Ayer, el viento dijo tu nombre entre suaves murmullos, ahogados en el relente de la noche.
Era céfiro arrastrando mis palabras, llevándose los suspiros de mi boca.
Sumergido en esta soledad tan profunda, llenos de ti están mis pensamientos.
Se desprende del cuerpo mi alma para entrelazarse con la tuya.
Amada, ¿no sabes acaso lo mucho que te añoro?
Enloquezco lejos de ti y mi espíritu desfallece mientras pasa otro día sin poder contemplarte.
¿No ves cómo sufro por tu ausencia?
Me estoy quemando por dentro.
¡Ay, si yo fuese aquel que está contigo ahora!
Te pondría en un pedestal para que todos te adoraran.
Te coronaría con las lágrimas de la luna.
Te bajaría las estrellas del cielo.
Encendería el sol por las noches por una sola mirada tuya.
Dime, ¿quién más te ama con tanta devoción?
¿Quién vendrá hacia ti?
¿Quién te buscaría hasta el fin del mundo?
Dime, ¿quién?
¿Quién moriría por ti?
¿Quién emprendería un largo viaje para encontrarte?
¿Quién?
¿Quién escalaría montañas para verte?
¿Quién cruzaría valles y desiertos por ti?
Dime, ¿quién?
¡Ay, doncella mía, no te das cuenta de que mi corazón es tuyo, te pertenece igual que todo mi ser!
Amada, amada, quédate conmigo y júralo por tu alma.
Adoro el sonido de tu risa.
¿Quién atravesaría los mares para implorar besar tu mano una vez más?
Dime, ¿quién lo haría por ti?
Tu voz es tan dulce como la miel, clara como las aguas que brotan de la fuente que han calmado la sed de mis entrañas, querida mía.
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Editado: 15.09.2024