El precio de una venganza

22

Mikhael

Embarazada.

Embarazada.

Embarazada.

La mujer con la que me case originalmente por motivos ajenos al amor, estaba esperando un hijo mío. Ella, Aitana Duarte, tiene en su vientre a mí hijo, mi sangre unida a la de ella. Un hijo en su vientre.

¿En qué momento pasé de repudiarla a quererla, y no suficiente con eso, a hacerle un hijo?

El frío de la noche congela mis manos, pese a ello, no me importa. Incluso si el cañón de un arma estuviera en mi nuca, no me dejaría estático y frío como la noticia que me ha dado mi esposa. Mi esposa, mi hijo.

Si mi yo del pasado me viera ahora, no se lo creería, probablemente se echaría a reír. Una gran carcajada.

Qué ironía.

Lo peor es saber que yo creé ésta ironía. ¿Cómo no la embarazaría si cada que puedo la hago mía? Ni si quiera me molesté en usar un preservativo. La verdad era que la quería tener sin ninguna barrera de por medio y verterme en ella. En su Interior al que sólo yo he accedido.

Un hijo, crecerá en su vientre cada día y lo veré. Mi hijo o hija, tendrá su parecido o el mío, o tal vez la perfecta combinación de ambos. Una parte de ella, una parte de mi. ¿Tendrá se serenidad amable, o tal vez será más parecido a mi?

Tal sólo imaginarlo hace que mi corazón se apriete. Lo quiero, quiero a ese bebé. No lo planeé, ni al él, ni al cariño por Aitana. Pero ahora existen.

Esto lo cambia todo. Todo. Mi venganza, mi odio. Mi sentimiento de no tener nada a lo que aferrarme. Ahora, ahora ya tengo una familia.

Tomo asiento en uno de los bancos del parque al que he llegado viendo sin ver. Y observó a los padres con sus hijos. En un futuro yo seré uno de ellos. Un padre preocupado por su hijo. Un padre doblegado de amor.

Ya no puedo continuar con mis planes, ya tengo algo que perder y eso me aterra. Aitana y mi bebé se han sumado en la fórmula perfecta para desbaratar éste resentimiento.

«Aitana, la dejé sola» ¡Carajo! Me impacté tanto que la dejé sola.

Al menos deje a mis guardias rodeando el perímetro. Siempre están a una distancia prudente. Para Aitana es importante que nuestra vida sea lo más normal posible, aunque a veces la tarea no es fácil.

Regresé sobre mis pasos a nuestra casa, seguramente ella debe sentirse mal. Me dio una noticia tan grande y no le brinde la seguridad que necesitaba. Recordé la manera que regresó; decaída, pensativa. Me dí un golpe mental por idiota.

Aitana

Abracé mi estómago. Ahí crecería mi bebé.

Ver salir a Mikhael por la puerta me dolió. Y yo al enterarme no me alegré mucho.

«No te merecemos bebé, perdóname»

No importaba que no hayamos planeado su llegada. Mi bebé será amado, infinitamente. Me encargaré de ello, y se que Mikhael también. Seguramente está igual de impactado que yo. Es eso ¿verdad?

A veces odio lo sensible que puedo llegar a ser. Se que su reacción es normal,y aún así, algunas lágrimas salen de mis orbes.

—Aitana—el repentino llamado de mi nombre me asustó y brinqué sobre la cama.

Sentí unos brazos rodearme.

—No te asustes, soy yo.

—Mikhael—susurré su nombre.

—Lo siento—negué con la cabeza—, la noticia me tomó por sorpresa. Perdón por dejarte sola.

Dejó de estar detrás de mi espalda y se puso de cuclillas frente a mí.

—No te disculpes, yo también me sorprendí—limpió mis lágrimas con su pulgar.

—Soy un tonto. Puedes gritar si quieres, pero, que sepas que amaré a éste bebé. Es más, ya lo amo. Nuestros planes se adelantaron, es todo. Estaremos juntos ¿bien? —me volvió a abrazar—. Perdona a tu tonto esposo.

Lloré, la verdad es que esto es lo que anhelaba. Saber que él también querría a nuestro hijo.

—Estaba preocupada—me sincere—, tenía tanto miedo— sorbí mi nariz.

—Gracias por darme tan hermosa noticia, amor—dijo con los ojos rojos, su aspecto imponente no estaba, sólo él y la emoción marcada en todo su ser—.No importa lo que suceda—me apartó suavemente para mirarme a los ojos—, no importa lo que pase. Siempre recuerda que ésta noticia es la más maravillosa que he tenido en mi vida, y que mis sentimientos por ti y mi hijo. Son verdaderos—sus ojos rojos y húmedos liberaron lágrimas, lágrimas que acompañaron a las mías. ¿cómo no le creería, si su rostro estaba tan lloroso como el mío? ¿cómo no creerle al hombre que es fuerte con todos, pero se derrumba de ésta manera conmigo?

—Te amo, Mikhael.




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