El precio de una venganza

40

Aitana

—Puedes dejar de caminar de un lado a otro, mujer. Me estás dando migraña.

Victoria está recostada en el sofá mientras come palomitas frente al televisor. Y yo no puedo dejar de caminar o mover mis pies de arriba hacia abajo manteniendo el talón pegando al suelo.

Tengo una inquietud que no me deja estar en paz. Siento que algo está a punto de pasar y siento el malestar en el estómago, y algunos escalofríos que no dejan de merodear por mi espina dorsal. No dejo de beber de la copa de vino tinto que tengo en la mano derecha pero no siento su sabor, parece que es agua insípida.

—Tengo un mal presentimiento, Victoria.

Ella me observa sería y se levanta aún con las palomitas.

—No digas eso, es de mal agüero—dijo casi reprendiendo mis palabras.

—Es la verdad, no dejo de sentir ésta sensación de que algo horrible está a punto de suceder. Creo es por Mikhael. Tal vez debí verlo y no dejar una insulsa carta. ¡Dios mío! ¿Y si le sucedió algo?

Me muerdo las uñas y al poco tiempo veo sangre salir.

—¿Y si lo llamas?

Asiento confirmando que es mejor llamarle. Se supone que cortaría contacto, pero honestamente no me gusta ésta sensación. Es mejor que confirme que está bien.

Buzón. El contestador automático es lo único que me responde y mis alarmas empiezan a sonar.

Segunda, tercera, cuarta vez que lo llamo y no responde.

—No me contesta—mis ojos van al televisor sin prestarle atención hasta que la voz de una mujer logra captar mi atención por las imágenes que transmiten.

En otras noticias, hace una hora y media dos grandes organizaciones del crimen organizado se han enfrentado en las afueras de la ciudad, causando gran disturbio. Hasta ahora ninguno de los líderes ha sido encontrado bajo los escombros.

Dejo caer la copa que se estrella causando un ruido estrepitoso. El piso se llena de un color que hace me den ganas de vomitar.

—Es él, es él—murmuré con horror.

Mikhael

Horas antes

—¡Aléjate de mis hijos maldito psicópata!

Había logrado entrar y estaba a nada de tener a mis pequeños en brazos, pero el maldito de Alec apareció con un hombre que los cargo y ahora me amenazaba con matarlos.

—No estoy jugando, Mikhael. Un paso y le vuelo los sesos a tus bastardos.

Su maldita sonrisa de burla me provocaba unas inmensas ganas de asesinarlo a golpes. Pero mis hijos estaban de por medio.

—Te daré parte de mis territorios, así que déjalos—propuse.

El sonrió negando.

—¿Crees que voy a conformarme con las migajas que quieras darme? ¡¡Pues no!!

Mire al hombre que cargaban dos pequeños cuerpos en sus brazos. No los había podido ver, pero ellos ya estaban llorando y eso me quebraba por dentro. Mis bebés tendrían que estar tranquilos en su cuna mientras Aitana los arrullaba con su dulce voz, no aquí, en medio de asesinos que ponen en riesgo su vida.

—Bien, entonces te daré algo mejor.

Yo sabía que tal vez no regresaría a lado de mi esposa, porque sí, yo aún la considero mi mujer. Pensé ilusamente que podría tener una posibilidad de vivir junto con mis hijos y Aitana, pero no será así. No importa, primero son ellos antes que yo.

Alec me observó esperando mi propuesta.

—Te daré mi vida, al no estar, podrás ocupar mi lugar—dije tragándome las esperanzas de ver a mi familia.

—Hecho.

Hizo que su hombre le diera mis bebés a uno de los míos, mientras yo me acercaba a él “desarmado”.

—Bien, tus hijos ya están a salvo.

Observé como varios de mis hombres cuidaban al que llevaba a mis hijos y cuando vi que estaban lo suficientemente alejados le quite el seguro a la granada que guardaba en mi pantalón.

Aitana ya tendrá a nuestros bebés en brazos y eso era lo que más me importaba. Ella y mis hijos.

—¡Yo voy a morir, hijo de perra, pero tú lo harás conmigo!—tras decir eso le lance el explosivo y corrí lo más alejado posible con la mínima esperanza de ver a mi familia.

Cinco, cuatro, tres, dos, uno y oscuridad absoluta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.