Crossfire

Parte 1

Las imágenes se mantienen en mi mente, se repiten una y otra vez constantemente cada vez que cierro los ojos, aquella hermosa mujer bajo la guillotina, su cabello rubio y ojos lapislázuli, las lágrimas que intentan salir de ellos que le hacen lucir como el impasible mar, su rostro está lleno de heridas que derraman sangre, deseo ayudarla pero mi cuerpo no responde, no logro moverme ni hablar, las imágenes se vuelven cada vez más borrosas, veo a la mujer sonreír en mi dirección mientras la filosa cuchilla cae sobre su delicado cuello.

Siempre es el mismo sueño...

Me despierto con el molesto sonido de la alarma, quisiera no entrar en el cliché de odiar las alarmas, pero supongo que estas son el enemigo natural del ser humano, casi como si hubiesen sido hechas para perturbar al pacífico ser que se encuentra en los brazos de Morfeo, eso es, una maldición de los cielos.

Me levanto lo más rápido que mi cuerpo me permite, el dolor en mi cuerpo se ha hecho el saludo por las mañanas, camino hacia el baño de mi habitación evitando tropezar con cualquier cosa del suelo, ropa y basura por doquier, es un desastre. Logré llegar ileso por pura suerte, a lo mejor debo hacer que alguien limpie esto. Observo mi reflejo en el espejo, más que mi habitación yo soy el desastre, grandes ojeras, lágrimas secas en mis mejillas, mi piel muy pálida y mi cuerpo lleno de vendajes, sin mencionar mi cabello negro rizado que parecía que podía tomar vida, pero ese ya es así natural en mi. Limpio mis mejillas, despertar llorando se ha hecho una costumbre bastante vergonzosa, para alguien como yo seguir con estos hábitos de niño es algo que nadie debe saber. Por otro lado está ese maldito sueño, me ha perseguido desde que tengo memoria, se vuelve algo tedioso, no sé lo que significa, no reconozco a la mujer ni el lugar, como si nunca hubiera pasado, pero el sentimiento es demasiado fuerte como para tomarlo como un simple sueño y también, los ojos de esa mujer son iguales a los míos, ese intenso azul que nunca he visto antes. Quizá hable de esto con Emilia, esa chica es casi como mi hermana, como mínimo podría tomarme por loco pero no intentaría quemarme vivo.

Escucho unos golpes en la puerta.

-¡Ethan!- La voz nada cariñosa de Emilia se hizo presente al otro lado de la puerta. Abrí rápido esta, de nuevo con cuidado de no tropezar.

-Justo estaba pensando en ti cielo, nuestro amor nos mantiene conectados- digo consiguiendo un gesto de asco por parte de ella.

-Guarda tu sarcasmo asqueroso Ethan, no estoy para juegos- Habló bastante molesta.

-¿De nuevo Abel?- pregunté tranquilo, la mayoría del tiempo Emilia venía molesta aquí a contarme lo que hacía este.

-No lo digas como si yo tuviera el problema, ese sujeto me pone de los nervios- se queja poniendo los ojos en blanco, yo sonrió ante su gesto, es lindo cuando se comporta como una niña. Su cabello rubio está sujetado en una cola de caballo hoy, su piel porcelana y cuidada y sus ojos negros penetrantes que intimidan a todos, cuando está molesta logra asustar hasta al más rudo, pero para mi sus berrinches solo logran ser algo tiernos. 
Caminé de nuevo al baño observando mi reflejo una vez más, me sigue pareciendo un desastre, sin embargo Emilia insiste en que hay muchas chicas detrás de mí, parece un chiste.

-Ethan deja de ser un narciso y ponme atención- Me reprende mientras se sienta en mi cama, quizá porque es la única parte de la habitación que parece habitable.

-Déjame adivinar, Abel de nuevo te desobedeció- dije sin poner mucho interés, un silencio se mantuvo al lado dejándome claro que mi comentario la había molestado- Emilia, sabes que él no le hace caso a nadie, tienes que dejar de ponerle atención, comienzo a creer que te gusta más que yo- me asomo guiñandole un ojo a la rubia, una camisa de cuadros verde impacta contra mi cara.- Justo la que buscaba, siempre sabes lo que quiero preciosa- Entro rápido al baño antes de ser golpeado con algo más sólido. 
Probablemente solo tomaré una ducha rápida, no quiero tocar demasiado las heridas, a pesar de estar acostumbrado a estas no me gusta el contacto del agua fría en ellas desde buena mañana. Al salir me encuentro con que mi compañera ya no está, le iba a pedir que me ayudara con las vendas pero supongo que debo encargarme solo. Después de un rato consigo colocar las vendas aunque algo mal y me coloco la camisa que mi compañera había lanzado a mi cara minutos antes, observo la habitación una vez más antes de salir. Las paredes de color musgo, una pequeña ventana al lado de mi cama destendida, la basura en el suelo y un grupo de libros en mi escritorio, Abel me los había dado pero no había tocado ni uno solo, leer no es mi estilo, y por último mi pequeño cactus, un regalo de Emilia, solo debía regarlo algunas veces por lo que cuidarlo era fácil.

suspiré muy alto y cerré la puerta, mi pequeña habitación era tan solo una de miles, los estudiantes vagaban por los pasillos con sus bulliciosas vidas, un instituto para aquellos que no calzan en el mundo normal, somos monstruos para ellos así que nos ocultamos, ocultamos nuestro poder, nuestra magia o apariencia.

-Al fin te dignas a salir de tu cueva- A mi lado aparece Abel, mi amigo de infancia y enemigo jurado de Emilia, crecimos juntos en el instituto, somos huérfanos así que hemos estado todas nuestras vidas bajo el cuidado de estas paredes.



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En el texto hay: magia guerreros misterio

Editado: 19.02.2018

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