El diario de Elena [primera parte]

Capítulo I: Sombras del ayer

Enero 2015

El glorioso fin de semana antes de empezar el trabajo de medio tiempo de verano se celebra como se debe con un maratón de series criminales y comida chatarra. El bol de palomitas se erige como el rey del banquete meticulosamente preparado para dar la bienvenida al verano en Sacramento.

—Creo que nunca te he hablado del riesgo hereditario en nuestra familia de sufrir un infarto —bromea mi hermana mayor al notar la cantidad exagerada de comida sobre la pequeña mesa del comedor. —Solo trabajarás este verano antes de entrar a la universidad; no es para tanto —añade, robando un puñado de palomitas. —Vas a sobrevivir.

—¡Hey! —exclamé, indignada, mientras ella se ríe por mi expresión. —Solo siento que este verano será diferente, y debemos celebrar mi último día libre. ¿Qué dices? ¿Te animas a perder el tiempo conmigo y Addie este fin de semana?

Alexandra sonríe, pero antes de poder responder, un golpe seco en la puerta interrumpe la conversación. Era Addie, mi mejor amiga, cuya llegada siempre venía acompañada de ese tipo de entradas dramáticas.

—He llegado —anuncia, dejando caer una bolsa llena de golosinas y refrescos—. ¿Me han extrañado?

—No, la verdad —se burla Alex, iniciando una absurda discusión con Addie. La convivencia se había reducido a nosotras tres desde mi mudanza a Sacramento. Mi hermana Alexandra (O Alex) es siete años mayor que nosotras, se hizo responsable de mí cuando mi madre falleció, justo cuando ella tenía apenas dieciocho años. Por otro lado, estaba Addie Gutierrez, la primera persona que conocí en este pueblo, quien eventualmente se convirtió en mi mejor amiga y alma gemela (aunque para Addie siempre fue difícil aceptarlo). Éramos una pequeña familia funcional y feliz que a finales de aquel verano debíamos separarnos para tomar diferentes rumbos: Addie se convertiría en doctora, mientras yo estudiaría ingeniería, la carrera que mis padres soñaban para mí (Aunque en el fondo, lloraba por no perseguir mi verdadero sueño: ser escritora).

Addie y Alex solían discutir durante horas sobre los episodios de las series que veíamos, mientras yo disfrutaba en silencio de la compañía de las únicas dos personas que realmente me amaban en el mundo. ¿Cómo seguiría si alguna de ellas no estuviera en mi vida? La noche transcurrió entre bromas y largas sesiones de series de crímenes, que estimulaban mis sentidos de diversas maneras, hasta que Alex decidió irse a su habitación con la excusa de querer descansar. Addie y yo, por nuestra parte, decidimos continuar la velada en el pequeño balcón de mi cuarto.

—Siempre te ha gustado observar las estrellas —dijo Addie, sacándome de mis pensamientos.

—Cuando era pequeña, solía acostarme por la noche sobre el césped del patio trasero de nuestra casa con mi mamá y Alexandra —suspiré, liberando el aire contenido en mis pulmones—. Pasé muchas noches pensando que mi vida sería mejor en otro planeta o tratando de mitigar la ausencia de mamá tras su partida, buscando una iluminación que nunca llegó, hasta que te conocí. Y ahora, en unos meses, nos separaremos. ¿Has pensado en la universidad? —le pregunté. Ella sonrió mientras golpeaba suavemente con su dedo índice la barandilla del balcón.

—Todos los días desde que empezamos la secundaria. ¿Cuándo se volvió esta nuestra realidad? —dijo, dejando la pregunta en el aire. A mí me costaba aceptar que pronto dejásemos el pueblo que nos vio crecer—. Hay oscuridad en la distancia. ¿Me olvidarás?

—Eres la única persona que me queda, aparte de Alex. ¿Crees que te olvidaré? Es más probable que encuentres a alguien que te amé como mereces —le respondí, recordando aquella tarde en la que Addie confesó su amor por mí, algo que no me sorprendió, ya que habíamos pasado tanto tiempo juntas—. No soy la persona indicada para ti.

—¿Qué pasa con tu padre? —cambió de tema, y sentí alivio de no tener que discutir aquel punto—. ¿Ya le comentaste sobre tu nuevo trabajo y la universidad? Debería hacerse responsable, al menos una vez en su vida.

—Según Alex, él se volvió religioso, como muchos en este pueblo. Pero los pecadores no pueden redimirse solo con una oración —respondí—. Mi padre cometió muchos errores. Me molesta pensar que siguió con su vida como si nada, después de todo lo que implicó la muerte de mamá. Nos abandonó a Alex y a mí, y se quedó con el dinero del seguro. No quiero verlo. Ni siquiera merece que tengamos contacto con él o que lo perdonemos. Pero Alex insiste en que debemos hacerlo, porque eventualmente morirá y la culpa me consumirá.

—Creo que todos merecemos segundas o terceras oportunidades. Pero cuando esas oportunidades vienen acompañadas de decepciones, al final, uno acepta que las personas no cambian, solo nos hacen creer que lo hacen.

La voz de una persona interrumpió nuestra conversación. Era Elena Brown, llegando a su casa en su lujoso auto con ventanas polarizadas, como era de esperarse, acompañada de su perfecto novio, Nicolás.

—No sabía que Elena había regresado a Sacramento tan pronto —comentó Addie, al ver el auto estacionado frente a mi casa—. Parece que su agenda de celebridad se liberó antes de tiempo.

Muchos se sentían afortunados de ser vecinos de una de las familias más influyentes en la política, como la de Elena Brown, pero para mí era lo contrario, ya que su presencia solo traía nostalgia. Antes de que Elena se convirtiera en figura pública, su familia era una más del vecindario.




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