Aitana
Aprieto la mano de Mikhael al tiempo que la obstetra esparce el frío gel por mi piel. La verdad estoy echa un manojo de nervios, y no sé quién suda más, si Mikhael o yo. Nuestras manos están húmedas.
—Bien, señores Brown pronto veremos cómo se encuentra su bebé.
En el momento en que el transductor está sobre mi, en la pantalla de color blanco y negro se observan dos pequeñas manchas. La mujer de pelo gris observa con minuciosa atención.
—¿Está todo bien?—pregunta Mikhael con un hilo de preocupación.
Ella nos observa y luego sonríe.
—Si, señor Brown—lo tranquiliza—. Lo que sucede es que ustedes no tendrán un bebé, sino dos. Su esposa tiene un embarazo múltiple.
¿Dos…bebés?
No necesito ver a mi esposo para saber que está igual de consternado que yo. Los dos habíamos supuesto que era uno. Después de todo ¡¿cuántas son las posibilidades de tener dos bebés?!
—Es… ¿verdad? ¿Mi mujer tendrá dos bebés?—lo veo igual de impactado que yo, y sonrió con ternura.
—Así es, ¿quieren escuchar sus latidos?
Los dos asentimos asimilando la noticia. Miro la pantalla y escucho el tum-tum de mis bebés. No puedo creer lo maravilloso de éste momento. Tendré dos hijos. Ambos cumplirán años juntos.
Mikhael besa mi frente y lo veo mirándome de una manera que nunca antes lo había hecho. Creí que el ya me miraba con amor, pero, no me había dado cuenta de lo superficial que había sido hasta entonces. Sólo ahora que lo veo, encuentro un amor…sincero. Un amor que no necesita ser hablado, me lo está diciendo con su alma, y lo se porque la mía lo siente.
—Te amo, Aitana.
¿Qué es…éste extraño sentimiento?
«««»»»
Mikhael
Al regresar a casa durante el trayecto en el automóvil tomo la mano de Aitana, ella mira por la ventas los edificios que son reemplazados unos por otros. A decir verdad está callada. Se que la noticia la ha hecho feliz porque la mire atentamente durante el ultrasonido. Así que no se exactamente porque tiene esa energía taciturna.
—¿Amor?—la llame.
Ella sigue mirando por fuera de la ventana como si no se hubiera dado cuenta de mi intento por llamar su atención. Estaba por volverla a llamar pero ella volteó su rostro lentamente.
—Oye, Mikhael. ¿Tú, tú me has amado realmente?—su pregunta me toma desprevenido—. No me refiero ahora, me refiero a las otras veces en las que me lo has dicho. Esa palabra de Te amo antes de nuestra boda. ¿Era real?
Paso saliva por mi garganta.
—S-Si claro, amor—me golpeo mentalmente por no decirlo con seguridad—. ¿Por qué lo preguntas?
—No, por nada—responde cortante, algo que me pone nervioso y hace diga palabras que son más hipócritas de mi parte.
—Dime, amor. Recuerda que es importante la comunicación en pareja—¡increíble Mikhael! Oficialmente eres un descarado sin precedentes—, las parejas que caminan sobre la mentira no avanzan mucho.
Ella observó sus pequeñas manos y me regreso la mirada.
—Tienes razón, amor—me sonríe con melancolía—. La verdad es que sentí que tus palabras eran vacías en comparación con las de hoy. Es como si por fin pudiera comparar y darme cuenta de lo superficial que habían sido antes.
Mierda.
—Bueno, tal vez así sea en algún punto. Entre esos momentos del pasado y ahora hay un gran diferencia. Ahora ya tenemos más recuerdos juntos, vivencias que han ido agrandando lo que siento por ti. Volviéndose más profundo mi amor.
Ella soltó un suspiro de alivio.
—Es verdad. Creo que el embarazo ya está haciendo efecto con sus hormonas—se recargó sobre mi hombro—. Disculpa por dudar de ti. No has hecho más que hacerme muy feliz.
Ignore el dolor en mi pecho al escuchar sus palabras.
—No te disculpes, amor. Éstos momentos suceden.
No puedo dejar que sepa la verdad. Nunca. Será una mentira que morirá conmigo, me encargaré de ello.
Lo malo de las mentiras es que se cansan de ser ocultadas. Y yo las subestimé. Las subestimé en su propio juego.