Creo que las despedidas son parte de la vida. No puedes huir de ellas e inevitablemente vas a tener que confrortarlas, ver a los ojos a la persona que se va y pretender que todo estará bien los siguientes días, sonreír estúpidamente deseándole lo mejor y esperar... esperar a que se vaya.
Hay despedidas más difíciles que otras, algunas son devastadoras y otras son un alivio. Hoy mi tía se fue a España con sus hijos, mis primos, ellos han estado dentro de nuestro círculo familiar desde que tengo memoria y, según historias de mi madre, desde que ella tiene memoria. Siempre cerca compartiendo los buenos y malos ratos. Mi abuelo sabe que no volverá a verlos, él no pretende viajar a España y ellos no tienen ningún motivo para volver, su abrazo fue el más largo de todos. Mi madre tiene ciertas esperanzas de viajar a ese país, por lo que se despidió de su confidente de tantos años con un hasta luego y una sonrisa llena de optimismo. Yo... respecto a mis dos primos con quienes he dormido muchas veces en el mismo cuarto, hicimos pijamadas interminables, cocinamos cada cosa que veíamos en internet y nos emborrachamos cuando tuvimos la edad para hacerlo, solo los abracé sabiendo que algún día iré a verlos, no sé cómo o cuándo, si se acordarán de mí o yo me acordaré de ellos, solo sé que los volveré a ver, por lo que me limité a sonreír sabiendo que les espera algo mucho mejor que acá. Más personas cercanas a su círculo familiar estuvieron presentes y se despidieron sabiendo que no volverían a verlos, aunque no parecían tener mucho que decir. Lágrimas van y vienen, ira, impotencia, negación, arrepentimiento, risas y un vuelo esperando. Ahora todo es solo un recuerdo exactamente igual que los momentos que tuve con ellos.
Estoy triste, pero feliz al mismo tiempo. He entendido que las despedidas no duelen por la persona que se va, si no porque no sabemos que será de nosotros ahora, qué haremos con esa sensación de vacío que nos deja y el no saber a quién recurrir cuando... bueno, cunado pasaba eso que nos hacía buscar a esa persona. Quizá despedirse duele porque tenemos miedo a lo que no conocemos, no lo sé, solo sé que ha empezado a llover.