El Misterio Del Área De Descanso primera parte: km 27

capitulo 5. DOMINGO DE VERANO

Macarena se levantó tarde. Era consciente de que comenzaba su último domingo libre en mucho tiempo. Abrió la ventana de su habitación y se volvió a tumbar en la cama bocarriba. Estiró el brazo hasta alcanzar la mesilla. Encendió un cigarro y, perdiendo la mirada en el techo, sonrió. Estaba satisfecha. Había resuelto un caso en menos de dos horas. Ella sola. Y lo más importante, había salvado una vida, al menos de momento. Unai López estaba siendo víctima de ciberacoso desde hacía casi un año. «No puedo más, esto se acaba hoy mismo, me voy a suicidar y ya no podrás humillarme más. Hasta nunca». Este fue el mensaje que interceptó Macarena mientras rastreaba varios chats en los que habitualmente merodeaban pedófilos. Inmediatamente, se conectó al buscador que ella misma había creado, Agencia Tributaria, y recuperó las IP de los ordenadores emisor y receptor de dicho mensaje. Se llevó una grata sorpresa cuando comprobó que el ordenador emisor se encontraba en Fuenlabrada, a tan solo diez kilómetros de la comisaría. El rastreo del ordenador receptor fue mucho más laborioso. Macarena sabía manejarse bien en estas situaciones. Conocía los trucos que los pedófilos utilizaban para no ser detectados. No obstante, a veces conseguían poner a prueba sus conocimientos y tenía que esforzarse al máximo para alcanzar su objetivo. Encontró un camino.

—¡Jódete! —exclamó.

Estaba dentro de su CPU. Comprobó que poseía varias carpetas con material pornográfico infantil. Informó rápidamente a sus superiores. El presunto pedófilo se encontraba en Barcelona y no tardaría demasiado en darse cuenta de que había sido detectado. Había que actuar rápido. En cuestión de minutos se organizaron dos patrullas: una en Barcelona para interceptar al receptor del mensaje y otra que se personaría en casa de la víctima para asegurarse de que no había cumplido con su amenaza.

La operación se saldó con éxito. Román Pérez Mendoza. Ese era el nombre del hombre de cincuenta y dos años que estaba detrás de las extorsiones a Unai. Comprobaron que ya había sido denunciado hasta en dos ocasiones anteriores por acoso y que se habían archivado las causas por falta de pruebas. Esta vez no tuvo tanta suerte. No le dio tiempo a percatarse de que había sido descubierto y la patrulla consiguió hacerse con su ordenador. Todos los documentos incriminatorios estaban intactos. Se dedicaba a una práctica denominada grooming. El grooming se basa esencialmente en dos tácticas: el engaño y el chantaje. Unai era un niño de catorce años que pensaba que había ligado en un chat de Internet. El pedófilo se hacía pasar por una niña de dieciséis años. Se ganó la confianza de Unai para conseguir información personal suya y de su entorno. Comenzó a enviarle fotografías de contenido erótico provocándole para que él le correspondiera de la misma manera. Hasta que lo consiguió. Desde entonces todo cambió para Unai. «Mi vida se convirtió en un infierno». Así se lo describió a la psicóloga de la Policía. El pedófilo comenzó con la segunda parte: el chantaje. Si Unai dejaba de enviarle fotografías, él publicaría en todas las redes sociales las que ya tenía. Estuvo a punto de conseguir que se suicidara. Si no hubiera sido por la rápida actuación de Macarena, el desenlace habría sido trágico. Unai tenía mucho trabajo por delante. Ahora tendría que recuperar su vida y salir de la depresión en la que estaba inmerso. Le llevaría mucho tiempo superar el trauma. A pesar de ello, sus padres se mostraban ilusionados. Con esperanza. «Y todo gracias a ti, Macarena, muchas gracias, de verdad. Llevábamos tiempo sospechando que algo le pasaba a nuestro hijo, pero no sabíamos qué podía ser, y él no quería decir nada. Estábamos desesperados». Macarena recordaba ahora las palabras de la madre de Unai tumbada en la cama y no podía evitar que se le erizara el vello.

Apagó el cigarro y cogió el móvil. Arrancó la sábana de la cama y la agitó hacia la ventana para airear la habitación y que su padre no oliera a tabaco cuando regresara. Abrió WhatsApp y comprobó que tenía un montón de mensajes sin responder del día anterior.

—¡Buah! Paso de leerlos, si alguno es importante, insistirá, supongo —murmuró.

Buscó a Alicia por la foto que tenía de Petronila en el perfil.

 

Macarena:

Buenos días, perra vaga. ¿Todavía durmiendo?

 

Alicia tardó escasos segundos en contestar.

 

Alicia:

Pero ¡¿qué dices?! Estoy en El Gruñidor intentando tomar un café. Me voy a dar una vuelta con la moto. No me digas que hoy no curras.

Macarena:

No, tía, me he ganado el día libre.

Alicia:

¿Sí? Pues vente para acá, que te espero y te doy una vuelta en la moto.

Macarena:

¡Ja, ja, ja! Ni de coña me monto contigo, puta loca. Además, estoy esperando a mi padre para desayunar con él. Pero podríamos ir esta tarde a la piscina o algo, ¿no?

Alicia:

Venga, vale. Se lo digo a estas a ver si se quieren venir. ¿A qué hora quedamos?

Macarena:

¿A las tres y media?

Alicia:

OK, a las tres y media paso a buscarte.




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