El Misterio Del Área De Descanso primera parte: km 27

capitulo 6. SANDOR

Sandra cruzó la verja y traspasó el caminito empedrado con paso firme. Solo llevaba en la clínica un mes, pero su situación había cambiado radicalmente desde aquel accidentado primer día. El calendario marcaba 6 de agosto y el calor era infernal. Habían pasado algo más de tres semanas desde que Sandra le mostrara a Andrea la extensa lista de venenos y drogas recopilados en la Deep web. Ese mismo día, al cierre de la clínica, analizaron juntas los síntomas y las consecuencias de consumir dichas sustancias.

—Bueno, vamos a ver qué has traído —dijo Andrea llevándose la mano al mentón—. Las drogas son todas derivados.

—Lo sé, lo sé. De eso ya me he dado cuenta —se apresuró a decir Sandra—. Vamos con los venenos a ver si hay alguno que pudiera producir esos síntomas en animales.

—Bien, veamos. —Andrea se sentó delante del ordenador portátil que tenía en el laboratorio—. Coge una silla y siéntate.

Sandra obedeció.

Después de dos horas analizando las secuelas que provocaba ingerir dichos venenos, llegaron a un callejón sin salida.

—A ver, la adelfa se refiere a varias plantas del género Nerium, que tienen flores rosadas o moradas, y se usan comúnmente en los jardines. Analicé algunas muestras de dichas plantas que recogí en el jardín del chalé de Calalberche, ¿recuerdas? El sospechoso ese al que tenemos que visitar. —Sandra apretó los labios e hizo un leve movimiento de cabeza. Andrea prosiguió—‍: Y descubrí que lo que hace que la adelfa sea tóxica son dos potentes glucósidos: oleandrina y neriina, ambos en la planta. La intoxicación por adelfa es parecida a la intoxicación digitálica, entre cuatro y doce horas. Los primeros signos de intoxicación son gastrointestinales: náuseas y vómitos, con deposiciones diarreicas sanguinolentas. Como último síntoma, se puede producir una parada cardiaca. No encaja. No explica la ligera inclinación de cabeza hacia un lado, los movimientos anormales de los ojos, los temblores ni la agresividad desbordada previa a la muerte. El etilenglicol sí produce mareo y podría causar la inclinación de cabeza en el animal, pero normalmente el organismo entra en coma. Lo que pasa es que uno de los subproductos de etilenglicol se rompe causando una condición peligrosa llamada acidosis metabólica. Esto se produce cuando la sangre de un organismo también se vuelve ácido, manteniendo todas las reacciones químicas que componen su metabolismo correctamente. Además, el veneno también crea cristales de oxalato de calcio en los riñones que destruyen físicamente el tejido renal. En las autopsias no he visto este tejido dañado. Bueno, ni ningún otro órgano, como ya te he dicho.

El talio es radiactivo. Aparte de provocar la pérdida total del pelo, corroe el revestimiento del tracto digestivo, así que descartado. El arsénico produce parálisis. Además, es fácil de detectar, una prueba química puede confirmar la presencia de arsénico en fluidos corporales en pocos minutos. El polonio 210 también es radiactivo, corroe los tejidos del organismo que lo ingiere, así que… descartado. Nos queda el cianuro. —Andrea giró levemente la cabeza para buscar la mirada de Sandra e hizo un pequeño chasquido con la lengua mientras realizaba la búsqueda en Google—. El cianuro entra rápidamente en la corriente sanguínea, aunque no siempre es mortal. En pequeñas dosis el cuerpo puede eliminar el cianuro a través de la orina con una mezcla de azufre. Sin embargo, con dosis más grandes, el cianuro comienza a atacar células de oxígeno y finalmente estas comienzan a morir. La falta de oxígeno es fatal para el corazón, el sistema respiratorio o el sistema central nervioso. Todos sistemas severamente afectados que provocan la muerte. —Andrea hizo una pausa y suspiró—. Severamente afectados… Nuestros perros no presentan lesiones en los órganos, lo que nos lleva de nuevo a la casilla de salida. No tenemos nada —sentenció.

Así terminó aquel lunes. Aunque solo habían pasado tres semanas, Sandra lo recordaba lejano, puesto que los acontecimientos se sucedieron cuantiosos y de manera muy rápida en la clínica.

Laura observó a Sandra algo desconcertada cuando esta apareció con su perrita Nora debajo del brazo. Se dirigía directamente al laboratorio.

—¿Esa es Nora? Sabes que Andrea no quiere que traigamos a nuestros perros a la clínica, ¿no? —preguntó Laura cortándole el paso.

Sandra la miró cariñosamente y sonrió.

—Tranquila, Laura, lo sé. Pero la he convencido, no te preocupes.

Laura frunció el ceño mientras le abría paso muy despacio. Acompañó el gesto poniendo los brazos en jarras.

—Pues ya me dirás cómo lo has hecho, y no solo eso, me tienes que explicar algunas cosas más de las que me he dado cuenta y no me cuadran en absoluto. ¿Qué os traéis entre manos?, porque mira que es raro que Andrea… —Sandra no le dejó terminar la frase.

—Nada, nada. No es nada raro, simplemente creo que le caigo bien, nada más.

—Ya. Y yo me disfrazo de hombre por las noches, ¡no te jode! Algo pasa, ya me enteraré.

Sandra soltó una carcajada y aprovechó el momento de confusión para cruzar la puerta de la consulta 3, en dirección al laboratorio, donde la esperaba Andrea.

Durante las tres semanas que sucedieron al incidente del bolso, Andrea intentó disimular el cambio de actitud hacia Sandra. Intentaba dirigirse a ella de forma altiva y distante, como si nada hubiera cambiado. Pero sí había cambiado. Y todos lo notaban. Incluido Marcos, que normalmente no estaba pendiente de los roces y devaneos de las chicas de la clínica, pero que, en esta ocasión, había notado cierto clima de complicidad entre Andrea y Sandra. Andrea había encontrado a alguien con quien compartir su misteriosa investigación secreta. Sabía que no era la más indicada, ni por supuesto la más cualificada para dicha tarea, pero quizá fuera precisamente eso lo que marcara la diferencia. Sandra era una chica joven e inteligente, con todo lo que eso significa. La motivación que acompaña a la juventud por los nuevos retos, las nuevas metas y por supuesto las ganas de aprender se pierden a medida que adquieres experiencia. Era esa energía de la que Andrea se quería contagiar. Es, además, la inexperiencia la que hace que preguntes cosas distintas y te plantees escenarios diferentes a los ya explorados por tus maestros. El sueño de Sandra era ser una gran veterinaria, y Andrea sabía que no desaprovecharía una oportunidad así para conseguirlo. Era de esperar que hiciera todo lo posible para agradar a su admirada jefa e intentara ayudarla a buscar el motivo de las muertes de esos perros.




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