El amor existe

CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 6

Itzel Dubois

No sabía cuánto tiempo llevaba en este lugar. No había una ventana, solo una horrible cama y un inodoro. Parecía una carceleta. Después de que el desdichado viudo se fuera, me quedé acostada, tratando de pensar en cómo escapar. Mientras divagaba en mis pensamientos, me quedé dormida.

Cuando desperté, encontré un plato de comida cerca de la puerta. Tenía hambre; no había comido en horas. Me levanté, recuperada, y tomé el plato. Contenía una pechuga de pollo con lo que supuse era puré, ya que era de color verde. Con temor de que le hubieran puesto algo, comencé a comer. Al parecer, solo era puré de espárragos. No tenía un sabor especial, pero era comestible. Después de terminar, dejé el plato frente a la puerta y me volví a sentar en la cama, esperando a que alguien abriera o ingresara por esa puerta.

Me preguntaba si Camille me estaría buscando. Ella y yo siempre hablamos por las noches, así que sería extraño que dejara de hacerlo de un momento a otro. Pero, en caso de que no haya pasado ni un día desde que me secuestraron, estaba segura de que, cuando empezaran a buscarme, ya estaría tres metros bajo tierra. Mientras esperaba, me quedé dormida de nuevo.

Desperté cuando sentí algo mojando mi cara. Abrí los ojos y vi al hombre frente a mí sosteniendo un cubo vacío.

— ¿Qué te pasa, idiota? — dije, con el rostro todavía medio dormido. — ¿Pudiste despertarme de otra forma?

Se sentó frente a mí y me miró durante unos segundos antes de hablar.

— Quiero que me digas cómo conociste a mi esposa.

Ahí estaba de nuevo, hablando de la loca esa. Era increíble cómo la vida parecía empeñarse en joderme.

— Ya te lo dije, la conocí en la universidad — respondí con frialdad.

— Eso ya lo sé, pero quiero que me digas por qué saboteaste su futuro.

— No sé a qué te refieres, yo jamás hice eso.

— No me mientas. Ella me contó que tú sobornaste al director de la universidad y a algunos profesores. Por eso había jalado algunas materias. Por tu culpa, ella no quiso volver a estudiar; tenía miedo de que alguien le hiciera daño.

— No sé qué te habrá contado tu esposa, pero solo te contaré mi versión si prometes liberarme una vez termine.

El hombre pensó por unos segundos antes de responder.

— Solo si lo que me dices me deja satisfecho.

Asentí y comencé a hablar.

— Conocí a Sofia en una de las fiestas que organizaba mi fraternidad. Chocamos y, por desgracia, derramé vino en su vestido. Se puso como loca. Me disculpé, pero en respuesta, ella agarró la botella y casi me la parte en la cabeza. Sus amigos intentaron detenerla, pero como estaba tan borracha, se resbaló y cayó en una mesa cercana. Cuando la ayudaron, se dieron cuenta de que se había desmayado. Esa fue la primera vez que la vi — dije, recordando aquel día.

— Después de ese incidente, el director me mandó a llamar. Al parecer, ella se había quejado, alegando que le había golpeado. No fue muy listo de su parte. En el lugar había cámaras, y cuando mi padrino las vio, le dio una advertencia y le dijo que se disculpara por lo sucedido.

— Dijiste tu padrino...

— Sí, el director de la universidad es mi padrino. En fin, después de eso, solo coincidimos en algunas clases. La mayor parte del tiempo, por lo que había escuchado, ella se la pasaba en fiestas, y eso se reflejaba en sus calificaciones. Pero todos se sorprendieron cuando ella sacó el primer puesto en la clase. Cuando terminaron nuestras clases de ese día, confronté a mi padrino pensando que tenía algo que ver. Él me dijo que no tenía idea de lo que hablaba y, cuando le exigí ver las calificaciones de esa mujer, grande fue mi sorpresa al descubrir sus notas. Ella salía aprobada en casi todo, incluso cuando no había presentado algunos trabajos y no había rendido algunos exámenes. Yo misma me puse a investigar y me di cuenta de que ella había conseguido esas calificaciones acostándose con algunos profesores. Pero eso no fue lo peor. Ellos la ayudaron a robar los exámenes de las otras materias. Cuando me enteré de todo esto, obviamente tenía que decírselo al director, pero no tenía ninguna prueba en...

— No, eso no es cierto — me interrumpió, negando la realidad.

— No gano nada con mentirte — respondí, viendo cómo su cara se torcía en un dolor evidente. Eso me llenaba de satisfacción después de todo lo que me había hecho por creerle a esa mujercita. Era lo que se merecía. — — ¿Quieres que continúe? — pregunté, sintiendo la tentación de soltarle toda la verdad, aunque no quería que se desmayara. Parecía pálido y en shock, pero eso no iba a detenerme.

— Continúa — dijo con una voz que intentaba mantenerse firme, pero que temblaba ligeramente.

— Bien. Como decía, no tenía ninguna prueba concreta, así que empecé a seguirla. No me tomó mucho tiempo. A las pocas horas de terminar la clase, se dirigió a la oficina de un profesor. Cerró la puerta, pero la muy tonta no le puso seguro. La grabé de principio a fin. Lo que escuché me resultó extremadamente repugnante. Sus gritos parecían los de una ramera desesperada. No podía entender cómo alguien como ella había logrado ingresar a una universidad de prestigio; se notaba a kilómetros que no pertenecía a ese mundo. Todos los que estábamos ahí proveníamos de buenas familias, y no me refiero solo a lo monetario — le dije, observando cómo su expresión se volvía cada vez más tensa. — Todos habíamos ganado concursos en conocimientos, belleza o arte. Y, lo más importante, sabíamos y teníamos valores. Estoy segura de que Sofía no tenía ni había ganado nada. Era una inútil que solo sabía abrir las piernas.

Pasaron los días y continuó con la misma práctica con otros profesores. Documenté todo: grabaciones, fotos, todo. Esperé el momento adecuado para exponerla. Era lo mínimo que se merecía después de haberse burlado de todos en la clase y estar de lo más tranquila. El momento llegó cuando uno de los profesores quiso nombrarla presidenta del comité de alumnos por haber obtenido el mayor puntaje. La expuse frente a todos. La situación se volvió aún más caótica cuando los profesores expulsados la delataron. Ella, obviamente, iba a ser expulsada, pero antes tendría que enfrentar a los decanos de la universidad que habían solicitado una reunión con ella. Si no se presentaba, esto quedaría como una mancha indeleble en su expediente. La cobarde desapareció, y me enteré por mi padrino que esto era solo el principio de su ruina, ya que otras universidades también la rechazarían.




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