Detzia

I

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Paso por paso, así se llega a tu destino sin duda alguna, era el recuerdo que Lily tenía sobre su padre después de haber caminado cerca de dos horas. El trayecto en sí no tenía problemas, seguía recto hacia las colinas y en breves ocasiones debía esquivar relieves extraños y puentes más resistentes de los que había conocido.

En sus brazos Boris dormía, la expresión en su rostro cambiaba cada vez que Lily hacía un movimiento brusco, intentando evitarlo al notar que su herida en el estómago seguía vigente. Utilizó ungüento de hierbas para evitar la hemorragia tras dejar atrás Rekinoa, pero sería necesario guardar reposo si quería que volviera a moverse.

Lily tenía miedo de detenerse. Aquellas tierras eran desconocidas por no decir extrañas, variados artefactos de metal con ruedas se fundían en pastizales o árboles crecían dentro de las cabañas que alcanzaban a tapar la hermosa luna sin nubes en el cielo. No había rastro de personas que pudieran ayudarla, los fieles a Rekinoa no eran una opción como tal, después de todo, el Cazador estaba con ellos y corría el riesgo de toparse un mal peor.

Uno de los artefactos de metal era más alargado que los demás y Lily se internó al notar que la puerta estaba abierta. Había asientos que corrían en fila a los costados con suficiente espacio para recuperar las energías. Lily acostó a Boris y cambió sus vendajes con cuidado mientras estaba atenta a cualquier sonido irregular afuera.

—No me abandones Boris por favor, eres la única familia que me queda —dijo con lágrimas en el rostro. El conejo burlón abrió un poco los ojos y sonrió de costado—. Volveremos a casa, te lo prometo.

Luego de unos minutos, sucumbió al sueño abrazada de su amigo.




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