Dos papás, un Destino

Capítulo 11

Al final sí me quedé donde James.
No dormimos en la misma habitación, obviamente. Ares y yo dormimos en la habitación de invitados, y él en la suya. Aunque debo admitir que me costó conciliar el sueño… había algo en saber que él estaba tan cerca que me hacía sentir segura.

A la mañana siguiente, me levanto temprano, preparo waffles y huevos revueltos. El aroma del café llena el apartamento, y por un segundo me siento como si viviéramos juntos de verdad.

Escucho pasos detrás de mí y una voz ronca que dice:
—Mmm… ¿así despiertas todos los días o solo cuando tengo suerte?

Me río sin girarme.
—Depende de qué tan buen invitado seas.

—Entonces creo que voy ganando puntos —responde, acercándose. Siento su mirada sobre mí mientras sirvo los platos.

Ares balbucea desde su silla y James lo levanta en brazos, haciéndolo reír. Esa imagen me derrite un poco por dentro. Nunca imaginé ver a alguien tan dulce con mi hijo.

Terminamos de desayunar y el timbre suena.
James frunce el ceño, deja su taza en la mesa y va hacia la puerta.

—¿Quién será tan temprano? —murmura mientras gira la manija.

Apenas abre, escucho una voz femenina, llena de entusiasmo:
—¡Hijo! Qué alegría verte. ¡Muero por conocer a Brenda y también a su hijo, me hablas tanto de ellos!

Mi tenedor casi se me cae de la mano.
James se queda paralizado.
—Mamá… cállate —dice entre dientes, sonrojado.

Ella entra como un huracán, elegante, sonriente, con una energía arrolladora.
—Oh, tú debes ser Brenda —dice al verme, extendiéndome la mano—. ¡Eres incluso más linda de lo que me imaginé!

—Eh… gracias —respondo algo nerviosa, limpiándome las manos con una servilleta.

Ares suelta una risita desde su sillita y ella enseguida se agacha frente a él.
—Y tú debes ser Ares, el pequeño del que mi hijo no deja de hablar. ¡Eres un encanto!

James se lleva una mano a la frente, avergonzado.
—Mamá, por favor…

Ares extiende sus brazos hacia ella y ella sonríe con ternura.
—¿Lo puedo cargar? —pregunta mirándome.

Asiento, y ella lo toma con cuidado entre sus brazos. Ares ríe y toca su cabello rubio, curioso como siempre.
—Por cierto, me llamo Cristina —dice, mirándome con una sonrisa amigable.

—Mucho gusto —respondo, intentando mantenerme relajada, aunque algo en su forma de mirar a James me incomoda.

—Entonces… —dice, balanceando a Ares— ¿qué quieren hacer hoy?

Miro a James, esperando que responda, pero él solo se encoge de hombros con una sonrisa.
—No sé, quizá podríamos salir un rato, aprovechar el clima —dice él.

Cristina asiente, aún con Ares en brazos.
—Podríamos ir al parque, hay un lugar perfecto para niños —dice entusiasmada.

—Iré con Ares al apartamento y nos arreglamos.

Él sonríe. —Te acompaño.

Antes de que pueda decir algo más, ya tiene a Ares en brazos, jugando con él como si fuera suyo. Me despido de su madre, que solo sonríe con esa mirada que lo dice todo.

Cruzamos el pasillo y cuando abro la puerta de mi apartamento, James entra detrás de mí. Cierra despacio… y en cuestión de segundos siento sus labios sobre los míos.

El beso es rápido, pero suficiente para dejarme sin aire.
—Por cierto —susurra cerca de mi oído— ese desayuno estaba delicioso.

Sonrío y niego con la cabeza, tratando de disimular la sonrisa tonta que me deja.
—¿El desayuno o yo? —pregunto sin pensarlo.

Él se ríe.
—Los dos —responde, mirándome con esa intensidad que me hace temblar por dentro.

—Perdona a mi mamá, es algo intensa —dice James con una sonrisa nerviosa, pasándose la mano por el cabello.

Yo me río bajito. —No pasa nada —respondo—, en realidad me pareció muy simpática.

Él suspira aliviado y me mira directamente a los ojos.
—Entonces… ¿quieres salir? —pregunta con una mezcla de timidez y esperanza.

Sonrío, sintiendo cómo el corazón me da un pequeño salto.
—Por supuesto que sí —le contesto.

Entro a la habitación y dejo mi ropa en la silla. Abro la ducha y el vapor comienza a llenar el baño. En ese momento escucho a Ares balbucear desde la cuna.
—¿Tienes hambre, mi amor? —le digo sonriendo mientras lo cargo.

Se aferra a mí y busca mi pecho, así que me siento en el borde de la bañera y lo amamanto. Sus pequeños dedos juegan con mi collar mientras lo miro, y no puedo evitar sonreír. A veces me pregunto cómo algo tan pequeño puede hacerme sentir tan completa.

Cuando termina, abro un poco más el agua y entramos juntos a la ducha. El agua tibia cae sobre nosotros y Ares ríe al sentir las gotas en su piel.
—¿Te gusta, eh? —le digo riendo también.

Salgo de la ducha con Ares envuelto en su toalla azul, riendo mientras le seco el cabello. Lo acuesto en la cama y comienzo a vestirlo con su pequeño conjunto blanco y su chaqueta gris.
—Listo, mi amor, ya estás precioso —le digo mientras le doy un beso en la frente.

Lo dejo jugando con su osito y me arreglo rápido: me pongo unos jeans, una blusa beige y suelto mi cabello aún húmedo.

Me seco el cabello con la toalla, todavía puedo sentir el eco del beso de anoche recorriéndome la piel. No dejo de pensar en James, en la forma en que me miró, en cómo me hizo sentir segura… aunque mi mente siga intentando poner barreras.

Me maquillo ligeramente, algo natural. Hoy quiero verme bien, no por vanidad, sino porque me siento diferente.
Tomo a Ares en brazos, él ríe y me toca la cara con sus manitas pequeñas, como si también supiera que hoy el día será bueno.

Mientras acomodo su chaqueta y su gorro, escribo un mensaje en mi celular:
“Estamos listos 😊”

Lo envío a James.

—¿Qué tal si vamos por un helado? —propone Cristina—. Tengo antojo y quiero conocer mejor a mi futura nuera.

James se ríe, algo nervioso, y yo solo niego divertida con la cabeza.
—Vamos —digo, intentando disimular el calor que me sube a las mejillas.




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