Mariana no tenía idea de lo que debía llevar para la cena con los padres de Daian, revisó una y otra vez la ropa decente con la que contaba sus ojos viajaron de un lugar a otro. Siempre fue muy cómoda para vestir consideraba que pensar mucho en lo que usaría era una completa pérdida de tiempo sin embargo ya al darse cuenta de la situación no sabía que era lo acorde para conocer a 《sus suegros》a decir verdad eso la llenaba de miedo.
Respiró profundo decidió que lo decidiría después de una ducha. Ingresó al baño y tardó demasiado tiempo, el nerviosismo aumentaba cada segundo. Cuando llegó para seguir buscando algo presentable descubrió que sobre la cama se encontraba una caja de regalo, había una pequeña tarjeta sobre la tapa, la nota decía: Espero que sea de tu agrado. No es que quiera cambiar tu forma de vestir, pero lo hago por ti no quiero que mi madre te haga sentir inferior.
Ojalá sea de tu talla.
Así terminaba la nota que reposaba sobre la caja, con curiosidad abrió la tapa para husmear un poco dentro de ella. La envoltura enseñó un conjunto de dos prendas, sus ojos se ensancharon al ver lo fino que era aquel atuendo. Cerró la tapa no sabía si era por miedo a ensuciar aquel costoso vestido, Lucía la encontró sentada en la cama —¿Qué haces allí sentada se supone que ya deberías de estar lista? —Comentó la chica.
Mariana la invitó a ver dentro de la caja —¡Oh Dios! El papasito quiere que te veas espectacular aunque sea para una cena familiar ¡vamos a ponértelo te veras como lo que eres una diosa! —Mariana se sonrojó ante los halagos se su amiga llevaba mucho tiempo viviendo juntas y todavía no se acostumbraba a escuchar piropos dirigidos a ella.
—No voy a usarlo.
—¿Y que llevaras? Tu atuendo de la mañana —Dijo con sarcasmo, los vieron en televisión y las críticas no eran algo de lo que se pudiera sentir orgullosa. Hasta ella lo aceptó parecía un pordiosero al lado de Daian. Lucía le brindó un sermón tanto que no tubo más remedio que aceptar usar las prendas. Minutos después Mariana estaba vestida con un vestido negro entallado, este llevaba una abertura discreta que dejaba al descubierto un poco su muslo cosa que no se veía para nada extravagante ni fuera de lugar, complementado con un suéter blanco y zapatos negros.
El timbre del apartamento se escuchó y Mariana se paralizó, en el fondo sabía que eso no saldría bien y que tarde o temprano se iba a arrepentir de aceptar ese trato pero ya estaba echo. Deshizo unas arrugas que nisiquiera existía, su mente jugaba en su contra, sin muchas ganas abrió la puerta y un hombre con aspecto relajado estaba frente a ella. La observó de pies a cabeza algo que la hizo sentir nerviosa pasó un mechon de cabello detrás de su oreja al tiempo que sonreía.
Daian estaba asombrado ante el cambio de la chica, no parecía la misma que salió junto a él en la mañana, ahora vestía diferente y por lo que se pudo dar cuenta la prenda era de su talla —Buenas noches —dijo aclarando la garganta, se había quedado durante muchos segundos viéndola, lo que menos quería era hacerla sentir incómoda, lo que estaba apunto de vivir no sería nada fácil.
—Buenas noches —respondió Mariana con una sonrisa, quería hacer el momento menos tenso —¿Qué sucede? Me siento como un cadáver frente al forense, parece que a cualquier hora vas a partirme con las tijeras.
Daian sonrió por la ocurrencia de Mariana, se despidieron de las mujeres antes de salir, durante el trayecto hacía el auto no pronunciaron ni una palabra. Una vez en el estacionamiento Mariana quiso subir a la parte de atrás del vehículo pero él le impidió hacerlo —No quiero subir al lugar del copiloto —dijo con los brazos cruzados.
—¿Me estas haciendo un berrinche? Preguntó divertido.
—¡Que! ¡yo no... olvídalo simplemente no quiero —dijo con un color carmesí cubriendo su rostro.
—Eres mi novia y lo más lógico es que subas aquí —decía mientras señalaba el lugar —No te preocupes que no pienso hacer nada contigo así que deja de comportarte como una niña y sube —su tono de voz había variado a uno más grave.
—¡Si mi general! —contestó haciendo una mueca de soldado frente a Daian. Sin decir más subió a su lugar, se sentó lo más pegado a la puerta que pudo. Su mente llevaba recuerdos no muy gratos a su mente como aquel día en que iba junto a su tío en el auto y el llevó su mano a su pierna. Lo esquivó varias veces hasta que el la sujetó del cuello diciendo que si algo malo pasaba iba a ser culpa de ella por no quedarse quieta.
—Antes de que lleguemos quiero decirte que mi familia es bastante rara —Mariana se sobresaltó al escuchar a Daian hablar, se recompuso y le hizo una seña para que siguiera hablando —Van a hacerte muchas preguntas, mi madre querrá saber todo de ti. Puede que no le agrades y si ese llega ser el caso no vas a caerle bien hagas lo que hagas. Mi padre es diferente va a decir muchas cosas sobre mí, tú solo asegúrate de mantenerte callada, mi familia no es tan bueno como la tuya. Luego está mi hermano, él ya te conoce y dejé las cosas claras así que no vamos a tener problemas estoy seguro que es quien mejor te va a recibir —no sabía que más decir, en realidad las cosas serían mucho peor por eso se encargó de prepararla.
—Está bien. Mira soy todo lo que quieras menos tonta, así que ya se que tus padres no van a aceptarme en su familia, pero voy a aguantar ya que serán solo unos meses —sonrió convencida de que las cosas no serían fáciles y si su suegra falsa era muy odiosa y la trataba como aquellas señoras déspotas y groseras que veía en las novelas cuando era niña. Mujeres con la capacidad para hacer mucho daño sin sentir remordimiento, si bien era cierto que solo era actuación sabia que existía ese tipo de personas y no quería ser la víctima tal vez solo se hacía una película en su cabeza o estaría cerca de la realidad no lo sabía.
Creando muchas historias en su cabeza llegaron a la casa, Mariana se maravilló de lo bonita que era por fuera entonces pensó que el hombre a su lado había vivido una niñez tranquila y feliz. Como si supiera lo que ella pensaba Daian dijo —No todo lo que brilla es oro.