Cuando te cuente nuestra historia

Capítulo 1

 

Mudarme a otro país para seguir con mi último año de universidad no entraba en mis planes. Ni siquiera había pensado en mudarme de casa, como para dejar toda mi vida, y mudarme con mi familia a España. Concretamente, a Madrid. Había visitado el país y la ciudad muchas veces para visitar a mis tíos y a mis primos, pero estar aquí…viviendo, era otra cosa. Mis padres me dieron la “fantástica” noticia después de mi último día de clase. Yo solo podía pensar en las vacaciones merecidas que me tocaban. En pasar todo el verano tumbada en la hamaca al sol, bañarme en la piscina de mi mejor amiga, ir a la playa y comer lo que mi cuerpo me pedía. Eso, para mí, eran unas vacaciones perfectas. No quería pensar en nada relacionado con la universidad, ni en chicos, ni en nada que pudiese bloquear mi mente. Pero mis padres me dijeron que la empresa, donde justamente ambos trabajan, les necesitaban en Madrid. Mi vida entera estaba en California, mis amigos, mi universidad ¡hasta mi mexicano favorito! Por Dios…mis padres me habían dejado sin mis preciados nachos con queso. Los de ese lugar, estaban increíbles.

Cerré los ojos tan pronto la primera curva cerrada de la autopista llegó. Mis padres parloteaban con tanta felicidad, que me sentía un poco mal por tener tantos pensamientos negativos por esta idea suya.

–– Cielo, estás muy callada. ¿No estás contenta por ver a tus primos? Tu prima Eva está deseando verte –– preguntó mi madre mientras mi padre agarraba con cariño mi pierna con su mano derecha y conducía con la izquierda. Siempre lo hacía cuándo me notaba triste.

Abrí los ojos.

–– Siendo sinceros, contenta, contenta. No estoy. Pero como soy adulta, os diré que me siento…–– me llevé la mano al mentón y me lo rasqué pensativa ––. Bueno, me siento mal mamá. Sé que tengo veintidós años, que soy una joven adulta, que la vida me espera con cientos de cambios y que no todos serán buenos ––digo repitiendo las palabras que mi padre me había dicho durante el vuelo.

–– Hija, sé que no va a ser fácil para ti, pero recuerda que tu madre y yo, dejamos España para crear un futuro juntos. Nosotros nos mudamos desde Madrid a California con veinticinco años, si tu madre no hubiese tenido un embarazo de alto riesgo, nacerías en España como Javier me llamo.

Puse los ojos en blanco. Sí, tenían razón. Ellos también arriesgaron mucho para crear una vida juntos en Estados Unidos.

–– Sara, cielo. No eres una persona egoísta, te amoldas a cualquier cosa. Sabemos que no tenías por qué venirte a vivir con nosotros. Pero la familia te importa, y quieres que estemos juntos –– mi madre me miraba con sus dulces ojos azules. Del mismo color que los míos.

Ahí me había pillado. Podía odiar tener que dejar California, pero más odiaría no tener a mis padres cerca.

–– Como siempre mamá. Tienes razón. Aunque todavía sigo esperando que me digáis donde viviremos.

Mi padre aguantó su risa. Sabía que algo me ocultaban y esperaba que no fuese vivir en casa de mis primos. Porque a mí eso, no me haría ni una pizca de gracia.

 

Nos acercamos a una valla donde mi padre detuvo el coche, enseguida bajó la ventanilla y presionó un botón que había enfrente.

–– ¿Diga?

–– Somos la familia Díaz –– dijo mi padre con alegría.

La valla se abrió hacia dentro y mi padre comenzó a avanzar. Mi madre se giró para mirarme con una amplia sonrisa.

Observé el lugar con los ojos bien abiertos. Era una zona residencial, con césped verde por todas partes y con grandes casas a lo lejos. Un señor de mediana edad salió de una puerta a mi izquierda. Se le veía sonriente y saludó a mi padre con la mano.

–– ¡Señor Javier, señora Andrea! Que alegría verles de nuevo. Ya tienen su casa lista. El americano les ha dejado un regalo en la cocina, lo digo porque no sé qué contiene y no quiero que piense que lo dejé yo ahí.

–– No pasa nada Raúl, mi querido amigo está deseando tenerme como vecino. Voy a enseñarle a mis chicas nuestro nuevo hogar.

Mi padre se despidió del señor, y aceleró lentamente.

–– ¿Quién era ese señor? –– pregunté mientras me ponía en el medio de mis padres. El cinturón me apretaba, pero me gustaba hablar así con ellos.

–– Es el portero de la urbanización. Hay varias parcelas en esta zona. Cada casa tiene su propio terreno y están separadas las unas de las otras para tener más privacidad. Cuando tu madre y yo nos enteramos de que volveríamos a Madrid, decidimos invertir en una buena casa. Mi mejor amigo del trabajo, Jacob Clark, vive aquí con su mujer y sus tres hijos desde hace ocho años.



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En el texto hay: new adult, romance

Editado: 31.05.2018

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