Cada imagen despertaba emociones profundas, haciéndolo reflexionar sobre cómo esas decisiones lo habían moldeado.

—Es un peso que nunca pensé que cargaría… —murmuró, cerrando uno de los libros con manos temblorosas.

En ese momento, un volumen más grande que los demás se deslizó desde una estantería cercana y cayó al suelo con un estruendo sordo. La cubierta era negra como la noche, con letras doradas que brillaban intensamente: "La Historia de Andrei."

Con manos vacilantes, levantó el libro y lo abrió. Las primeras páginas estaban llenas de sus recuerdos más queridos: la risa de su hermana, los abrazos de su madre, las noches bajo las estrellas. Pero a medida que avanzaba, las páginas se oscurecían. Los momentos de duda, de miedo y de traición aparecían con una claridad dolorosa.

—¿Por qué debo revivir esto? —susurró, sintiendo un nudo en la garganta.

—Porque solo al enfrentarlo podrás reescribirlo —respondió la voz de Azrael, que había reaparecido junto a él. El demonio observaba el libro con una expresión seria, como si también compartiera el peso de esas páginas.

Andrei levantó la vista hacia él, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y vulnerabilidad. —¿Reescribirlo? ¿Cómo? No puedo cambiar lo que hice.

Azrael colocó una mano sobre el hombro de Andrei, su toque firme y tranquilizador. —No puedes cambiar el pasado, pero puedes cambiar cómo lo llevas contigo. Tu historia no termina en lo que fue; se define por lo que haces con ello.

Andrei cerró los ojos, dejando que esas palabras lo calaran profundamente. Cuando volvió a abrirlos, las páginas oscuras del libro comenzaron a llenarse de luz. No borraban las heridas, pero las transformaban en algo más: lecciones, posibilidades, nuevos comienzos.

—¿Y si no soy lo suficientemente fuerte? —preguntó en voz baja, sintiendo que la responsabilidad lo abrumaba.

Azrael inclinó la cabeza y sonrió suavemente. —No estás solo, Andrei. Nunca lo has estado.

El joven asintió, apretando el libro contra su pecho. Sabía que su camino no sería fácil, pero también sabía que estaba listo para enfrentarlo, con todas sus imperfecciones y todas sus esperanzas.

Cuando salieron de la biblioteca, el cielo de Elysium brillaba con una luz renovada. Andrei sintió una ligereza que nunca había experimentado antes, como si finalmente hubiera comenzado a aceptar el peso de su propia historia.

—¿Y ahora? —preguntó, mirando a Azrael.

El demonio sonrió, su mirada llena de complicidad. —Ahora creamos algo nuevo. El siguiente capítulo de tu historia está esperando ser escrito.

Andrei, con el corazón latiendo con fuerza, asintió. Con cada paso que daba, sentía que las páginas de su vida se llenaban de posibilidades infinitas, y que por primera vez, él tenía la pluma en sus manos.




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