El amor no estaba en el contrato

CAPÍTULO 12. UN EXTRAÑO SUEÑO

«Nuestras almas se buscan y se encuentran en la quietud de la noche,
donde todo lo que somos se funde en una sola llama».

Franco se encuentra en la proa del yate, rodeado por la inmensidad del mar. La noche ha caído una vez más, envolviendo el océano en una oscuridad salpicada de estrellas y el frío del aire marino le cala en la piel. Ha intentado todo durante el día, reparar el motor, buscar provisiones, incluso intentó improvisar algo con lo poco que tiene a bordo. Pero todo ha sido inútil. El yate sigue inmóvil, como una isla perdida en medio del agua.

Tendido sobre la proa, apenas tiene fuerzas para levantar la cabeza. Hace dos noches que la costa de Amalfi se perdió de vista y, con ella, cualquier esperanza de ayuda. Su cuerpo empieza a resentir la falta de agua y comida. El hambre y la sed son insoportables, siente profundos, punzantes, que no lo abandonan. La sed le seca la boca y su lengua se siente áspera, como si fuera un pedazo de papel.

Con su cuerpo agotado, observa cómo la luz de la luna toca cada rincón del yate como si intentara reconfortarlo, ofrecerle una paz distante. Su mente, normalmente alerta, se siente pesada, cada pensamiento se mueve a través de una niebla espesa.

Le cuesta enfocar tanto la vista como el pensamiento. Todo le parece envuelto en un halo extraño y la única constante es esa luna, que brilla sobre él como si le hablara y le mostrara algo que no alcanza a comprender.

Una parte de él se resiste a rendirse, pero otra, más profunda y débil, le recuerda que ha pasado demasiado tiempo sin agua. Su cuerpo se ha convertido en un fuerte peso, y los músculos rígidos le exigen un descanso.

Sabe que, por mucho que luche, el yate sigue siendo una prisión, aislada en algún rincón de la Costa de Amalfi, donde ningún otro barco se ha asomado en dos días.

Cierra los ojos por un instante, las imágenes en su mente se mezclan. Giulia aparece de repente, sonriente, sus ojos lucen luminosos frente a él. La ve tan clara que se pregunta si no es ella quien realmente lo observa desde la luna, y si de algún modo extraño y misterioso pudiera sentir su desesperación.

Por un instante, siente una calidez que le reconforta, y se aferra a ese destello. La luna domina el cielo, más grande y brillante que nunca. Su luz se refleja en las aguas, creando un camino plateado que parece no tener fin. Algo en ella lo inquieta, lo atrae. Parece que brillara con una intensidad sobrenatural, un faro en medio de su desespero.

Franco cierra los ojos por un momento, está mareado, su respiración es lenta, trabajosa, cada inhalación le cuesta un esfuerzo monumental. Se pregunta si lo que ve es real o si su mente, agotada y sedienta, le está jugando una mala pasada.

El frío de la noche penetra su piel, y el leve temblor que antes le recorría el cuerpo ahora es un escalofrío persistente. Por un momento, el mar parece tan estático como el yate, y él, sin apenas fuerzas para mantenerse despierto, se entrega a ese instante de calma, como si ese resplandor lunar pudiera sostenerlo un poco más. Se siente menos solo.

Las olas que mueven el yate suavemente le traen una sensación de alivio temporal, como si, en medio de todo, esta noche le ofreciera una tregua. Su respiración es lenta, trabajosa, cada inhalación le cuesta un esfuerzo monumental.

Sus ojos parpadean, y se pregunta, entre sueños y vigilia, si esa luz es un aviso, una señal, de que alguien, en algún lugar, está sintiendo su agonía.

Giulia se despierta con un sobresalto, como si un peso invisible hubiera caído sobre su pecho y la apretara como una garra. Sus ojos se abren de golpe, la respiración entrecortada resuena en el silencio del dormitorio. Una fina capa de sudor cubre su sien mientras su pecho sube y baja en un ritmo frenético. Sus labios permanecen entreabiertos, pero las palabras se niegan a salir y sus manos tiemblan al sujetar la tela del camisón.

Se sienta en la cama, sus manos ahora se aferran a las sábanas como su único anclaje a la realidad. Su cabello está desordenado, pegado a su frente, y su mirada vaga por la penumbra intentando encontrar algún vestigio de lo que la ha perturbado.

Se queda inmóvil, confundida, intentando comprender de dónde proviene esa angustia que la desborda. Lleva una mano a su pecho, intentando calmar la tormenta que siente dentro. El latido de su corazón resuena con fuerza, pareciera que algo invisible lo estuviera oprimiendo. Su garganta se siente seca, y la sensación de vacío en su estómago es abrumadora.

Desde que regresó de Amalfi, este vacío ha estado acechándola como si una parte de ella se hubiera quedado atrapada allá. Pero esta noche es diferente. Hay algo más, una angustia que no logra definir y que arde con intensidad, como un grito silencioso que resuena en lo más profundo de su ser, haciéndola sentir que una parte de su alma está en otro lugar.

Se levanta de la cama, dejando que sus pies descalzos toquen el suelo frío. Camina hacia la cocina con pasos inciertos, y enciende la luz tenue que ilumina los contornos de la estancia. Abre el grifo, llena un vaso con agua fría y bebe con rapidez. Aun así, la opresión en su pecho no se disipa. La angustia sigue allí, creciendo como una marea que no puede contener.



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En el texto hay: romance, drama, magia

Editado: 23.11.2024

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