La pregunta flotaba en el aire, tan tangible como las escamas que cubrían sus cuerpos. Fuera del santuario, el emperador Kendrick y su padre intercambiaron miradas de preocupación. El viento soplaba entre ellos, llevando consigo el aroma de antiguos secretos y misterios sin resolver. Eran conscientes de que esas palabras escondían un enigma que ni ellos mismos conocían, o al menos, el viejo emperador no lo sabía.
Kendrick, sin embargo, cambió su mirada como si una sombra hubiera cruzado por sus ojos color ámbar. Su expresión se tornó indescifrable, como si escondiera un conocimiento que nadie más poseía. Las escamas de su cuello se erizaron ligeramente, un gesto imperceptible para cualquiera que no fuera un dragón.
El nuevo emperador giró sobre sí mismo, sus alas majestuosas desplegándose por un instante antes de plegarse de nuevo contra su cuerpo. Se alejó con pasos que resonaban con autoridad sobre el suelo de piedra antigua. Detrás de él, el murmullo de los demás dragones crecía como una tormenta lejana. Cada uno intentaba descifrar el mensaje del guardián imperial, cuya forma etérea se había desvanecido, dejando tras de sí más preguntas que respuestas.
Mientras Kendrick se alejaba, las sombras del crepúsculo parecían aferrarse a su figura, como si el manto de la noche fuera su cómplice de los secretos que ocultaba. Sus escamas, antes brillantes, ahora reflejaban tonos más oscuros, casi siniestros, bajo la luz menguante.
Erick salió del santuario, seguido por los demás príncipes, sus mentes envueltas en una niebla de confusión tan densa como las nubes que cubrían los valles del reino en las frías mañanas. Sus pasos resonaban en el suelo de piedra antigua, cada eco parecía repetir las enigmáticas palabras del guardián.
Con una expresión llena de preocupación, Erick se acercó a su abuelo, el antiguo emperador. Las escamas negras y rojas del anciano dragón brillaban tenuemente bajo la luz del atardecer.
—Abuelo —comenzó Erick, con inquietud—, ¿sabes qué quiso decir el abuelo Rui con eso? Papá es el heredero legítimo, ¿por qué el abuelo Rui se empeña en tratarlo así y humillarlo delante de todos?
El viejo dragón miró a su nieto con una mirada que parecía contener el fuego de un volcán. Suspiró profundamente, y el aire a su alrededor se llenó de chispas rojas, un fenómeno común entre los dragones más ancianos y sabios.
—Mi querido Erick —respondió suavemente—, el guardián es tan antiguo como las montañas que nos rodean. Sus palabras, aunque enigmáticas, siempre han guiado a nuestro pueblo en tiempos de incertidumbre. A lo mejor está hablando de cientos de años en el futuro.
El anciano hizo una pausa, mirando el horizonte donde el sol se hundía en un mar de nubes carmesí.
—Tu padre, Kendrick, es ciertamente mi primogénito y el heredero que todos conocemos. Sin embargo, en el reino de los dragones, la legitimidad no siempre se mide por el orden de nacimiento, sino por la pureza del corazón y la fuerza del espíritu draconiano —explicó el anciano emperador a su nieto, que lo miró con ojos interrogantes, sus pupilas dilatadas reflejando la confusión que sentía.
El viejo dragón exhaló suavemente, y un halo de vapor dorado envolvió sus palabras mientras continuaba:
—Quizás..., quizás tu padre haya hecho cosas que no lo hacen digno delante de los ancestros. Los secretos del pasado pueden pesar tanto como las montañas sobre las alas de un dragón. Confiemos en que logre redimirse un día. —El viejo dragón tan antiguo como el tiempo mismo, miró a su querido nieto Erick con una intensidad que hizo que el joven príncipe se estremeciera—. Por ahora, debo prepararte, Erick. Es posible que seas tú el destinado a enfrentar a los Kraken Ness y no tu padre.
Al mencionar a los Kraken Ness, el aire pareció enfriarse. Erick sintió como si las sombras de esas criaturas legendarias, se cernieran sobre ellos desde las profundidades del océano. El príncipe heredero sintió un escalofrío recorrer sus escamas, desde la punta de su cola hasta la cresta de su cabeza. Las palabras de su abuelo, lejos de disipar sus dudas, parecían abrir un abismo de nuevas preguntas, más profundas y misteriosas cómo los Kraken Ness.
El joven príncipe giró su cabeza hacia el acantilado donde su padre había desaparecido en un salto al vacío, sus alas extendidas captando las últimas luces del día. Se preguntaba qué secretos podría estar ocultando el nuevo emperador, qué sombras del pasado lo perseguían y qué desafíos les depararía el destino en los días venideros.
Mientras el sol se hundía en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos púrpura y naranja, Erick sintió el peso de su linaje y el llamado del destino sobre sus hombros. El mundo de los dragones, con toda su magia y misterio, parecía estar al borde de un cambio trascendental, y él, un joven príncipe apenas salido de la adolescencia, podría ser la clave para enfrentar las amenazas que acechaban desde las sombras del pasado y las profundidades del océano.
Con un rugido de frustración que hizo temblar las rocas cercanas, Erick se volvió hacia su abuelo, con una expresión, mezcla de miedo y determinación.
—Pero sabes que yo no quiero ser emperador, abuelo —exclamó con firmeza , su rugido resonando con la fuerza de un trueno lejano—. Papá acaba de iniciar su reinado. No quiero que me eches esa carga sobre mis hombros. No he vivido nada, todavía tengo mucho que aprender y experimentar.
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Editado: 21.11.2024