Capítulo 9
Margaret cerró los ojos intentando que el torrente de agua salada que surcaba sus mejillas se detuviera, también apretó la mandíbula en un intento fallido por detener el temblor de su labio inferior, sin embargo esto solo provoco que emitiera pequeños sollozos, sollozos que la pelinegra intentaba acallar, pero era una tarea imposible para ella.
La joven quinceañera iba sentada en el asiento trasero de una camioneta negra que la estaba llevando lejos de su vida, lejos del que por quince años fue su hogar, lejos del lugar donde dio sus primeros pasos, a miles de kilómetros de su ciudad natal, fuera de las fronteras de su amada Italia; esos pensamientos hicieron que una nueva catarata se desbordara por las mejillas de la pelinegra y los sollozos se hicieron más y más intensos.
Una fuerte mano se posó sobre el hombro de la muchacha y esta dio tal respingo que la hizo estrellarse contra la puerta de la camioneta.
—Lo siento—murmuró Nolan alejando la mano—no fue mi intención asustarte.
Margaret negó con la cabeza y se hizo un ovillo sobre el asiento—no, tú no, es solo que…
—Shhhhhh—musitó el rubio que estaba sentado a su lado—entiendo perfectamente.
— ¿Cómo se encuentra Tamara?—inquirió la pelinegra con la mirada perdida en el horizonte.
—Estable—se limitó a decir Nolan ya que el nudo que se le formo en la garganta no le permitió articular más palabras.
—Todo esto es mi culpa—dijo Margaret comenzando a sollozar de nuevo—si tan solo ella no se hubiera interpuesto, si ella lo hubiese dejado que me llevara
—Él te hubiese matado—aseguró el joven rubio—y nada de esto es tu culpa—esta vez Nolan estrechó a la amiga de su prima en sus brazos y la pelinegra ya no opuso resistencia, necesitaba de ese abrazo, necesitaba un hombro en el que llorar, necesitaba que alguien le dijese que todo iba a estar bien aunque no fuese verdad.
Nolan por su parte cerró los ojos y dejó que las lágrimas de Margaret mojaran su camisa, en ese abrazo no solo le estaba dando consuelo a la pelinegra, sino que la calidez de la joven estaba haciendo que sus murallas se derribaran y por un instante se permitió dejar salir a flote la vulnerabilidad que sentía en ese momento; para él, Tamara era una persona muy especial, la había conocido dos años atrás, y desde ese momento había quedado prendado de ella, pero como la vida solía jugarle sucio, resultó que la joven de la cual se sentía perdidamente enamorado era la nieta perdida de su tío.
Si, ellos eran primos. Las jugarretas del destino le habían llevado de ser un mujeriego empedernido a enamorarse de la que resulto ser su prima, su corazón era un sucio tramposo que se había vuelto loco por una mujer prohibida para él, se pudo haber enamorado y tenido a cualquier mujer del planeta, pero no, esa mocosa se le había calado hasta los huesos y lo peor de todo era que ella se había reído en su cara cuando se dio cuenta de sus sentimientos.
Nolan había intentado dejar atrás los sentimientos que tenía por Tamara, se había dicho que si se alejaba de ella lo más probable era que dejara de pensarla o mejor aún, dejaría de importarle, haría como si nunca la hubiese conocido; esos fueron sus planes ocho meses atrás cuando tomó un vuelo de Italia rumbo a Los Ángeles, sin embargo ahora, allí estaba el, llevando a Escocia a Margaret, la estaba llevando a la casa de su tío, sin embargo su corazón se quedaba en Italia, mas específicamente en la unidad de cuidados intensivos del hospital Metropolitano donde estaba debatiéndose entre la vida y la muerte una lánguida y pálida Tamara.
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Cinco días atrás, Tamara que era una joven muy observadora, notó que el chef no se despegaba de Margaret, la había invitado a bailar varias piezas y se estaba mostrando muy posesivo con ella, al punto que cuando uno de los muchachos que le estaban ayudando con el servicio de comida, invito a Margaret a bailar, Bryan lo despachó alegando que ya no necesitaba de su ayuda y le había dicho que se pasara el día siguiente por el restaurante para la liquidación por su trabajo de esa noche.
Margaret que estaba muy cansada de ser llevada de por toda la pista de baile y de haber bailado varias piezas con el chef, se aproximó a una mesa donde se encontraban los refrescos y se sirvió un poco en un vaso, rápidamente fue abordada por Pilar y Tamara
— ¿La estas pasando bien?—preguntó Pilar a una Margaret que para estar en su fiesta de quince años no parecía muy animada.
—Lo estaría pasando mejor si no fuese por ese tal señor Malkovich—confesó la pelinegra e hizo una mueca.
— ¿Te ha hecho algo?—La voz de Pía asustó a las jovencitas.