El precio de una venganza

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Mikhael

Pero, ¿realmente tenías que traerlo con nosotros?

—Claro que si, el niño es mi sobrino, ¿esperabas que lo abandonara a su suerte?

Dejé de escuchar la conversación de mi tío y su esposa. Les estaba causando problemas y era doloroso saber que mi presencia no era grata para ellos. Si tan sólo no hubiera perdido a mis padres.

Las lágrimas descendían a mis mejillas regordetas y se perdían bajo mi barbilla. Corrí hasta la  habitación que me habían dado.

—Mamá, papá ¿por qué no me llevaron con ustedes?—les pregunté abrazando una foto de ellos. Talvez tratando de no sentirme solo.

Solo y abandonado.

Mi tío fue bueno conmigo. Hizo oídos sordos a las protestas de su esposa e hijos. Si había alguien con quién podía contar, era él. Pero la vida no me tenía en gran estima y también me lo arrebato. Dejándome con su familia, que si bien no me abandonó en un orfanato, se encargaron de hacer de mi vida un auténtico infierno. Al menos para un niño. Mucha veces fui víctima de grandes e inhumanas palizas por parte de mis primos.

—¡Por favor! ¡Deténgase!—imploré buscando algún tipo de misericordia, y no la hallé.

—¿Detenernos? ¡Ay primo!, ésto apenas comienza.

Solo me libre de ellos hasta ser mayor de edad, o bueno, hasta que mi altura y fuerza ya no consentían su cobardía. A pesar de todo, aunque en algún punto les temí, me dí cuenta que eran unos cobardes cuando decidieron dejar el legado de mi tío en mis manos, mientras ellos sólo estiraban las manos. Exigiendo el fruto de algo que no trabajaron. No, ellos no tuvieron que jugarse la vida en un mundo donde la inteligencia, fuerza y tenacidad son primordiales. Un mundo donde los sentimientos sólo eran un lastre en quiénes aspiraban a ser la pesadilla de muchos. Una vida en la que la sangre pintaban tus manos de un carmín pesado en la conciencia.

¿Y por qué recordaba esto? Eso es sencillo. Porque no quería perder de vista el verdadero objetivo de todos mis esfuerzos. Para recordar quién soy, y qué quiero. Para no olvidar . Para no dejarme llevar por las olas sentimentales que despertaba Aitana en mí. Para no dudar.

Sin dudas, sin piedad.




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