De París, con amor

Capítulo 6

Elevo el mandil a la altura de mis ojos, dedicándole una mirada desdeñosa.

Cuando me hicieron la entrevista para trabajar aquí, acepté el puesto con la condición de que pronto me dejaran mostrar mis habilidades culinarias, han pasado más de dos meses de eso y ni siquiera me han dejado entrar a la cocina para otra cosa que no sea sacar los pedidos y servirlos.

Por más que suplicara una vez a la semana para no fastidiar, siempre recibía la misma respuesta: «ahora no, Amber, hay mucho trabajo, luego nos encargaremos de eso».

No eran más que excusas para que dejara la boca cerrada por un tiempo más, pero esta vez esa dichosa frase no va a funcionar.

Estoy más que decidida y dispuesta a exigir, no suplicar, que me dejen cocinar algo; estoy más que segura que con eso podré dejar de ser mesera. No es por ser arrogante, pero sé que tengo el talento, y no puedo derrocharlo de un modo tan indignante.

Siendo mesera, he tenido la oportunidad de escuchar lo que los clientes tienen que decir sobre la comida preparada por los chefs, o me daban notas para que se las entregara.

Quiero ser quien reciba esos halagos, no la que los hace saber.

Pero primero, debo seguir comportándome como lo he estado haciendo antes de que me dieran la baja por lo del incendio, para luego exigir lo que quiero a la hora de cerrar.

Atiendo a los clientes lo mejor posible, acomodándome de cierta forma para tener mejor contacto visual al momento de tomar la orden.

Les dicto las especialidades del día y les ofrezco el mejor vino que tenemos, y café para los que no toman. Algunos dejan propina y les sonrío como agradecimiento, incluso llego a ligar un poco con los que sé que vienen solos.

Suzette, la mesera con la que más hablo, se acerca a mí a paso normal y con un semblante serio, pero en sus ojos distingo que muere por decirme algo y no se lo va a guardar para ella.

—Tienes que decirme cuál es tu truco para las propinas, cada vez recibo menos —se queja, apoyándose de la cadera en uno de los mesones mientras tomo el mango del carrito donde están las órdenes ya listas para entregar—. Te he visto coquetear con algunos comensales. ¿Es ese tu truco?

—No exactamente —empujo el carrito, dirigiéndome a las puertas que dan al restaurant.

—Entonces es por tu físico, ¿no? —la escucho hablar detrás de mí, pisándome los talones, y su suposición me hace frenar de golpe, haciendo que los platos se sacudan y que ella se detenga abruptamente.

Me giro y la miro con el ceño fruncido.

—¿Qué?

—Eres rubia natural y de cara dulce —señala mi cabello y mi rostro con un movimiento de su mano.

—Mi pelo no tiene nada que ver.

Sí, soy rubia natural, pero eso no quiere decir nada.

Suzette es con la que más hablo de los meseros, normalmente porque ella viene a mí a contarme cosas de su problemática vida, desahogándose.

Ella lleva su cabello recogido en un moño apretado, tanto que hace que su tez se vea estirada, dándole más edad, siendo ella una mujer apenas un poco mayor que yo.

La mitad inferior de su cabello está dañado de tanto descoloramiento y pintado, se nota mucho más cuando lo lleva suelto. Siempre dice que se lo cortará el fin de semana de esa semana, mas nunca lo hace con la excusa de que le gusta el largo.

Es una chica de rasgos finos, ojos pequeños y verdes, nariz respingona y labios finos, es más alta que yo y de contextura delgada. No suele ser el centro de atención de hombres... sanos, por decirlo así, y eso es algo que le molesta, según me ha dicho.

Normalmente atrae la atención de hombres de mala vida que la ven como algo de una noche y ya.

Darle consejos no sirve de nada, lo he hecho antes y debo admitir que es más fácil hacer que un ciego lea letras normales. Así que sólo me dispongo a escuchar lo que tiene que decir.

—Los hombres prefieren a las rubias —continúa—. Y tú lo eres.

—Todo se trata de confianza, no de apariencia —culmino, saliendo de ahí indispuesta a seguir escuchando sus quejas de baja autoestima. En el fondo siento cierto remordimiento, pero últimamente tengo suficiente con mis propios problemas existenciales.

Ya me he tardado lo suficiente con esta entrega, arruinando en cierta forma mi récord de velocidad del día. Entregar la comida apenas sale de la estufa es una forma de ganar más propina, y familiarizarse con los comensales también ayuda. Pero eso es lo de menos, sólo ansío que acabe el turno.

 

***

 

Apenas se va el último comensal, Suzette cierra la puerta, quedando el restaurant oficialmente cerrado.

Me dirijo a paso rápido a la cocina y hacia el jefe. No deja de caminar de aquí para allá, vigilando que todo esté en orden, por lo que tengo que seguirlo.

El chef Alphonse se caracteriza principalmente por su fuerte carácter, lo cual no fue ninguna sorpresa para mí cuando ingresé, pero también sabe cómo hacer muy bien su trabajo como Chef Ejecutivo. Más que ganarse el miedo de la gente, ha sabido cómo ganarse el respeto de todos aquí, pero eso no quita el hecho de que sea un poco intimidante.



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En el texto hay: pasion, romance, proteccion

Editado: 13.07.2023

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