En el majestuoso clan de los imponentes dragones rosa, la alegría era palpable en el aire mientras celebraban con júbilo el regreso de sus reyes y príncipes. Sin embargo, una sombra de inquietud se cernía sobre la reunión, pues la enigmática princesa Mayra seguía sin aparecer, y su paradero continuaba siendo un misterio envuelto en un velo de incertidumbre.
Entre los dragones rosa, destacaba el príncipe Andrés, hermano de Mayra y heredero al trono, cuya presencia imponente y carisma natural cautivaban a todos los que lo rodeaban. Su amistad con el príncipe azul Adam era especialmente estrecha, una unión que parecía indestructible. No obstante, desde su regreso, Andrés se había percatado de que Adam desaparecía sin previo aviso, dejando a Andrés sumido en la confusión y la preocupación.
Intrigado por las repentinas ausencias de su amigo, Andrés decidió seguirlo sigilosamente, guiado por la curiosidad y el deseo de desentrañar el misterio que rodeaba las desapariciones de Adam. Para su asombro, lo vio sumergirse en las profundidades del místico Lago Esmeralda, un lugar de leyenda donde las aguas cristalinas parecían guardar secretos antiguos. Sin dudarlo, Andrés se lanzó tras él, decidido a descubrir la verdad.
Al llegar al fondo del lago, Andrés presenció una escena que lo dejó sin aliento. Adam seguía de lejos a un grupo de enigmáticas dragonesas esmeraldas, criaturas de una belleza etérea y misteriosa que parecían surgir de las propias profundidades del lago. Las dragonesas esmeraldas se movían con una gracia sobrenatural, y su presencia parecía estar rodeada de un aura de magia y poder.
Andrés observó, fascinado, cómo Adam seguía sigilosamente a las enigmáticas dragonesas esmeraldas, mientras ellas se comunicaban con una gracia etérea, ajenas a que eran vigiladas. No podía entender qué era lo que hacía su cuñado en ese lugar misterioso, rodeado de criaturas que parecían surgir de las profundidades del lago. Las vio reírse y jugar entre sí, sus voces como un canto de sirenas que resonaban en el agua cristalina. Después de un breve intercambio, las dragonesas desaparecieron en un punto indeterminado, como si se hubieran esfumado en el aire.
Sin embargo, una de ellas se había quedado atrás, como si lo observara con curiosidad. Andrés vio cómo Adam no se acercaba a ella, y cómo la dragonesa esmeralda lo miraba con una intensidad que parecía traspasar el alma. Pero de repente, la aparición de unos largos tentáculos negros que surgieron de la oscuridad del lago la asustó, y trató de atraparla con una velocidad y ferocidad que hizo que Andrés se estremeciera. La dragonesa esmeralda desapareció en un instante, dejando a Adam solo en la oscuridad del lago.
Andrés se preguntó qué eran esos tentáculos negros que habían surgido de la nada. ¿Eran criaturas del lago, o algo más siniestro? ¿Y qué relación tenían con las dragonesas esmeraldas? La escena que había presenciado había dejado más preguntas que respuestas.
Sin embargo, a Andrés no le dio tiempo de seguir analizando lo que había visto, pues el agua de pronto se convirtió en un campo de batalla entre una espeluznante criatura negra de inmensos tentáculos que trataban de atrapar al príncipe azul. La criatura, un Kraken Ness, era un monstruo legendario que se decía habitaba en las profundidades del lago, y su aparición hizo que Andrés se estremeciera de horror. El príncipe azul luchaba con gran valentía, tratando de escapar del agua y levantar el vuelo, pero los tentáculos del Kraken Ness parecían estar en todas partes, impidiéndole avanzar.
Cuando parecía que el príncipe azul estaba a punto de lograr su objetivo, aparecieron más Kraken Ness, surgidos de la oscuridad del lago como si fueran conjurados por alguna fuerza maligna. Fue entonces cuando Andrés se elevó en el cielo, y de su enorme perla del poder emitió una gran luz que iluminó todo el lago. La luz era tan intensa que parecía que toda el agua del lago había desaparecido, y en su lugar quedaban todos los animales luchando desesperadamente por respirar.
El príncipe azul, conocedor del poder de la ilusión del príncipe de los zafiros rosados, pudo desprenderse de los tentáculos del Kraken Ness y levantar el vuelo hacia Andrés. Al llegar a su lado, preguntó con una mezcla de sorpresa y admiración:
—¿Qué haces aquí, Andrés? —preguntó, realmente impresionado al ver el enorme poder de su cuñado.
Andrés sonrió, satisfecho de haber podido ayudar a su amigo, y desapareció la ilusión que había creado. Luego, se elevó aún más en el cielo, fuera del alcance de los Kraken Ness, que se quedaron debajo, frustrados y confundidos.
—Te estaba siguiendo —respondió Andrés, con una sonrisa—. Quería saber qué estabas haciendo en el lago. Pero parece que me encontré con algo mucho más interesante. ¿Qué son esas criaturas, y qué relación tienen con las dragonesas esmeraldas?
El príncipe azul guardó silencio mientras volaban de regreso a su clan. No sabía qué decirle a su cuñado, pues ni él mismo sabía por qué le había dado por perseguir a una humana que siempre desaparecía en el lago esmeralda, y hoy era la primera vez que había visto a las dragonesas. Miró a lo lejos en el horizonte, perdido en sus pensamientos, antes de mirar al príncipe Adam.
—No sé si me vas a creer, pero hace tiempo que siento que debo ir al mundo de los humanos —dijo finalmente, con una voz llena de incertidumbre—. No es siempre, pero cuando siento esa necesidad, me disfrazo de ellos y bajo a ver. Y siempre veo a esa linda humana bailando con una gracia que me embobece. Incluso le toco la flauta para que lo haga, pero por mucho que me esfuerzo por ver si es Mayra, no lo es. Y estoy muy confundido.
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Editado: 21.11.2024