Estaba yo sentado con café en mano en una noche lluviosa, de esas que hacen que las luces se desparramen por la ventana. Pensativo y reflexivo miraba en la pared a mi vieja guitarra Washburn, con su madera cuarteada y llena de polvo como si allí no viviera nadie.
Al amanecer decidí salir pero esta vez haciendo algo diferente, simplemente a disfrutar del día sin pensar en cuán vacíos estaban mis bolsillos o lo pendejo que me resultaban los comentarios de mis vecinos al verme pasar.
Me metí a desayunar en un lugar que quería visitar desde hace tiempo pero mis finanzas no me lo permitían, siempre pensaba que ese dinero era para algo más.
Había gente de alta alcurnia, de esos que piensan que solo ellos existen y no hay necesidades en el mundo. Yo no dejaba de mirarlos porque algo en ellos me llamaba la atención, lo sumergidos que estaban en cuadernos y libretas mientras una música sonaba.
Me acerqué a ellos con el pretexto de ir al baño y al pasar por su lado vi que su centro de atención era una guitarra. La música que sonaba la hacían ellos.
Al salir del baño me les acerqué y les dije:
─Oigan, que bonito suena eso.
─Gracias, pero apenas empezamos ─dijeron ellos.
─Yo lo oigo Sol Mayor, es así?
─Casi, es Mi menor.
─Ah, claro. Y por qué en lugar de saltar al 7mo grado no pasas primero por el 3ro?
─Tú tocas guitarra? ─me preguntaron.
─Si, te muestro.
Cuando tomé la guitarra comprendí el por qué de tan agradable sonido, era una Lindo LDG Black Fire, una hermosura color negro reluciente. Comencé a tocar y todo aquello se volvió magia.
Cerré mis ojos y recordé lo que se sentía al ser feliz. Al dejar de tocar, ellos me dijeron:
─Oye, no podemos dejar pasar esta oportunidad, nos gustaría que trabajes con nosotros, ¿Qué dices?
─Pues, si. ─Dije sin pensar.
─Nosotros somos compositores y trabajamos para artistas. Nos gustaría usar eso que tocaste. ─Lo habían grabado─. Y como muestra de que hablamos en serio te regalamos esta guitarra.
Mis ojos brillaron, esta mañana salí como un músico sin futuro y regresé trabajando para artistas reconocidos. Al regresar a casa, escuché los acostumbrados comentarios de mis vecinos, entre ellos uno melodiaba: "Aquí viene de nuevo la guitarra de aquel perro", solo que esta vez los escuché con alegría irónica.