COMIENZO
Fernando.
Después de ver a aquella chica, no pude concentrarme en toda la noche y por suerte para mí el Charro estaba tan entretenido con sus viejas que no lo notó, de lo contrario, se habría arruinado todo el negocio; el Charro era un hombre entrado en años, gordo, acostumbrado a la buena vida pero era claro que no era de cuna de oro, era de piel blanca y ojos verdes y profundos, de primera instancia podría parecer un hombre bonachón pero una vez que lo conocías te dabas cuenta de que la mayor parte del tiempo sólo hablaba porque tiene boca y algo tiene que hacer con ella, sin embargo, no es estúpido, conoce el negocio mejor que nadie pero su debilidad siempre han sido las mujeres, en alguna ocasión casi lo matan por una vieja y eso habría sido bueno para mí pero está claro que no tuve tanta suerte.
La niña que nos estaba atendiendo tenía algo que hacía que no pudiera dejar de verla, y no era por la forma tan sugerente en la que el uniforme se ceñía a su pequeño pero voluptuoso cuerpo sino que había algo en ella que no me permitía dejar de mirarla, se acercó a tomar la orden con tal aplomo que parecía que de eso dependía su vida, pero noté que cada que se acercaba a la mesa ya fuera a servir o a tomar alguna orden, evitaba mirarme, me daba la espalda, era como si me evitara pero la pregunta era: ¿por qué?, ¿por qué me evita?, ¿acaso nos conocemos?, no, imposible, si la conociera no hubiera olvidado ese rostro, esa mirada, y sobre todo no habría olvidado su nombre, sería incapaz de olvidar a alguien que con tan sólo mirarme me había hecho sentir lo que ninguna mujer ni con toda su experiencia sexual había logrado: hacerme sentir vivo.
El Charro tuvo la brillante idea de interrumpir mis pensamientos y entonces tuve que recordar por qué estábamos ahí.
-Y bueno Rey, ¿qué quieres?
-Nada particularmente especial, Charro, sólo estamos compartiendo una cena.
El Charro soltó una risotada que me hizo pensar que se estaba riendo de mí lo cual, desde luego, no me hizo gracia.
-Ay mi Rey, seamos honestos, uno no va por ahí invitando a cenar a alguien no más porque somos cuates a menos que te me hayas vuelto joto entonces ahí sí, mejor la dejamos por la paz, no le hago a esas cosas.
Me dieron ganas de darle un disparo y su maldita bocota, pero no era el momento, se trataba de negociar, no de matar a nadie, tomé aire y me reí de su mal chiste.
-No, Charro, no me volví joto, pero no quiero nada que no me puedas dar.
-Ahora sí, entonces dime, ¿qué quieres?
-Una ruta para llevar mis armas desde Chiapas hasta los Ángeles.
-Tú ya llevas tus cargas a Los Ángeles, tienes una muy buena ruta de hecho, ¿para qué quieres otra?
-Porque la ruta que yo tengo no es eficiente, el cargamento hace muchas paradas y no me conviene, necesito algo más…directo.
-Ya sé por dónde vas cabrón, no, ni madres.
-Ponle precio, lo pago.
-Mira cabroncillo, conseguir esa ruta a mí me costó un pinche huevo un chingo de varo y ni de pendejo te la suelto.
Empecé a exasperarme, esto no iba para ningún lado, pero yo no me iba a ir de este lugar sin esa ruta, aunque tuviera que matarlo.
-Ponle precio, Charro, lo que quieras.
- ¿Qué ofreces?
-Desde luego no un huevo, Charro, pero sí dinero, sé que te gusta el dinero para poder gastarlo en viejas y tequila y no me vas a decir que no.
El Charro se rio mientras le daba una sonora nalgada a una de las chicas que estaba a su lado. El Charro era vulgar, pero necesitaba esa maldita ruta y ya después vería cómo deshacerme de él.
-Pos si, la neta sí, me gustan las viejas y el trago, pero entonces, ¿cuánto me ofreces?
-Es más fácil que me digas cuánto quieres.
- ¿Tú me quieres ver la cara de pendejo?, mira Rey, tu padre era inteligente y sabía que para hacer negocios una de las cosas más importantes era no subestimar a la contraparte, si nada más me trajiste aquí a perder el tiempo, pues gracias por la comida y las viejas, pero ahí muere.
Esto iba a ser más difícil de lo que pensé, no pensaba darle más, pero tenía razón en una cosa, lo estaba subestimando así que era momento de subir la oferta, aunque mientras más me quisiera sacar, se acercaba cada vez más a su tumba.
-No te enojes Charro, tienes razón, pero hablemos en serio, 50/50 y sabes que no te puedo ofrecer más porque para mí sería una pérdida más que una ganancia.
Me miró con los ojos entrecerrados y no supe si era a causa de la bebida o porque lo estaba considerando, bebió un poco más y luego empezó a hablar otra vez.
- No, sigue siendo una pendejada y tenemos dos opciones, o empezamos a hablar en serio o esto se va a poner color de hormiga, ¡me estás tratando como imbécil, chamaco nalgas meadas!
-No te puedo ofrecer más porque aquí el que está arriesgando, soy yo, es mí mercancía, no tuya, el que va a pagar los sobornos voy a ser yo, sólo te estoy pagando el uso de la ruta.