De Bailarina a Primera Dama

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El día llegó el vestido era encantador, al parecer su novio falso tenía muy buen gusto. En su vida imaginó llevar algo como eso, pero ya estaba no había vuelta atrás esa sería la primera vez que iba a asistir a una reunión muy importante sentía nervios ¿ y si no lo hacía bien? Siendo honesta con ella misma ese no era su lugar. Gran lío en que se metió afortunadamente no volvió a ver a su falsa suegra ni a aquel hombre que le causaba escalofríos solo de tenerlo cerca. Una voz en su mente parecía gritarle que todavía podía librarse de aquello.

Miró su reflejo en el espejo estaba satisfecha con lo que veía, el vestido resaltaba sus atributos, no tenia un buen cuerpo era consciente de ello. Las medidas que la sociedad impuso como perfectas no le rozaron en lo absoluto, su cintura era un poco ancha, pero eso no fue impedimentos para despertar bajas pasiones en los hombres que acudían al bar para verla bailar. Sus caderas eran grandes y senos pequeños sin embargo nunca odio su cuerpo y al contemplar su figura se sintió mejor.

Al principio pensó en desechar lo que Daian eligió porque no escondía su estómago ni nada de lo que para muchos estaba mal. Pensó en lo que sucedió el día de la prueba del vestido.

《Salió del trabajo, dichosa era la mejor palabra para definir como se sentía. Su horario de entrada iba a ser de ocho de la dos de la tarde a nueve de la noche, lo que significaba que tendría tiempo de ir a la universidad en las mañana y podría dormir más que en su antiguo trabajo. Tendría prestaciones laborales y todo a lo que un trabajador tenía derecho. Por ser su primer día solo le enseñaron el edificio y lo que debía hacer , a las seis y media le avisaron que podía irse.

Grande fue su sorpresa al encontrarse a Daian parado al lado de su auto esperándola -¿Qué haces aquí? -preguntó. No esperaba verlo al salir de su trabajo ¿Qué se suponía que hacía? Tal vez solo quería mantener su figura de novio respetable y que se preocupaba por ella.

-¿No puedo recoger a mi novia de su trabajo? -al final si iba por ahí. No podía ser diferente debía mantener una imagen de hombre enamorado. Actuar se le daba muy bien si no ganaba la presidencia podía dedicarse a la actuación fue lo que pensó pero no dijo ni una palabra.

Salieron juntos cada uno ocupado en sus pensamientos -Vamos a que te pruebes el vestido.

Claro, casi se le olvidaba. Si él no hubiera llegado seguro no llegaba a la dichosa prueba total no era de que le importara tanto la  gala. Puro hijo de papi habría en ese lugar, sin contar con lo aburridas que eran siempre las entregas de premios, solo de pensarlo se le podían los pelos de punta y si inventaba una enfermedad; sería imposible seguro Daian la llevaría a ese lugar aunque fuese en una camilla.

Tampoco quería usar un llamativo vestido, pero estaba claro que al ser acompañante de él futuro presidente debía estar a la altura de la ocasión. La voz de Daian avisando su llegada la regresó a la realidad no sabía cuánto tiempo pasó quejándose mentalmente de su situación hasta que estuvieron frente al edificio. El hombre bajó del auto para luego ayudarla  sus ojos se encontraron un instante, pero ambos retiraron sus miradas tal vez porque no querían sumergirse en un mundo desconocido para los dos.

Entraron al lugar y una chica les enseñó el vestido diseñado especialmente para la chica que contemplo asombrada la prenda》

Ya de vuelta en el momento Mariana aún no podía asimilar el  echo de tener que asistir a una fiesta como esa.
¿Cómo debía caminar? Aunque la única forma que conocía es de una manera sensual desde que empezó a trabajar de bailarina adoptó esa postura al principio fue para practicar luego formó parte de ella. Lucía y su madrina entraron para sacarla de su propio pensamiento.

—Mira nada más hasta pareces modelo con ese vestido  estoy segura que vas a dejar a más de uno babeando por ti. Aunque eso a ti no te importa porque solo te interesa uno y es ese pecado echo hombre.

—No digas nada más —la interrumpió Mariana antes de que su amiga dijera muchas más cosas delante de su madrina. Lucía podía llegar a ser muy indiscreta en ocasiones.

—Siempre he dicho que Lucía está loca, pero esta vez le doy la razón, te vez tan linda que pareces una princesa. Estas bellísima no puedo creer como has crecido mi niña, es bueno que después de sufrir la vida te de la oportunidad de tener lo que mereces porque es justo lo que siempre desee para ti y si por mí hubiera sido yo misma te  hubiera dado todo eso y más.

—Me diste lo que tuviste y eso me basta, no podía pedir más. Tú hiciste mucho por mí sobre todo aquel día que salí de nuestra casa —No era capaz de reprochar nada a la anciana, después de todo no tenía ni una obligación de cuidar de ella, lo hizo porque si.

—Pero de que sirvió si al final terminé siendo una carga para ti.

—No digas eso, sacrificaste tu movilidad por mí.

—Y lo volvería a hacer si fuera necesario.

—Bueno. No hay que pensar en cosas tristes, hoy te la tienes que pasar bien junto a tu novio. Disfruta la noche y no lo olvides eres una diosa y si alguien no lo reconoce es porque es muy pequeño para verlo.

—Gracias por ello, son las mejores.

Con una sonrisa se despidió de su familia, esa que formaron por voluntad. Daian la esperaba en la sala y al verla llegar algo cambió, su mirada se volvió intensa. Parecía otra, pero él no quería que se convirtiera en otra persona, le gustaba su esencia y esperaba no arruinar a la dulce chica que vestía ese atuendo tan elegante.

—Hola ¿parezco de una buena familia? —su pregunta lo tomó por sorpresa.

—¿Te interesa parecer alguien diferente de lo que eres?

—Claro que no, pero debo estar a tu altura ¿no es ese el trato? —conversaban mientras iban de camino.

—Basta con que seas tú.

—Escucha yo soy todo lo contrario a lo que los hombres quieren. No tengo pompis grande, ni cintura pequeña, mis  senos; mejor no hablemos de ellos.




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