El Misterio Del Área De Descanso primera parte: km 27

SOBRE MI

Este es el clásico apartado «Sobre mí» que habitualmente aparece en muchas de las páginas web de autor que muchos de vosotros habréis visitado en alguna ocasión, y te preguntarás por qué lo escribo aquí, y no en la página web. Pues por dos motivos: el primero es que no tengo página web ni tengo intención de crearla, porque lamentablemente no tengo tiempo de gestionarla; y el segundo, para facilitarte el trabajo.

El ritmo de vida que llevamos actualmente no permite disponer de mucho tiempo para dedicarle a una cosa en concreto y nos movemos por estímulos. Unas páginas de un libro por aquí, un capítulo de una serie por allá, algo de deporte si eso, algún programa en la tele… Y así día tras día. No disfrutamos completamente de nada en particular y picoteamos de todo en general. Por eso he decidido plasmar el apartado «Sobre mí» en el final de todas las novelas que escriba, para que, ya que has hecho el esfuerzo de leer todo el texto, no tengas ahora que buscar en Internet información sobre mí, si es que te interesa, claro. Así que, sin más preámbulos, aquí te describo, más o menos, cómo yo me veo.

Me llamo Iván García Bullido. Lo de Iván Garbu es por abreviar. He juntado la primera sílaba de cada apellido y lo he reducido a uno solo. También es que todo el mundo se pone un nombre artístico y yo no quería ser menos.

Me he preguntado a mí mismo quién es Iván García Bullido, para escribir esta sección, y he de decir que escribir sobre uno mismo se ha convertido en una tarea sorprendentemente complicada, incluso más que la propia novela. Pero, bueno, voy a hacer lo que pueda.

Nací en 1982 en Madrid y llevo viviendo toda la vida en Móstoles. Tengo treinta y ocho años, estoy casado y tengo dos hijas, Alicia y Sandra. No tengo estudios superiores, pero siempre me gustó escribir y escuchar historias. He de confesar que cuando era adolescente no leía prácticamente nada. Las historias me llegaban a través de la música. El punkrock me enganchó desde pequeño y decidí que quería aprender a tocar la guitarra para formar una banda y poder escribir mis propias canciones. Durante los veinte años posteriores estuve en varios grupos de rock y de punk. Los primeros como guitarrista y los últimos como fundador, compositor, guitarrista e incluso cantante. Bueno, cantante… Vamos a dejarlo en que soltaba mis propias letras por un micrófono como buenamente podía. Conseguí escribir más de cincuenta canciones (alguna de ellas buena, creo), lo que me sirvió de entrenamiento para lanzarme después a escribir textos más largos en un blog donde expresaba mis opiniones sobre diversos temas, hasta que me decidí a escribir mi primera novela.

Me considero una persona que aprecia las pequeñas cosas y que se conforma con lo que tiene. No escribo por dinero, pero tampoco lo considero una afición. Si me viene a la cabeza una historia, siento la necesidad de escribirla. Antes las convertía en canciones, ahora quiero escribir novelas. Mientras me sigan llegando historias, seguiré escribiendo. No sé muy bien explicar por qué, pero, si no lo hago, me siento mal conmigo mismo. Dejar escapar lo que considero una buena historia por pereza o por falta de tiempo es algo que no me puedo permitir.

Soy electricista de profesión. Mi padre tenía una empresa de electricidad y me enseñó el oficio desde muy joven. El poco tiempo libre que me deja mi trabajo lo dedico a escribir. De hecho, voy con el ordenador portátil debajo del brazo a todos sitios. Escribo en la furgoneta del trabajo, en la consulta del médico, los fines de semana, por la mañana temprano, por la noche tarde… No sé, siempre que puedo. La norma que me he autoimpuesto es escribir al menos una hora al día. La manera más segura que he encontrado de garantizarme esa hora de escritura diaria es levantarme muy temprano y dirigirme a mi puesto de trabajo una hora antes. Allí aparco la furgoneta y escribo hasta que llega mi hora de entrar. Además de esto, en el teléfono móvil me descargué una aplicación para grabar notas de voz que me permite apuntar ideas en cualquier momento. Así que al final me doy cuenta muchas veces de que, aunque mi cuerpo esté en el puesto de trabajo, mi cabeza sigue escribiendo y buscando ideas todo el día, porque recito infinidad de notas de audio que me sirven para continuar escribiendo al día siguiente. Y así día tras día. Creo que la constancia es la clave. La constancia se acaba imponiendo y superando todas esas ridículas expectativas instantáneas que muchas personas tienen sobre otras. Si eres constante, tarde o temprano alcanzas tus objetivos, si es que esos objetivos coinciden con tu misión en este mundo, porque yo creo que todos venimos con un destino marcado desde que nacemos, pero también creo que, si te esfuerzas, puedes adornar un poco ese destino. La vida es como una gran novela. Los personajes van apareciendo y desapareciendo. Cada acontecimiento se va colocando de una forma determinada, como si ya estuviera todo escrito, sin que tú puedas alterarlo, aunque creo que sí puedes intentar mejorar un poco la redacción de tu vida. Escríbela con buena letra, sin faltas de ortografía y, si es posible, con un buen final del que sentirte orgulloso. Por ejemplo, es posible que mi destino sea poner cables el resto de mi vida, pero eso no me va a impedir contar historias. A eso me refiero, si tienes una buena historia que contar, hazlo, escríbela, a mí me encantan las historias, vengan de donde vengan. Una buena historia es igual de buena contada por un escritor profesional que por un niño, un anciano o cualquier persona que quiera contarla. Una buena historia es una buena historia.

Vaya, espera, que estoy escribiendo la pestaña «Sobre mí» y creo que me he desviado un poco del tema. Es que enseguida evito hablar de mí, no me gusta mucho. La verdad, soy un poco introvertido y me gusta más escuchar que hablar, y más si es sobre mí. Pero, bueno, a ver, te cuento unas pocas cosas más y ya me despido. Soy ateo, pero, como te decía antes, creo en el destino, aunque también soy consciente de que lo que yo crea o deje de creer es totalmente irrelevante, porque soy consciente de que soy una hormiguita insignificante más en este gran universo y que mi opinión cuenta lo que cuenta, prácticamente nada. Aun así, todos tenemos derecho a expresar nuestras opiniones, por muy inocuas que sean a veces.




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