Cuentos aún más cortos

61 - Plaga

Las paredes dejaron de temblar justo a tiempo para que la histeria se apodere de toda la familia, ese sonido metálico logró aturdir a algunos cuantos y la mayoría se vio obligado a salir de su habitación. Agudizo las orejas ante el inescrupuloso silencio, pero todo está tan callado que puedo escuchar a mi corazón latir; no obstante, la calma solo dura pocos segundos porque mis familiares comienzan a correr en dirección opuesta de donde venía el sonido de la pared, están huyendo de... ¿de qué?

- ¡Una boa! ¡Una boa! ¡Es gigante!

Los gritos de todos empiezan a ser más fuertes hasta que logro verla: una boa que, aunque solo puedo ver su cabeza que ocupa todo nuestro pasadizo, sé que es gigantesca. Defendernos es inútil contra algo de tales proporciones, así que mi cuerpo se limita a huir casi por inercia sin darme tiempo a pensar en lo que está sucediendo. De vez en cuando volteo para ver como ese animal rastrero saca su lengua bípeda, como si saboreara el aire... o, tal vez, nuestro miedo.

Después de tanto correr veo una luz en la pared, la puerta de nuestra casa imagino, pero cuando llego a ella me doy cuenta de que no es la entrada a nuestro hogar: ¡es el agujero por donde entró la boa! Intento detenerme, pero mi familia me empuja desesperados sin saber qué nos depara el destino. Caigo encima de los míos, cada uno más asustado que el otro buscando la manera de salir, algunos parecen pedir auxilio al estar siendo aplastados, pero no logro escucharlos bien. Más y más de nosotros caen encima de mí, pero el miedo y la desesperación que hay dentro mío parecen anular todo rastro de dolor. Finalmente, vemos a la boa salir por el mismo agujero, esta no se abalanza contra nosotros quitándome ese miedo de encima, pero una mano gigante tapa el recipiente transparente donde me encuentro junto a mi familia, la misma mano acaricia a la boa. Otros gigantes levantan estos recipientes y siento como si mi muerte estuviera cerca.

- Bueno, eso soluciona su problema con las ratas, señora.
- Muchas gracias, joven, ¿cuánto le debo?

Ahí está ella, esa mujer que se ha cobrado la vida de algunos cuántos de los nuestros con golpes secos y mortíferos. Ahora entiendo todo: encontró la forma de aniquilarnos.



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En el texto hay: cuentoscortos

Editado: 23.03.2022

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