El Destino De La Princesa Dragón Rosa

46. EL ESPECTÁCULO

El día tan esperado había llegado. Mayra estaba lista, sentada en su camerino después de pasar por las manos de la maquillista. Su corazón latía con fuerza en su pecho y sus manos temblaban ligeramente mientras esperaba con ansias la llegada de su hermano. Siempre que se encontraba muy nerviosa, si sus padres no podían estar presentes, Andrés se las arreglaba para llegar a ella.

Estaba lista para subir al escenario y hacer su debut como bailarina. Había estado soñando con este momento desde que era una niña. Siempre le había encantado bailar, y se había esforzado al máximo para hacer su sueño realidad. A pesar de no haber obtenido el papel principal, al menos tenía el antagonista. Daría todo de sí para que el coreógrafo no se arrepintiera de haberla elegido.

A cada rato se levantaba y asomaba la cabeza para ver si su hermano o sus padres habían llegado, sin resultado. Ese día lo esperaba con ansias, necesitaba tranquilizarse. Andrés, desde que ella tenía uso de razón, había sido su mayor apoyo. No podía faltar, se decía. Siempre estaba para ella sin importar lo que tuviera que hacer.

Volvió a mirarse en el espejo. Su maquillaje era espectacular, sobre todo cómo el azul brillaba en sus párpados, haciéndole recordar los ojos azules de Adam. "¿Vendrá a verme?", se preguntó esperanzada, ya sabía que Maurin estaba en primera fila. Observó el enorme ramo de rosas verdes que le había regalado y sonrió al recordar que le había dicho que representaban esperanza.

Suspiró al ver la hora en su teléfono y percatarse de que no había recibido ningún otro mensaje después de los de "buena suerte" de su familia. Unos pequeños golpes en la puerta la hicieron levantarse y correr a abrir, para sufrir una decepción: no era Andrés sino Nereus.

—Hola Mayra, no podía dejar de venir en un día tan importante como éste, ¿puedo pasar un momento? —preguntó al ver que ella estaba detenida en la puerta.

Mayra lo miró recordando las advertencias de Adam de mantenerse alejada de Nereus, pero no sabía cómo negarse; él había sido por muchos años su compañero de baile. Por eso se apartó dejándolo entrar, pero no cerró la puerta detrás de ella, quedándose de pie.

—Es casi la hora de iniciar, ¿no viste a mi hermano Andrés allá afuera? ¿Está lloviendo? ¿Por qué estás tan mojado? —preguntó mientras corría a darle una toalla para que se secara.

Nereus la tomó, pero no se secó; se quedó observando a Mayra en silencio y mirando de soslayo la puerta abierta.

—¿Podemos cerrar la puerta? No quiero que nadie me vea aquí, y no, no entré por la puerta principal, por lo que no vi a tu hermano —respondió muy serio Nereus.

—No puedo cerrar, Nereus. Mi novio puede venir en cualquier momento y no quiero que me malinterprete—mintió pensando en Maurin.

Por un momento, a Mayra le pareció que cuando dijo la palabra "novio", los ojos de Nereus se habían iluminado. Pero él los tapó con la toalla mientras se secaba. Al terminar, se quedó mirándola en silencio como si pensara lo que iba a decir. Ella no dijo nada, sabía que él se tomaba su tiempo antes de hablar.

—Vas a triunfar, Mayra, haré que eso suceda —dijo de pronto—. Pero debes prometerme hoy que luego irás a una cita conmigo. No te forzaré a nada, sabes muy bien que desde niños he estado interesado en ti, por eso, y aunque acabas de mentir diciendo que tienes novio, me debes una salida. Te juro que el lugar al que me acompañarás no es como ninguno que conoces, te quedarás encantada. Y antes de negarte, piénsalo y luego dame la respuesta.

Y sin que Mayra pudiera decir nada, se adelantó y sacó una hermosa peineta que parecía hecha de piedras preciosas que refulgían con la luz.

—Este es mi regalo para completar tu atuendo. ¿Me permites? —Sin esperar la respuesta de Mayra, Nereus le colocó la peineta encima de su moño.

Mayra se miró en el espejo y vio que la peineta era preciosa, pero sintió una extraña sensación que no pudo explicar. En ese momento, unos pasos apresurados resonaron en el pasillo y Andrés asomó la cabeza por la puerta abierta.

—May, ¡guau! Qué hermosa te ves —dijo Andrés entrando en el camerino y mirando con recelo a Nereus, que se alejó como era su costumbre cada vez que lo veía—. Hola Nereus, ¿por qué estás tan mojado?

—Hola Andrés, no es nada, solo un pequeño accidente —contestó Nereus manteniéndose lo más alejado que pudo—. Solo vine a desearle suerte a mi compañera en su debut.

—Sí, Andrés, y mira lo que me trajo para la buena suerte —mostró Mayra sonriendo a Nereus de una manera que nunca antes le había visto su hermano, el cual frunció el ceño al ver la prenda.

—Eso debe valer una fortuna, pero lo siento Nereus, hoy mi hermana no puede llevar otra prenda que esta que le manda nuestra madre —dijo Andrés al tiempo que le quitaba la peineta a Mayra y le colocaba una hermosa y diminuta corona que tenía un gran zafiro rosa—. May, dice mamá que no te la quites, y papá te manda este anillo.

Mayra sonrió complacida al ver la hermosa joya que siempre había admirado en el cofre de su madre. También el anillo tenía un gran zafiro rosa y lucía espectacular en su dedo.

—Gracias, mi hermano —dijo—. Estoy muy nerviosa. Toma, llévate la peineta que me regaló Nereus, no quiero que se vaya a perder.

—Puedo guardarla yo —dijo muy serio Nereus—. Luego te la devolveré.




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