Engel Renard, aventurero de veinte años de edad, muy famoso en el reino de Goth por su equipamiento de armas que siempre carga. Engel Renard estaba en la provincia de Neleskar del reino de Goth, acostado en una hamaca de tela, en una casa que le había dado comida y lugar para dormir. Bostezando miraba como un soldado del ejército con molestia trataba con una señora. No hacía nada porque estaba cansado, y su descanso fue interrumpido cuando miró como el soldado golpeó a una niña de la casa en la cual estaba. El enojo que tuvo fue notorio y rápidamente se levantó, sacó un arma de fuego que llevaba en su cintura y apunto a la cabeza al soldado. —Deja de golpear a estas personas quieres. Es tu deber como soldado del ejército civil proteger a las personas —mantenía su brazo estirado, apuntando a la cabeza del soldado—. Si no quieres afrontar lo que te piden, vete y no seas un cobarde.
—Vaya, si es Engel Renard, el aventurero del reino de Goth. ¿Qué haces aquí y por qué me apuntas con tu arma? —Sobresaltado preguntó el soldado con miedo.
— ¿No escuchaste? Cumple con tu trabajo idiota.
—Estas personas quieren que saque a un morbo que está en la ciudad, como si yo fuera un tonto para enfrentar a una de esas cosas —disparó Renard cerca de la cabeza del soldado al escuchar su habladuría—. ¡Oye, detente! No te precipites.
El impacto del disparo había creado una pequeña explosión, y el soldado supo que si recibía un disparo como ese, moriría enseguida.
—Mejor vete de aquí. Yo me encargaré de eliminar a la bestia que asecha este pueblo. Hacer eso es lo mínimo que puedo hacer por las personas que me dieron de comer y un lugar para dormir.
—Si yo me iré de aquí. No recibo ordenes de nadie más, pero tengo cosas importantes que hacer —se retiraba el soldado atemorizado por Renard.
—Muchas gracias joven aventurero —abrazaba la niña con fuerza a Renard.
Renard acarició el cabello de la niña, entro a la casa, tomó sus cosas y se fue a donde estaba el morbo. En lo que iba caminando, se topó conmigo, Edler Thatcher. Su expresión de sorpresa me puso alerta por lo que podía pasar, pero no hizo nada más que ignorarme y seguir con su camino. Parecía buscar algo muy aprisa. Tampoco lo conocía para preguntarle qué pasaba, así que me fui tras él para averiguar que sucedía. Caminamos por un buen rato, hasta que atrás de una choza de paja y bambú, estaba un morbo de apariencia humana y grande. Era muy diferente al que vi en el bosque, de alguna forma sabía que este morbo era mucho más débil. El morbo tenía ocho codos de estatura y era gordo, sus dientes despedían una baba hedionda como la basura podrida. Estaba sentado comiendo mangos en lo que veía a unos perros atrás de una carreta ladrar.
Aquel joven que cargaba armas en él se acercó al morbo para hablar con él y pedirle que se fuera, pero el morbo se negó a hacerlo. Tuvieron una discusión y entre ella el joven dijo su nombre: Engel Renard, un aventurero famoso del reino de Goth. El morbo no parecía querer atacarlo, pero Renard tomó dos armas de fuego que cargaba en su cintura y le apuntó. El morbo se precipitó y cuando se lanzó queriendo atacar a Renard, este disparó. El morbo esquivo las balas y atacó a Renard. Aunque el joven era muy astuto y ágil, sus ataques no afectaban al morbo porque los esquivaba con facilidad.
La batalla marchaba bien, hasta que una niña de cabello rosa se atravesó en el camino tomando entre sus brazos uno de los perros que estaban ladrando. El morbo atacó a la niña, y Renard la abrazó dando la espalda al morbo para recibir el golpe en vez de la niña. No tuve otra alternativa que intervenir y unirme a la pelea. Mi puño chocó con el puño del morbo, mi burbuja energía, potencio y dio fuerza a mi puño, y de la misma manera golpee el estómago del morbo haciéndolo retroceder.
—No deberías de dar la espalda a tu enemigo. Las cicatrices en la espalda son una vergüenza para un guerrero —dije a Renard, alistando mis puños para combatir. El morbo estaba furioso y me atacó únicamente a mí, y por más que esquivaba, no podía golpearlo.
—Salta —me gritó Renard.
Cuando salte, disparó sus balas y al impactar en el cuerpo del morbo, explotaron y el morbo cayó muerto al suelo, desecho de su pecho. Me quedé asombrado ante ese ataque. Las armas de fuego de Renard expulsaban humo suave después del disparó.
—Eres increíble, Engel Renard, aventurero de Goth —halagué con asombró.
—Fue más increíble ver que detuviste el ataque de un morbo — guardaba de nuevo sus armas en su cintura—. Bebiste de una burbuja maldita ¿cierto? Lo supe al ver la corriente que emergió de tú cuerpo hacía tu puño.
—Sí, bebí la burbuja energía, hasta donde sé, es que mi cuerpo produce corrientes de energía que pueden aumentar mi fuerza, resistencia y potencia de mis ataques —respondí sonriendo de alegría.
— ¿La burbuja energía? Creo que esa es una burbuja rara, pero aun así, felicitó tu determinación en esta batalla que ya tenía perdida. Si no hubiera sido por ti, tanto la niña como yo hubiéramos muerto —agradeció inclinándose ante mí.
—No me lo agradezcas, yo lo hubiera hecho de todas formas.
—Insisto —mantenía inclinado su cuerpo ante mí—. Te debo un favor y te lo pagaré cuando pueda hacerlo.