De París, con amor

Capítulo 12

—Blair es de hablar mucho, ¿no? —cuestiona Gabe mientras bajamos por el ascensor, viendo cómo juego con el llavero.

—A veces simplemente no puede dejar la lengua quieta.

—Pero es una amiga excelente —de una vez capto a lo que se refiere: la noche del incendio, cuando ella no dejó de gritar hasta que él fue por mí.

—La mejor.

Lo guío por el estacionamiento del edificio hasta que llegamos donde André tiene el auto estacionado.

Es de esos autos que, a pesar de que pasen los años, sigue luciendo tan moderno y nuevo como la vez que se compró; es de un lindo color gris plomo que se ajusta perfectamente a su estilo.

UPresiono el botón para abrir las puertas e inmediatamente reacciona, encendiendo y apagando las luces y haciendo ese ruido característico.

—¿Puedo conducir yo? —pregunta cuando tengo la intención de abrir la puerta del conductor.

—No —alargo en tono receloso, girándome y mirándolo con el ceño fruncido—. No es mi auto.

—Lo sé —ladea un poco la cabeza—. Pero quiero que el lugar donde comeremos sea sorpresa —se acerca a mí y me apego al auto con la mano que tiene la llave a mi espalda.

Hay algo que me hace sospechar… no sé decir exactamente qué es, pero siento que no está siendo completamente sincero conmigo.

—Que yo conduzca no quiere decir que deje de ser sorpresa —digo lentamente para que cada palabra se cuele en su cabeza—. Puedes decirme hacia dónde ir.

—Conoces la ciudad más que yo y adivinarás rápido —me tiende la mano—. Dame las llaves —enarco una ceja ante su tono casi autoritario—… por favor.

—No —introduzco el aro que sostiene la llave en mi dedo para tener mejor agarre.

—Amber —dice mi nombre en forma de advertencia.

—Gabe —contraataco, desafiándolo.

—Deja de jugar —está completamente serio y me llamó por mi nombre. Conclusión: creo que se está frustrando.

—Deja de pedirme las llaves.

Su boca forma una línea recta y exhala sonoramente, tratando de mantener la calma, dándome una mirada suplicante como si dijera: «ahora no, por favor». Pero no estoy dispuesta a darle las llaves así como así.

—No te voy a secuestrar. Dame las llaves —flexiona los dedos y vuelve a extenderlos, aun con su mano tendida.

—No —ironizo, reforzando mi tono con una pequeña sonrisa igual de irónica y angelical.

—Amber —vuelve a decir mi nombre igual que la vez anterior.

—Que no.

—¿Por qué no? —endereza la cabeza, adoptando una pose más seria.

—No quiero dártelas.

Me mira impasible por unos segundos, como si estuviese pensando en lo próximo que va a decir.

—Te lo compensaré.

Finjo estar pensativa, meditando su propuesta.

—Supongo que crees que caeré en lo de «quiero que sea sorpresa» —pongo mi voz más gruesa, imitando la suya, y me lanza una mirada con los ojos ligeramente entornados—. Dime la verdad y te las daré.

Su mandíbula se tensa ligeramente e inhala profundo, soltando el aire lentamente. Gesticula algo ininteligible para mí, pues es en inglés, a la vez que mira hacia arriba como si rogara por algo, quizás paciencia.

—Confía en mí —susurra al cabo de unos segundos, volviendo su vista a mis ojos.

—¿Que confíe en ti? —río—. ¿En serio me pides que confíe, cuando sé que me estás ocultando la verdadera razón para querer conducir?

—Hazlo.

—No.

—Dame las… —se detiene repentinamente y exhala, como si se hubiese tragado un improperio—… llaves y dejemos esto hasta aquí. Ignoraré que me estás sacando de quicio y tú la falta de confianza.

—Entonces sí admites que hay algo más detrás de todo esto —concluyo, viendo con satisfacción la mirada de irritación que se asoma en sus ojos.

Al ver que no hace nada, me despego del auto y le paso por un lado, dirigiéndome al ascensor, dando por sentado que no iremos a ningún lado si seguimos con esto. Gabe gruñe varias palabras en su idioma que, por lo que veo en su cara cuando me giro, sé que no son buenas ni bonitas.

—No entiendo nada de lo que dices.

Me responde en inglés y, menos de un segundo después, se percata de eso; sacude la cabeza ligeramente.

—Lo sé —cambia a francés—, y gracias al cielo, no lo haces —enarco una ceja y me cruzo de brazos—. No me malinterpretes, no soy capaz de insultarte.

—Eso no me reconforta mucho.

—¿Me darás las llaves? —vuelve a tenderme su mano.

Lo miro por unos segundos con ojos maliciosos, disfrutando de su exasperación.

—No —respondo con cierto cinismo, dando media vuelta en dirección al elevador.

—Amber —siento su mano tomar mi muñeca y me giro rápidamente hacia él, dándome cuenta poco después de que estoy a la defensiva; él lo nota y me suelta, mirándome a los ojos, inspeccionándome—. Por favor, dame las llaves —susurra.



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En el texto hay: pasion, romance, proteccion

Editado: 13.07.2023

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