Podría ser fácil describir a una persona físicamente, tan solo me bastaría con decir el color almendrado de sus ojos, la suavidad perfecta de su cabello castaño tan largo, y una figura que cualquier simple mortal envidiaría tan solo al verla.
Tal vez eso sería suficiente, pero ella era más que eso. La única manera en que ella podría describirse, sería usando la perfección de la maravillosa creación. No hay mejor manera de hacerlo que mirando la forma en que los hermosos pozos castaños que tiene por ojos, reflejan le hermosura de las constelaciones en la noche, luciendo como si tuviese el mismísimo universo en ellos. No podría decirse cómo es la suavidad de su piel sin compararla con el roce del agua al bajar por esta, o su color sin recordar un... diamante.
Podría decir mil cosas que ayudaran a describirla y, sin embargo, me seguirían faltando millones de detalles. Laurel era su nombre, y no podía haber uno que pudiese quedarle mejor, aunque tal vez fuese demasiado pequeño para describir todo lo que ella era.
Siglos después de la creación del universo, cuando probablemente ya había pasado el diluvio en la tierra, e incluso Dios había salvado a su pueblo de Egipto, algo poderoso ocurría en esos infinitos que llegan a ser del todo desconocidos para la humanidad hoy día, no son más que simples hipótesis de algo que podría ser.
Pero esos secretos poderosos habían logrado ocultarse en la Tierra, eso que el universo mantuvo oculto de la raza humana por tanto tiempo, ahora la ponían en peligro.
Ella era ese algo que podría probar todo aquello que muchos pensaban y detener todo aquello que a muchos destruiría.