Uno, siete, seis, ocho...
Sí, sí sé contar por si se lo preguntaban.
Solo que observo nerviosa las decenas de cartas que están acomodadas de esquina a esquina en una pequeña mesa vestida en color rojo vivo, las cartas están colocadas frente como si estuviera a punto de jugar un memorama.
Pero en realidad estoy jugándomela por mi destino.
—Elige alguna—expresa la mujer frente a mí, misma que lleva un turbante en color ocre sobre su cabeza mientras dirige su mirada a las cartas y de nueva cuenta hacia mí.
—Aún no estoy segura de cuál elegir...
—Niña llevas más de cinco minutos viéndolas sin saber cuál elegir—dice la mujer fastidiada mientras junto mis manos solo para palpar la sudoración en ellas, creo que visitar a una vidente no fue buena idea—. Vamos, andando que se terminan tus veinte minutos y me quedo con tus veinte dólares.
Carta número 7 allá voy.
Elegir la carta uno me parece demasiado avariciosa, el seis es mi número menos preferido y el ocho solo me recuerda la tabla de multiplicar que jamás me pude aprender.
Así que el siete está bien.
Cuando levanto la carta observo la imagen extraña sobre ella donde hay un hombre elevando una vela al cielo y a un costado se encuentran simbolismos como una estrella, así como un infinito que me ponen la piel de gallina.
Pésima, muy pésima elección.
—Muy bien, ahora déjame verla—pide la mujer haciendo que avergonzada la coloque frente a ella.
La mujer de ojos profundos observa la carta sorprendida y después cambia su gesto a uno lleno de preocupación haciéndome acercarme mucho más en la misma silla en la que estoy.
—¿Moriré? —cuestiono temerosa apretando con fuerza mis manos contra la piel desnuda de mis muslos que se encuentra descubierta por el short gris que llevo en conjunto con una sudadera de flores que es un par de tallas más grande.
—¿Qué? —inquiere la mujer con gesto disconforme a lo que acabo de decir, sin embargo, aun así, me veo repitiendo la pregunta.
—Pregunté si moriré—mascullo en voz baja sintiendo el vértigo apoderarse de mi sistema.
¡No quiero morir!
—¿No has venido por eso o sí? —pregunta la vidente confundida haciendo que niegue rápidamente—. Entonces déjame terminar mi trabajo.
—Está bien—espeto resignada.
Por segundos en el silencio abrumador del lugar me pierdo en recuerdos vagos de mi llegada hasta este lugar, las pequeñas vocecillas en mi mente coinciden que estoy tomando una buena decisión al consultar mi destino con una de las más aclamadas brujas de Nueva Orleans, espero que al menos me ayude a desaparecer todos los líos en que me he visto envuelta los últimos meses.
Quisiera enumerar las razones por las que atravesé el umbral de esta casa terrorífica, pero sería una incansable cantidad de motivos.
Mis caídas que casi me dejan al borde de la muerte, ridículos que he hecho en las últimas semanas, enterarme que la enfermedad de mamá evoluciona más rápido de lo que creí, que parezco un amuleto de desgracias y...
Y bueno, el amor tampoco ha llegado de maneras tan lindas como esperaba que fuese.
—Elegiste la carta del mago, eso quiere decir que tu vida no marcha tan mal— ¿Enserio? cuestiono sarcásticamente—. Ahora dame tu mano.
—¿Mi mano? —cuestiono abrumada—¿No me pondrá algo malo ahí verdad? Estoy llena de desgracias en mi vida, de verdad que tengo suficiente ya no quiero más...—expreso rápidamente tropezando con mis propias palabras.
—Shhh... —interrumpe la mujer exasperada—. Trae acá.
Mis manos ahora se encuentran en una especie de tabla que ha colocado la vidente en la mesa la cual está hecha de madera y se encuentran las letras del abecedario logrando que mi mente conecte las piezas reconociendo qué estoy a punto de hacer.
Para este momento estoy confundida si me encuentro de frente con una simple bruja, una vudú o si me he convertido en la próxima víctima de una secta satánica.
¡Oh, Dios! ¿Por qué no seguí tus señales de no estar aquí al ser casi ser atropellada por un perro en la calle?
—Lo que tienes frente a ti es una especie de juego conocido por muchos, se llama ouija—aclara haciendo que abra los ojos a tope—. Antes de que me interrumpas no, no te pondré nada de brujería, pero te advierto que lo haré si no te callas—señala la mujer haciendo que cierre la boca abruptamente—. Estoy contactando con seres del más allá y me ayudarán a ver más sobre tu destino, ellos se comunican conmigo para ponerme al tanto de lo que viene para ti, trataré de ser lo más específica posible, no me gusta que mis clientes se vayan con las mismas dudas existenciales en su vida.
Asiento levemente a cada una de las indicaciones que me da mientras las memorizo para no terminar poniéndome una soga al cuello y al finalizar sus explicaciones la mujer alza una ceja mirándome confundida.
—¿Por qué no hablas?
—Usted me dijo que si no me callaba algo malo sucedería y tengo mucho miedo de que eso pasé—me sincero haciendo que la mujer suelte una carcajada para después negar suavemente en mi dirección.