Mikhael
—¿Qué tal esto?
—Es…peculiar—comenté viendo el traje lleno de colores fosforescentes que contrastaban unos con otros.
Ella lo observó nuevamente, pensando tal vez en mi respuesta.
—No te gusta, verdad—confirme sus palabras negando con horror al ver la indumentaria.
Por fin sabíamos el género de nuestros bebés, y para nuestra buena fortuna se nos concedió tener a un niño y una niña. El combo completo. Y ante ese hecho Aitana se entusiasmó por querer comprar ropa de bebé.
—Tal vez es algo llamativo—dejó el mameluco y tomó otro en su lugar.
No aparte mi vista de ella hasta que un pequeño vestido rosa llamó mi atención. Lo tomé y concluí que definitivamente mi niña lo usará. Todavía no la tengo en brazos y ya sé que será mi princesa.
—No se si amarte o detestarte por tener tan buen gusto—dice pasando sus dedos por el pequeño vestido—. Es hermoso.
Ante su comentario de aliento, tomé más ropa de niña. No se que piense mi esposa, pero yo me entusiasmo ante la idea de una mini Aitana. Tal vez ella se imagina algo parecido, pero con un mini yo; me atrevo a decirlo porque lleva más tiempo tomando ropa de varoncito.
Veo a unos metros de nosotros a una mujer que lleva en sus brazos ropa interior y sonrió con maldad.
—¿Q-Qué sucede?—su voz me hace saber que ya notó mi sonrisa provocada ante la idea una travesura.
La tomo de la muñeca y la llevo a la sección de ropa interior femenina, pero no a cualquiera, sino a la lencería erótica.
—Vamos a comprarte ropa interior, cariño.
—¡¿Qué?! ¡No! Ya tengo suficiente—respondió acalorada.
—Nunca es suficiente lencería.
Tomé ropa a diestra y siniestra, especialmente lencería con encajes, y hubiera seguido, pero su delicada mano me tomo del brazo.
—¿Qué sucede, cariño?
Dudó en responder.
—Es que…bueno—miró a otro lado, pero tome su barbilla suavemente para que me volviera a ver—, con el embarazo, puede que ya no me vea tan provocativa.
No había que pensar mucho para saber que ella dudaba de su cuerpo a causa de los cambios que el embarazo le había provocado. Si ella supiera cómo me siento cuando la veo desnuda y embarazada gracias a mi, no dudaría ni un poco.
Acerqué mis labios a su oído.
—Esa es la parte más erótica, Aitana—le susurré —. Verte llena de mí. Esos niños son una extensión de mi, tu cuerpo ha sido invadido por tu esposo. Y me fascina verte así.
Su respuesta fue un abrazo que yo recibí gustoso.