Aitana
—¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños a ti!
La voces de mi esposo y mis hijos cantando me despertaron y cuando mire el pastel con el número treinta no pude contener mis lágrimas.
—¡Vamos, amor! Hoy te espera un gran día—expresó mi esposo sosteniendo el pastel con una mano mientras que con la otra cargaba un ramo enorme de rosas. La imagen era una obra de arte. Él tan enorme y con sus grandes manos sosteniendo las rosas lo hacían ver como un hombre galante. No sólo se veía, realmente lo era. No importaba cuántos años transcurrieran, él era cada día más apetecible. Tanto que casi estuve a punto de volverme loca de celos cuando vi a las mujeres comérselo con la vista sin descaro alguno en la escuela de nuestros hijos. ¡Vaya, señoras! Como se ve que no están bien alimentadas por sus esposos.
Si no fuera porque Emma y Evan están aquí, ya me habría lanzado a los brazos de Mikhael.
—¡Mami!—abrace a mi niña, mientras que Evan esperaba a que terminemos con nuestro abrazo, para abrazarlo a él.
—Si hacen esto cada vez que cumplo años, no puedo evitar desear que lleguen con rapidez.
—Esto es apenas el inicio, cariño—. Mikhael se acercó y me ayudó a levantarme. Nuevamente confirme que su fuerza era abrumadora, no tuve que esforzarme, prácticamente él me levantó.
Mikhael
La observé mientras bajamos las escaleras. La siguiente sorpresa era una bola de pelos bastante energética.
—¡Oh, pero miren que perrito más hermoso! ¿Cómo se llama?
Acarició al animal con cariño.
—Eso te corresponde a ti. Se que llevas mucho tiempo queriendo un acompañante para tus caminatas matutinas.
Hace tiempo que veo como observa detenidamente a las personas que van con mascotas y me arriesgué a que esa fuera una de las sorpresas en éste día. El día en que la vida trajo al mundo a una maravillosa mujer. Si había algo que tenía que agradecerle a Robert era eso, el nacimiento de mi esposa.
—No te puedo ocultar nada, ¿no es así, Mikhael Anderson?—dijo alzando una ceja juguetonamente.
Ahora el turno de mis hijos llegó. Emma le obsequió una pintura de un paisaje bastante verde.
—¡¿Te gusta, mami?!—preguntó la pequeña de ojos grises. Aitana contempló el cuadro con asombro. Seguramente estaba impresionada por el rápido avance de nuestra hija en sus clases de pintura.
—¡Claro que si, Emm! Qué niña tan astuta. Me habías ocultado tu avance en la pintura.
Mi hija miró a su madre con un rostro lleno de orgullo. Definitivamente nuestra Emm es una niña llena de autoestima. Ambos hemos hecho lo posible para guiarlos y que a su misma vez puedan tener cierta autonomía.
Ahora fue Evan quién agarró la mano de Aitana para conducirla a un piano. Mi hijo se sentó y empezó a tocar.
Aitana lo observó y otra vez sus ojos mostraron felicidad. Me gustaba verla así, alegre. Estos años han sido cambios constantes e incluso en nuestro amor. Pero ha sido para mejor. Eso es innegable.
Cuando Evan terminó, Aitana lo abrazó y nos hizo una señal a mi hija y a mi para unirnos a un abrazo familiar.
—¡Los quiero tanto! Gracias por todo.
La besé en la frente. Era demasiado tierna. Esto es lo único que necesitaba en la vida. A ella y a mis hijos.
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Holaaa, espero que se encuentren bien, y si no es así, sepan que somos seres humanos y somos capaces de muchas cosas, y una de ellas se llama resiliencia. Les agradezco por dedicar su tiempo a esta historia. Y perdernos por un momento entre el mundo de las letras. 🌺