Capitulo IV
Nuevo Mundo. Año 1513
El cacique le dijo al español que no llevara a su esposa de cacería, sabía que su hija era de carácter decidido y no cedería fácilmente, pero el cacique ya no le podía imponer su autoridad, y sus dos nietas, querrían ir con ella. Tenían el carácter de la madre, y lo que más les gustaba era ir de cacería.
Eran muchas la mujeres indias que iban, pero el cacique tenía cierta preocupación, en su sueño de la noche anterior, veía a su hija volar, veía el cielo celeste con algunas nubes, y detrás de ellas aparecía su hija sonriendo, y desaparecía volando como un águila.
Cuando vió que los animales la rodearon y a ella le faltaban fuerzas para luchar, y estaba sola, y él no alcanzaba a llegar, sólo cerró los ojos, y se dejó caer de rodillas al suelo, tomó tierra del suelo con ambas manos y en medio de un alarido, se cubrió la cabeza con el polvo.
La india agonizaba, sus hijas la rodeaban llorando. Tomó firmemente las manos de su primogénita; ésta dejaba rodar de sus hermosos ojos celestes, las lágrimas más tristes de su vida.
-escucha mi niña, debes cuidar siempre a Perla, no le quites nunca el collar, ella siempre volverá y te seguirá, estés donde estés, porque ella representa a tus antepasados; enseña ésto a tu descendencia, porque también tú cuando mueras, seguirás viviendo en el cuerpo de una hermosa gata; la reconocerán por el collar, el collar de perlas que ella tiene, es la herencia, es el don, será el que les indicará que se trata de tu sangre. Siempre deberán acogerla con amor. En ese collar está el llamado de la verdadera estirpe de tu sangre, la que trajo aquella muchacha que fue tu madre, y que sin saber, me hizo el regalo más bonito que nadie pueda imaginar jamás. - Tomó las manos de su otra hija, y lentamente cerró sus ojos para siempre.
Nuevo Mundo. Año 1515
Cuando el cacique murió, tomó su lugar el apuesto Águila Blanca, y al día siguiente, tomó por esposa a la bella india de ojos celestes, la nieta del cacique muerto. Igual a su madre, era la mejor cazadora de la zona, pero cuando estuvo embarazada, por órden del cacique, tuvo una tropilla de indias todas jóvenes y fuertes, que cuidaban de ella como a una reina. Esta reina, aprovechando que no la dejaban divertirse con su pasatiempo favorito, organizó una escuela, porque, ella había aprendido no tan sólo a leer y escribir desde que tenía 5 años, sino que también sabía hacer todo, tejer, bordar, coser, cocinar, y todas las artes culinarias de las mujeres, y no sólo de mujeres, sino también la de los hombres, y en realidad, era ella la que, sin que el resto de la tribu lo supiera, daba las órdenes y organizaba la vida en la comunidad.
Cuando su hija nació, y aunque se supo que no podría tener más hijos, tanto ella como el cacique, fueron tan inmensamente felices que armaron la fiesta más grande de la isla. Todos admiraron a la recién nacida, que tenía, además de todas las niñeras que habían cuidado a su mama, a su gata, la gata Perla, con el hermoso collar en su cuello, como la mayor de las guardianas de todas las tribus. La gata era el único animal que el cacique permitió siempre que estuviera dentro de su toldo, aunque nunca la habían visto de día, sólo en las noches la gata llegaba, y estaba despierta, echada sobre la piel de ternero en el suelo siempre cerca de la entrada. La india oía la voz de su madre al morir, escuchaba aquellas palabras que le dijera con su último aliento, y en honor al gran amor que había tenido por ella, amaba a su gata, y lo que su madre le había pedido que hiciera, lo haría y lo cumpliría como al mayor juramento de su vida.
La recién nacida tenía sólo 5 meses, cuando los conquistadores desembarcaron en la isla, mataron al cacique y se llevaron a toda la tribu, para tomarlos como esclavos.
- esa fue la última isla libre, hasta donde no habían llegado los tan temidos barcos. No hicieron como en las otras islas, que trataban de conseguir primero amistad, a cambio de víveres y oro; esos hombres llegaron y sin mediar palabras, asesinaron al más gentil de todos los caciques que hubo en la isla, mi tan amado esposo; los españoles decían de los nativos, que éramos caníbales, no amistosos, guerreros, vagos, y nos querían “evangelizar”, nos querían hacer como ellos, y no sabían que en mi tribu, todos, hasta la gata Perla, éramos más civilizados que ellos. Dicen que tienen reyes católicos, y dicen tantas cosas que no saben que yo escucho y les interpreto. Como no se animan a tomar de esclava a una blanca que es muda, con su bebe mestiza recién nacida, dicen que nos enviaran a España, para que los reyes digan si somos libres o súbditas. Ellos no saben que en cualquiera de los casos, yo vengaré la sangre derramada de mi esposo, no saben que no les alcanzaran todos los dioses para liberarse de la maldición de mi tierra, y aunque pasen tantos días como una eternidad de tiempo, allá en el final, aquella tierra de donde vinieron todos los ladrones y asesinos a usurpar, serán sometidos de la misma forma, y nuestros dioses les mostraran la verdadera evangelización-
Quemaron toda la toldería, se quedaron con las piezas de oro que encontraron, y se llevaron a todos los indios en uno de los barcos en los que habían llegado. Los llevaron a otra isla. Los tuvieron encerrados en un establo por varios días. Luego de eso, los reunieron en grupos de 50 y fueron llevados a distintos campos en los que había en cada caso, una casa de piedra, mucha tierra sembrada, y distintas chozas semejantes a las tolderías. Eran las encomiendas propiedad de españoles que habían llegado al nuevo mundo, y serian propietarios de esas tierras donde antes habían habitado los nativos indígenas, y también eran propietarios ahora de ellos, de los indígenas, para usarlos en el trabajo del campo, pero, sobre todo, de las minas de oro.
Así lo había determinado la corte española, los reyes católicos, habían determinado que todas esas tierras con las poblaciones que encontrasen, eran ahora propiedad de la corona.