Despertar por las mañanas, ir al trabajo, volver a casa, cenar con prisa esperando no perderme la serie en el canal cuatro e irme a dormir mientras me quejo de la poca vida que me queda para vivir mi vida. Despertar otra vez, ir al trabajo, cenar sin ganas y ver la serie que solo rellena mi dia para ir a dormir otra vez mientras mi cabeza se debate si de verdad vale la pena hacer esto todos los días. Despertar por las mañanas, ir al trabajo, quejarme del tráfico y comprar la cena en alguna esquina porque estoy harto de cocinar siempre lo mismo e ir a dormir sin querer pensar otra vez en qué haré mañana. Despertar tarde, ir al trabajo sin peinarme, volver a casa y lavar los platos que llevan días acumulándose para ir a dormir sabiendo que no descansaré lo suficiente para el día siguiente.
¿Quién me ha puesto en esta rutina? ¿Es acaso el final trágico de una historia inconclusa que solo espera llegar a su auge? ¿Soy la definición de lo que llamamos hoy en día un robot? Programado para hacer lo que le toca sin esperar que algo cambie y, cuando lo hace, no saber qué hacer porque no está programado para aceptar los cambios con la facilidad que lo hace un humano.
¿Qué sería si habría seguido mis sueños de niño? ¿Qué tan difícil es ser astronauta? ¿El espacio se ve tan bonito como en las películas? ¿Por qué acepté tan fácil estar confinado en un cubículo de dos por dos sin la ventilación necesaria y con fechas límite que estresarían al más paciente?
¿De quién es la culpa que hoy no sienta que es hoy? ¿A quién puedo reclamarle por ser quien soy?
¿Hace cuánto que no me veo al espejo?