El detrás de cada caso

Capítulo I

    El 2020 está siendo sin duda, mi mejor año hasta el momento. Me desperté la tarde del sábado con resaca luego de una fiesta que hicimos con mis compañeros cuando nos recibimos de criminalistas. Al poner un pie en el piso (el cual tenía una alfombra azul que cubría de punta a punta el cuarto haciéndolo bien esponjoso), sentí que no iba a poder mantenerme de pie, debido al dolor muscular y el mareo que parecía interminable, es entonces que agarré lo primero que podría usarse como bastón; Un palo de escoba. 

     

    Intentando hacer tanta fuerza como podía, tras unos intentos, logré ponerme de pie. Me dirigí, balanceándome de un lado al otro, a un espejo que había en mi cuarto para ver la situación en la cual me encontraba, quizás así podía recordar algo de la noche. Tenía una bata puesta; fucsia y marrón, la cual llegaba hasta las rodillas. Mis pantorrillas se veían bastante musculosas (al menos ahora sé que correr maratones da sus frutos), estaba descalzo por lo cual se notaba que calzo más de lo normal, en mi brazo izquierdo noté un tatuaje que me lo habré hecho durante la fiesta y sin darme cuenta, aun así, me gustaba, era un lobo bien hecho que demostraba lo feroz que puede ser una persona en determinadas circunstancias. Mi rostro parecía el de un muerto, supongo que estaba muy deshidratado, aunque seguía conservando mi mandíbula bien definida, mis ojos marrones y mi pelo ondulado color castaño. 

     
    Un momento después de verme en el espejo delirando y casi muerto, abrí el armario, agarré unos tenis blancos, un pantalón “regular fit” negro azulado, una camisa blanca entallada, y fui directo al baño para lavarme la cara y cambiarme. Abrí la canilla, tomé el agua con mis manos, la utilicé para sacarme las lagañas y refrescarme un poco, me cambié, dejé la bata en el cesto de la ropa y me fui a la cocina a tomar jugo de naranja y comerme unos tostados (como los que hacía mi madre, con queso y jamón). Es entonces cuando me llega un mensaje de mi padre preguntándome si ya fui a la encuesta de trabajo. Cuando me fijé el reloj vi que faltaban 50 minutos para que empezaran a entrevistar. Tomé las llaves y salí lo más rápido que pude del departamento, tuve que tomar las escaleras ya que el ascensor no funcionaba desde hace 2 semanas, lo peor fue que por cada piso que bajaba (siendo un total de 15), tenía que saludar a uno que otro vecino que también estaban bajando. Eso fue una tortura para mí, ya que no me gusta sociabilizar con ellos, pues... no son de mi edad y me resultaba incómodo.  

     

    Cuando salí del edificio fui a la cochera a tomar mi auto, el cual era un Ford Mustang Shelby Gt500 (un regalo de mi abuelo). Me dirigí a Riksdrive Street, concretamente al departamento de policía de Jillheim, luego de estacionar el coche en un lugar para discapacitados (por falta de tiempo). Entré enseguida al lugar, había policías que reconocía ya que eran amigos de mi padre, había carteles por todos lados de personas buscadas, de policías conmemorados y poco más. Certifiqué en un papel que me había presentado y esperé. Luego de 5 minutos, me hicieron pasar para entrevistarme. 

 

-Buenos días señor Clarence Bremón -había dicho la entrevistadora que tenía mi currículum en la mano.- 

-Hola, buenos días -le había dicho, pensando en toda la presión que había sobre mi.- 

-¿Usted sabe quién soy? -mientras se acomodaba mejor en el respaldo de su silla.- 

-La verdad es que me tomó por sorpresa con esa pregunta. No, no lo sé.- 

   

    La señorita me estaba mirando unos segundos con una mirada que haría sentirse inseguro a cualquiera. Si ya tenía suficiente presión por ser mi primera entrevista, esta señorita me lo duplicaba. 

 

-Señor Bremón, tiene la necesidad como criminalista, de saber que cada escena del crimen tiene su sorpresa y por ello, estar preparado para cada una. Ahora bien, dígame en este momento, qué herramientas o métodos podría emplear para descubrir que pienso, que oculto y sobre todo cuál es mi nombre.- 

-Es verdad, me olvidé preguntar su nombre. Supongo que son los nervios, dígame, ¿cómo se llama?- 

-Mi nombre es Silvia Jarburg.  

-Bien, ahora que sé su nombre, simplemente me falta saber qué piensa y qué oculta –(Pensaba en este momento utilizar un poco de psicología inversa, pero se me ocurrió algo mejor)- El hecho de que me esté juzgando al mirar, me da a entender que piensa que no soy lo suficientemente apto para este trabajo, ya que no tengo tanta experiencia como la que tienen los que se hayan fuera esperando.- 

- ¿Y es verdad? -Dijo intrigada.- 

-Puede serlo, sí, pero también tiene que saber que la gran mayoría que está esperando entrar, hará lo posible para conseguir el trabajo, abriendo paso a la mentira y a los alardes. En mí, encontrará sinceridad en cada respuesta. Es así que usted decidirá si soy apto o no. 




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