El precio de una venganza

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Mikhael

Talle mis ojos sin poder creer lo que sucedió ayer. Me sentí tan abrumado, tan extasiado.

Ojalá pudiera decir que fue como estar con cualquier otra mujer, pero sería una mentira innegable. Es imposible engañarme. Ninguna mujer logró hacerme sentir así. Hacerlo con Aitana, se sintió tan bien, tan correcto. Ahora veo que en el pasado no diferí mucho de los animales al hacerlo con mujeres desconocidas. No era más que copular y ya. Con mi esposa no fue así, fue tan distinto. Fue una acción con sentido y no una impulsada por deseos primitivos.

¿Por qué de entre todas las mujeres?

Me observo en el espejo. Ella dejó marcas en mi cuello y ni que decir de la espalda; no hace falta que la vea. Ciertamente es una mujer apasionada. No hay duda.

Siento sus delgados brazos rodearme y la miro a través del espejo.

—Buenos días, amor—expresó entre bostezos. No dormimos mucho, así que no me sorprendía.

Sin responder a su saludo le doy un beso en la frente. La fragancia natural de su cuerpo  me invadió. Recordé como me vi embriagado por su olor en la noche. Cuando la volví mía y ella imploraba por más.

Mi pecho ardió.

Bajé mis vista de su rostro hacía su cuerpo cubierto por una bata que no estaba cerrada. Su cuello, pechos, muslos y caderas tenían marcas. Me fascinó.

—Te vez hermosa—cada vez las palabras salían con mas más naturalidad y empezaba a asustarme.

Ella sonrió encantadoramente.

—Te amo—murmuró en un abrazo que me estremecía—. Ya casi son las siete.

Mire el reloj de la habitación y en efecto, ya era hora de irme y regresar al mundo real. Regresar a los verdaderos asuntos que me llevaron a ésta situación. A la venganza que cada vez me parecía sin sentido.

—Tengo que irme. Está vez no comeré nada. Descansa, cariño.

—No te preocupes por mi—besó mi hombro—, me siento con más energías que nunca.

—Eres pequeña, pero con gran aguante ¿cierto?—comenté divertido. Su cuerpo parecía frágil, pero guardaba grandes energías.

—¡Claro que sí!—exclamó con gran entusiasmo.

Solté una carcajadas.

—No tienes remedio, esposa.

 

 

Aitana

Su risa era tan maravillosa. Llegaba a mi alma, y ésta se gozaba. Quería abrazarlo y atesorarlo mucho. No deseaba más. Ésto lo era todo para mí. Me sentía tan bendecida.

Deseaba volver a ser una con él, pero entendía sus responsabilidades con los negocios que mi padre había puesto en sus manos.

Se bañó y casi me vi tentada a abalanzarme a él, pero me contuve. Ya tendría toda una vida para hacerlo.

—Me voy. Trataré de regresar pronto.

—Si, amor. Te estaré esperando—lo despedí con un beso y se fue.

Al cerrar la puerta solté un suspiro de enamorada. Anoche fue tan…tan, no hay palabras que lo puedan describir. No hay letras que conciban todo lo que sentí al ser tomada por él.

Toqué mis mejillas, las sentí arder.

Toqué mi intimidad tratando de recordar lo que sentí al ser besada en ese lugar.

«¡Ya! Si sigo así, terminaré deseosa de más»

Estamos casados, el tiempo que tendremos es mucho. Estoy segura. Tendremos toda una vida juntos.

¡Ja! Una vida juntos, no puedo más que reírme de ello. Que estúpida fui.

 

 

 

 




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