El precio de su cabeza

El precio de su Cabeza

Era la noche más fría del año. El silencio gobernaba el campo en la cual se encontraba perdido y desorientado. Solitario corría con desesperación sin rumbo a ningún lado. Deseaba escapar a toda costa, seguía sintiendo que lo estaban observando, que lo estaban buscando. Temía ser atrapado, temía perder el bebé en sus brazos. Pero bajo la lluvia incesante todo se estaba dificultando, su ropa y su rostro estaban completamente empapados, cada paso que daba se hacía más pesado, y el suelo se convertía en un barro inestable tentando derrumbarlo.

La oscuridad quería llevárselo, él estaba seguro de ello, así cómo habían hecho con su esposa a los minutos de dar vida a su primer hijo. En la primera respiración de alivio el filo en su cuello y la sangre derramada dieron paso a su final. En ese momento él sintió que le había fallado una vez más, como lo había hecho incontables veces atrás, pero al percibir el último suspiro escapándose a toda prisa de la boca de su amada, prometió en voz alta que no le fallaría otra vez más. Y supo bien que ella lo escuchó, cuando ella asintió antes de irse desprendiéndose de todo signo de vitalidad.

El frió congelaba su piel. Su respiración se entrecortaba, estaba perdiendo esta pelea. Sus piernas flaqueaban amenazando con tropezar a cada segundo. Su vista comenzaba a nublarse cada vez más y él no podía discernir si se trataba a causa del desgaste físico, el dolor, la lluvia o sus lágrimas. No veía nada, pero seguía corriendo. No perdía la esperanza, arropaba con ímpetu al niño entre sus brazos con lo que quedaba de su fuerza para encontrar calor. Hasta que cayó, de espaldas se derribó, para evitarle todo dolor a su hijo. Su espalda crujió, temió al pensar que sus huesos estaban rotos. No solo por él, le había prometido con el precio de su alma a su mujer que cuidaría del bebé, quería cumplir con sus palabras por el amor que tenía a ambos. Sus ojos se comenzaban a cerrar, y el no dejaba de abrazarlo. Pero cuando estuvo al borde de la inconsciencia, percibió algo distinto.

Frente a él se encontraban unos pies, éstos no eran humanos, la piel de serpiente resplandecía como luz de verano en medio del invierno.Al levantar la vista se encontró con una criatura subreal con piel de serpiente, pero no se trataba de una, tenía apariencia humana y animal y de algo más. Reconoció que era mujer a pesar de que su rostro estaba cubierto con una capa. En su mano traía un báculo de plata ornamentado de joyas amarillas y verdes simulando el mismo aspecto de su piel, de apariencia ancestral. Él pidió ayuda, pero la figura negó con la cabeza tres veces. Levantando su mano derecha señalando al bebé. Él se irguió rápidamente en su defensa, abrazándole con toda su fortaleza que le quedaba, tratando de apartarlo de ella. Pero ésta última se agachó a su lado, susurrando con una voz escalofriante, inhumana pero magnéticamente atrapante.

—Si me das al bebé te daré poder —inquirió con ímpetu. Él quiso apartar su vista pero fue atraído por los ojos amarillos hipnotizantes de la criatura. — Es un precio justo, el precio de su cabeza, te dará libertad y poder. No correrás nunca más, te elevaras hasta lo más alto y en tu mundo reinaras.

Él hombre reflexionó asombrado, y aunque recordaba su promesa en lo profundo de su alma, pensó que no tenía elección. Se iba a morir en ese campo frío y desolado, el niño empapado por la lluvia moriría de hipotermia. Y si él tenía poder suficiente, lucharía por encontrarlo, por hallarlo y tenerlo a su lado. Una vez que, con manos temblorosas y dubitativas, entregó a su bebé. La criatura sonrió estremecedoramente. Pero cuando ésta lo recibió, en tan solo un pestañeó lo degolló. Pero no al bebé, sino a él.

Ésta comprobó que, el hombre es cegado por la palabra “poder” sin preguntarse en qué consiste. Ella cumplió su promesa a cambio de su cabeza, sabía que la muerte le traería libertad, que no correría nunca más, y que lo elevaría a lo más alto fuera de este mundo, donde quizá reinaría, donde quizá sí tendría poder sobre sí mismo. Aunque reconocía la posibilidad de que ello no fuera así y que había fallado en su promesa, pero no le importó. Porque él antes había fallado en la suya.

Cuando tuvo al niño en sus brazos, éste comenzó a llorar sin parar, pero cuando ella se descubrió el rostro y empezó a hablarle con voz suave su llanto cesó.

— Tranquilo bebé, tu madre está aquí. Siempre estará contigo acabando con todos los monstros que tratan separarte de mi lado.



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En el texto hay: fantasia, personajes sobrenaturales, relato corto

Editado: 02.08.2019

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