Eran las 6 de la mañana, y aunque esta introducción parezca común y monótona, la ciudad relucía muy triste y apagada. Así como todas las personas que despedían a sus familiares en la estación.
Era un jueves negro, y lo sabían los Lovren, que desde muy temprano habían llegado al lugar mencionado. No había demasiada gente, pero el tímido silencio se hacía notar por una de las salas de la estación. Por las otras, a lo lejos, se llegaban a escuchar cánticos y gritos de felicidad, al presenciar el retorno de un familiar ausente.
En ocasiones, los familiares demostraban la felicidad con lágrimas que se escondían bajo las constantes lluvias que no faltaban a ninguno de estos encuentros, y claro está, que uno no podía saber si estas se debían al abrazar por última vez a alguno de los suyos o si, en el mejor de los casos, eran para recibirlo.
De cualquier modo, ahí estaba Frank Lovren, que se mostraba triste como en aquella ocasión de tercer año, en la que se le acusaba de generar una pelea que no pasó a mayores, en aquel colegio estatal que quedaba junto a la pequeña Iglesia de su ciudad, a pocas calles de su casa. El motivo de esta riña aún se desconoce y sorprende a los que lo conocemos, debido a la actitud pasiva de este.
-Te vas Frank.
-Así es, sr. Porlen. Responde Lovren.
-Es una gran oportunidad hijo.
-Voy a extrañarlo, así como a esta ciudad. Afirma Frank, al sr. Porlen, quién pasó tiempo con él desde sus primeras palabras. Precisamente desde que su madre lo encargaría para ir a trabajar.
-Espero que te vaya bien Frank. Te estaré mandando algunas cartas. Te quiero mucho (lo abraza).
El tren iba a partir a las 7:30 con destino a la ciudad principal: Welgronia. Pasaban los incómodos minutos hasta el momento en el que los pasajeros fueran convocados a embarcar. A Frank se le llenó la mente de recuerdos y contenía las lágrimas que, si en algún momento se llegaban a escapar, las podía disimular con las suaves gotas de lluvia que caían aquella mañana.
Al llegar la hora de partida, Frank tomó las pertencias que llevaba, se las puso al hombro y volteó a despedirse de su madre. La pobre desconsolada hizo llorar al hijo que la abrazó como si de no volverse a ver en la vida se tratase.
Porlen lo embarcó y tanto él como la madre, dieron las señas de despedida a Frank que las devolvía desde el tren.
Frank estaba ansioso, sabía que ahora tendría que valerse por sí mismo en una gran ciudad. Aprendería mucho en Welgronia y tenía consigo lo necesario para lograrlo. Tendría que estar atento porque debía bajarse en la estación 6, puesto que se iba a hospedar en la residencia Brawen que quedaba cerca.
El viaje iba a ser largo y hostil.
El tren no era uno de las mejores calidades. En efecto, este último había partido en la noche y se debía a que la hora de llegada sería en la mañana que es propicia para la organización y desembarco de los pasajeros que no esperarían para saludar a sus familiares, a diferencia del tren en el que iba Lovren.
Frank llegaría a Welgronia a las 12:00 de la mañana, a la quinta estación y debía esperar hasta las 2:00 am para desembarcar en su destino.
No habían muchos pasajeros, incluso se podía notar desde fuera del tren, pero ahí estaba Frank, sin compañía al costado, con el brazo derecho apoyado en la ventana y pensando cautelosamente sobre lo que estaba por vivir. Con cierta desconfianza del lugar, aunque ya lo había visitado junto al Sr. Porlen para comprar mercancías, algún tiempo atrás.
Eran las 8:00 de la noche y la parada un poco abrupta, en la tercera estación, hizo despertar a Frank, quien se había quedado dormido desde la estación anterior, justo después de comer algunos panes secos que había guardado. Era notorio que ya no quedaban más que tres personas en el tren: una señora que podría tener cincuenta años que estaba ubicada dos asientos por delante de este y por lo visto viajaba dormida, y un joven de veintitrés, que se dirige al asiento que estaba junto al de Frank.
-¿Y tú cuántos años tienes?
- 17 años.
- Mucho gusto Frank. Afirma el jóven, que también le dijo que se había subido al tren en la segunda estación.
- ¿Crees que lleguemos antes de las 12 a la sexta estación?. Pregunta Lovren
- Lo dudo. Desde este punto llegaremos a cada estación en intervalos de 2 horas.
Frank no respondió y se puso a pensar en su madre. Los recuerdos asaltaban su mente.
-¡Frank! ¡Frank!
-¿Quién es?
No podía ver nada, estaba oscuro y escuchaba voces, como si estuviera paranoico, que me llamaban agitadamente. Me movía para todo lado y no podía ver nada, pero los gritos eran más fuertes e intensos. Caminaba y parecía un túnel sin salida en el que reinaba la oscuridad. Pero en sentido opuesto a mi destino, entraron destellos de luz que me hicieron reaccionar. Empecé a correr hacia ellos, pensando en hallar alguna salida y escuché el sonido de un tren que inundaba mis oídos y que aquellas luces no eran más que los faros que venían contra mí y envuelto en un contratiempo, no pude hacer más que cubrirme la cara y resignarme a recibir el impacto. En ese preciso momento desperté y al voltear, aquella señora estaba sentada al lado mío aparentemente dormida. Estaba acalorado y entré en pánico, pues éramos los únicos pasajeros de ese tren que al parecer, no tenía hora de llegada.
Eran las 2:17 am, hora en la que Frank pudo desembarcar en la estación 6, recogió sus pertenecias y se marchó. Tras haber sufrido una serie de pesadillas, se sentó en la sala de espera, tomó un poco de agua del envase que traía y concilió el sueño.
Faltaba poco para que amanezca y el cielo aún lucía oscuro, cuando Frank despertó. Recogió sus cosas y salió de la estación.
Ahora estaba él solo, en la inmensa ciudad; él contra el mundo y sabía que no podía fallarle a su madre, tantos sufrimientos que habían tenido que ahora no era momento para más desgracias. Frank era consciente del sufrimiento de su madre, que rezaba y lloraba cada noche por el retorno del padre, el sr Lovren, además de afrontar la partida de su hijo a tierras lejanas, con el lado del mundo al que este desconoce, con nuevos peligros y objetivos, esos que el hombre necesita descubrir y confrontar en esta etapa de la vida y que es importante no ignorar.