—Mamá, ¿cómo te enamoraste de papá?
—Fue hace tanto tiempo, tú padre era muy insistente. Nunca se rindió en su propuesta, esa terquedad me hizo enamorarme.
—Que romántico —suspiró Minley mientras veía a su madre sostener a Azahel.
El pequeño había desarrollado la misma condición que su hermana; crecimiento lento.
—¿Por qué preguntas esas cosas cariño?
—Por nada —contestó nerviosa.
—Quizás Obed te declaró su amor —soltó Lee viendo como su pequeña se ruborizaba más.
—¡Co-como es que sabes eso!
—Mi amor, te conozco bien. Además, desde que Obed te vió por primera vez supe que ambos estarían juntos. No por la promesa, por amor.
Aunque el mandato fuese el unir a las familias, no estaban obligados a estar juntos, todo debía ser aceptado por las dos partes.
Después de un par de años, su princesa creció de forma hermosa. Pronto era una mujer fuerte, Lee estaba orgullosa de haber traído al mundo a esa niña que un día pensó detener su desarrollo.
—Te entrego a lo más importante en mi vida, protégela con todo tu ser. No la lastimes y amala siempre —balbuceó Michael tomando la mano Minley.
—Prometo hacerla feliz siempre, en esta vida y la próxima —contestó Obed sujetando su mano.
Michael se apartó de los chicos dejando que la ceremonia siguiera, un nuevo comienzo estaba iniciando. Un amor que uniría a dos familias, el lazo del destino que no se pudo formar por Lee y Mila, fue sellado por sus hijos.
—Hoy juramos —dijeron al mismo tiempo—, dar inicio con la ley, amarnos por la eternidad. Una nueva unión, que seguirá por lo siglos de los siglos.
Al derramar su sangre en el pergamino, fue como sellaron el trato. Las próximas uniones serian dentro de unos años. Todo estaría escrito en los pergaminos, los sirvientes conocerían de ellos, cuidarían a quien llevase la maldición que pronto se aproximaría.
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Editado: 01.08.2020