El Descenso

PRÓLOGO

La luna artificial de Noctis brillaba alta en el firmamento.

Conocida como la tierra de la noche eterna, las estrellas brillaban en el firmamento, siendo la vista simplemente impresionante para cualquiera que no conociera el reino. Dos Protectores, Sael y Aura, yacían a la espera en la entrada del Bosque de los Susurros; un lugar terrible, pero en el cual debían de adentrarse para cumplir con su misión asignada, investigar la creciente actividad de las Leprae, criaturas similares a masas de carne sanguinolentas que habitaban en el reino oscuro.

—¡Vaya mala suerte hemos tenido, que debemos de pasar este maldito bosque que me da escalofríos! —exclamó Aura, sus ojos azules demostraban cierto temor pese a tratarse de una Protectora relativamente experimentada.

—¿Primera vez en Noctis? —Sael le preguntó con tranquilidad, cruzándose de brazos, sabiendo bien que sólo un idiota no temería a las tierras Noctisas. A veces, que te enviaran allí era casi como una sentencia de muerte.

Ella se giró hacia el pelirrojo.

—Sí, algo así —musitó inclinando su cabeza hacia un lado, desconcertada por la actitud relajada de su compañero. Debía de tener mucha confianza en sus habilidades, o ser demasiado estúpido para sentirse tranquilo en una situación como esta.

También existía la posibilidad de que fuese de esas personas que no demuestran sus sentimientos.

—Bien, seguiremos las charlas luego —el hombre dio un paso adelante, extendiendo su mano, y en esta, una luz comenzó a emitirse, solidificándose y tomando la forma de una espada, la cual, como si se tratase de una carcasa, se resquebrajó, dejando ver una espada real, de un acero brillante que reflejaba la luz de la luna.

«Un Arma Alma» Pensó Aura con admiración, observando a su compañero.

—Se requiere de una gran conexión con tu Sildaryn para invocar un arma alma —habló ella, siguiéndolo de cerca mientras se introducían en el terrorífico bosque. La madera del mismo era oscura, y en los árboles, parecían formarse rostros que evocaban sufrimiento perpetuo; murmullos no tardaron en hacerse escuchar.

Por ello lo llamaban Bosque de los Susurros.

«Vaya tipo más antipático» Murmuró la muchacha de cabellos negros al no recibir respuestas por parte del mayor. Este no reaccionó, pues estaba demasiado centrado en los murmullos provenientes del bosque.

—Mantente atenta, no sabemos cuando puede aparecer un monstruo —Sael habló.

Y así estuvieron por lo que pareció ser una hora entera, en la que, sorprendentemente, no se toparon con monstruo alguno. Algo debía de estar realmente mal, pues era algo inaudito para ambos.

—No hay rastros de Leprae —dijo Aura, examinando los alrededores y sentándose a descansar. Sael la imitó.

—Esto es demasiado extraño; ni un solo monstruo en una hora ente...

Repentinamente, sintieron innumerables presencias; se encontraban completamente rodeados por monstruos acechantes entre las sombras del bosque. ¿Cómo no los habían sentido antes? Eran demasiados para no hacerlo.

Rápidamente se levantaron, posicionándose espalda con espalda; la muchacha creó en menos de un segundo un bello látigo de luz, su propia arma alma.

Y así, aguardaron el ataque.

•—♡—•

Sobreviviendo por los pelos, ambos Protectores se abrieron paso a través de la pila de cadáveres pertenecientes a las aberraciones que habitaban el bosque. Se encontraban muy malheridos y agotados por la pelea.

—Debemos... debemos salir de aquí —Aura aún yacía agitada por la lucha. Casi sin fuerzas, se recostó contra el tronco de un árbol, deslizándose por este hasta llegar al suelo —, pero... no puedo moverme.


El corte en su abdomen sangraba profusamente, y Sael no estaba mucho mejor.

—Tienes que moverte si no quieres morir —reafirmó el hombre de ojos ambarinos de forma indulgente, los cuales se abrieron como platos al fijarse en ella —. ¿Qué mierda es eso? ¡Sal de ahí!

—¿Qué es qu...? —Intentó preguntar, pero fue rodeada por prominentes raíces que ataron sus brazos y piernas mientras Aura forcejeaba por zafarse; estas hicieron tanta presión que una de sus piernas sucumbió, quebrándose y haciendo que la Protectora soltara un grito desgarrador.

Debía de ser muy fuerte para pasar el escudo aúrico de la joven, o tal vez, ella yacía tan agotada que este había desaparecido.

Sael intentaba cortar las ramas, pero no había caso, era como intentar cortar acero, pero lo más alarmante era que: su espada estaba hecha para cortar hasta el acero. Un brillo visto por el rabillo del ojo llamó su atención; había un cristal azul zafiro incrustado en el árbol.

Con rapidez, intentó atacar ahí mismo, directo al cristal, sin embargo, un rostro se formó allí teniéndolo como tercer ojo, y extendiéndose más allá del árbol, intentó devorar sus brazos, pero Sael fue más rápido, atravesando el zafiro, el cuál se rompió en pedazos.

Aura fue liberada en aquel mismo momento.

Con rapidez, el pelirrojo intentó verificar si se encontraba con vida; a duras penas respiraba y sus ojos luchaban por no cerrarse.

— D...Déjame aquí, ti... enes que... salir —habló ella con dificultad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.