Aitana
Horas antes
Salgo de mi antigua casa y me despido del roble junto a ella.
—¿Estás segura de irte sin verlo, Aitana?—la pregunta de Victoria hace que deje de tocar el árbol y la mire.
Claro que lo ideal sería despedirme, pero si lo hago estoy segura que dudaría. El sólo verlo hace que me cuestione tantas y tantas cosas. Pero sobre todo es el enorme deseo de estrecharlo contra mi. Quiero abrazarlo y consolarme en su calor.
—Es mejor así—apreté mi bolso—, aún lo amo y sería difícil verlo. Cada vez que lo tengo frente a mí, muchas cosas pasan por mi mente, y sobre todo quiero darle ese sí que nos daría una segunda oportunidad.
Ella se acercó y me abrazo.
—Te apoyaré en cualquier cosa que decidas, claro, siempre y cuando no juegue contra tu favor. Si esto es lo mejor, que así sea.
Los hombres de mi esposo no me cuestionan, pero cuando salimos en la camioneta de Vi, veo que a una distancia prudente nos están siguiendo. Mi familia y Mikhael no tienen negocios legales así que es mejor que no me oponga y deje que hagan su trabajo sin obstáculos. Ya me a costumbre de cualquier modo.
—Gracias por dejar que esté unos días en tu casa, no será por mucho. Ya sabes “el muerto y el arrimado a los tres días apesta”.
La veo sonreír mientras conduce.
—No seas tonta, puedes quedarte sin problemas.
Durante el trayecto me dedique a ver los árboles que pasaban frente a mis vista. Hace unas semanas estaba todo tan bien y de repente todo mi mundo dió un giro. Pero ya es tiempo de salir a ver la luz, ya lloré ahora debo continuar. De eso se trata la vida ¿no? Subidas y bajadas constantes, pero el viaje no termina hasta dejar éste mundo terrenal.
Mikhael
—Señor, ya está hecho.
—Bien—dije mientras cargaba la pistola que tenía en mis manos.
Mandé a varios hombres a fingir un robo en unos de los almacenes de droga de Alec, necesito que su atención se enfoque en ello. Y así poder ir al recinto donde tiene a mis hijos.
—Mis hombre ya están preparados, Mikhael—escuche la voz de Milton por detrás de mi, pero no lo observe. Tuve que recurrir a otro hombre para que me ayudara con el rescate de mis bebés. Con mis hombres no sería suficiente. Claro que no lo hizo gratis, todo es dinero.
—Los rodearemos, no quiero que tengan ni una maldita salida de escape—. Mis hombres rodearían una parte y los de él otra. Algunos estarían desde la distancia e incluso preparé helicópteros por si tenían que atacar desde arriba.
Esto no sería nada pacífico. Las metralletas, fusiles, revólveres, pistolas, y rifles no eran de adorno; básicamente hice negocios con un traficante de armas. Mataría hombres y seguramente algunos de los míos no saldrán ilesos, pero algo es seguro: mis hijos saldrán vivos de ese lugar y estarán en los brazos de su madre.
—¡Vámonos!—rugiendo esa orden fui directo a mi objetivo. Recuperarlos no era una opción. Lo haría incluso si el precio era mi vida.