La noche caía sobre Hogwarts como una promesa susurrada por el viento. Las velas flotantes del Gran Comedor parpadeaban suavemente, proyectando sombras danzantes sobre los rostros ansiosos de los nuevos estudiantes. La ceremonia de selección había comenzado, pero ese año, nadie estaba preparado para lo que estaba por suceder.
—Lisa Snape —anunció la profesora McGonagall con voz firme, sosteniendo el pergamino entre sus manos.
El murmullo entre los alumnos se detuvo de golpe. Lisa caminó hacia el Sombrero Seleccionador con una elegancia inquietante. Su largo cabello negro caía en ondas oscuras sobre sus hombros, y sus ojos grises, idénticos a los de su padre, brillaban con una calma peligrosa. Su túnica parecía moverse con vida propia, como si la magia la envolviera incluso antes de haber sido seleccionada.
—¿Snape? ¿Tiene una hija? —susurró Ron a Harry, sin apartar la mirada de la chica.
—Parece que sí —murmuró Harry, sintiendo que el corazón le daba un vuelco sin razón alguna.
Draco Malfoy no pestañeaba. Su expresión altiva se había congelado, y sus labios entreabiertos no alcanzaban a disfrazar el asombro.
—Es... impresionante —susurró casi sin darse cuenta.
Astoria, sentada junto a Draco, entrecerró los ojos. Su mano se crispó sobre la mesa de Slytherin, y sus uñas se clavaron en la madera. Aquella chica tenía algo… algo que lo hacía todo girar hacia ella.
El Sombrero Seleccionador apenas rozó su cabeza antes de gritar:
—¡SLYTHERIN!
Los aplausos no tardaron, pero eran más bien ahogados, como si todos estuvieran demasiado ocupados procesando su presencia. Lisa se bajó del taburete con una leve inclinación de cabeza y caminó hacia la mesa de Slytherin con pasos serenos. Su mirada recorrió el comedor, pero no parecía buscar nada… hasta que, sin previo aviso, se detuvo justo en los ojos de Harry.
Harry sintió que su garganta se secaba. Había algo inquietante en ella, pero no podía mirar a otro lado.
—¿Me está mirando a mí? —preguntó en voz baja, con un nudo en el estómago.
—Claramente no —respondió Draco con desdén, aunque su voz temblaba un poco.
Lisa llegó a la mesa de Slytherin y se sentó justo frente a Draco. Lo miró sin miedo, sin interés… sin nada.
—Malfoy —dijo ella, como si probara su nombre en la lengua.
—Snape —respondió él, recuperando un poco su actitud arrogante—. No sabía que el profesor tenía una hija.
Lisa ladeó la cabeza, sus labios curvándose apenas en una sonrisa enigmática.
—Hay muchas cosas que no sabes… Draco.
Astoria casi escupió su calabaza confitada.
En la mesa de profesores, Remus Lupin se había quedado estático. Su expresión era serena, pero su mirada no dejaba a Lisa ni por un instante. Dumbledore lo observó de reojo, ladeando levemente la cabeza.
—Parece que el parecido con Severus es innegable —comentó el director con tono casual.
—Tiene su esencia… pero también algo más —murmuró Lupin, apenas consciente de su propia voz.
Mientras los demás alumnos eran seleccionados, todo el comedor parecía girar en torno a Lisa. Como si su presencia alterara el flujo mismo de la magia en la sala. Cuando por fin todos estuvieron sentados, y la comida apareció con un destello, el hechizo no se rompió.
Harry miraba a Lisa como si intentara descifrar un acertijo. Había conocido muchas chicas… pero ella era distinta. Había misterio en sus silencios, peligro en su elegancia. No sabía si quería conocerla… o salir corriendo.
Draco, por su parte, sentía cómo su orgullo temblaba. Jamás una chica le había ignorado así. Él era Malfoy. Y sin embargo, ella lo había desarmado con una sola mirada. No podía permitirlo… y tampoco podía evitar querer verla otra vez.
Astoria no probó bocado. Cada vez que Lisa hablaba, sentía que le robaba el aire, como si alguien estuviera arrancándole el lugar que ella consideraba suyo. Y lo peor era que no podía hacer nada… todavía.
Y en el silencio discreto de sus pensamientos, Lupin se maldecía por mirar a una estudiante como la miraba. Pero era inevitable. Había algo en esa chica… algo que parecía antiguo, mágico y profundamente roto.
Esa noche, Hogwarts no solo había recibido a una nueva alumna. Había recibido a una fuerza que cambiaría el curso de todo.
Y ninguno de ellos estaba preparado.
Editado: 04.07.2025